¿Promover la pobreza no es una ilegalidad?

 

Lo que está ocurriendo con los trabajadores del sector agro-exportador, por donde se le mire, es inconcebible. El hecho de hacerlos laborar más de ocho horas diarias, negarles los derechos sociales que les corresponde, pagarles por debajo de lo que dispone la ley, entre otros abusos, a vista y paciencia de las autoridades, nos hace ver que todavía hay personas humanas que viven como esclavos en nuestro país. Esto a finales del siglo veinte y en vísperas del bicentenario de la independencia nacional.
Lo singular es que ahora, cuando los esclavizados levantan su voz de protesta y asumen acciones que les permita hacerse escuchar, surgen expresiones de sectores interesados en obtener ganancias fáciles, que todo siga igual. La reciente frustración del diálogo abierto entre las partes, revela hasta qué punto hay quienes no muestran interés verdadero en solucionar la crisis social y la crisis económica, que sufre el país. Y, también, la fragilidad de una democracia que tiene mucho de ficticia, en donde no faltan aquellos que se presentan como “salvadores” del conflicto, cuando en realidad lo que buscan son adhesiones de futuros electores. A río revuelto ganancia de pescadores.
En consecuencia, mal esos que piensan, solamente, en su bienestar dinerario de grupo privilegiado, peor los que van con engaños, haciendo uso de ese mal que se conoce como “politiquería”. Y con ellos, los que actúan detrás de bambalinas, para agudizar la crisis, sin más objetivo que el de llevar al país al despeñadero. ¿Qué hacer en estas circunstancias, cuando el presidente interino, se limita a censurar la toma de la carretera y no va a las raíces del asunto, que eso significa la explotación de los pobres?
Pienso que nadie en su sano juicio, podría estar en contra de la inversión de capitales, pero tampoco se puede aceptar que, en el afán de obtener ganancias materiales, se burlen de las normas que amparan a los trabajadores y se zurren en los valores que corresponden a la dignidad humana. No deberíamos olvidar que toda persona humana goza de la misma dignidad por el solo hecho de ser persona. Se trata de un principio ético fundamental y fundante de que todos somos iguales en dignidad. ¿Esto es puro humo? No, de ninguna manera. Hay que seguir con la prédica ciudadana, porque el rechazo de este principio, nos está conduciendo a conclusiones nefastas, a la aceptación de la ley de la selva, donde sobrevive el más fuerte.  Tengamos presente que practicar tal principio nos introduciría inevitablemente en el camino de solución de la crisis social, que ahora más que nunca es una exigencia.
No tenemos por qué creer que es tarde para ello.  Al contrario, la superación de la situación de pobreza humana, debería ser un factor de unidad nacional, en la medida en que se convergen todos los esfuerzos porque se estima que es un problema prioritario. Las divergencias entre gremios de inversionistas y gremios de trabajadores, son superables, cuando se tienen modos concretos de implementar medidas en su gradual superación.
Punto final. La presencia de los pobres interpela la calidad humana de cualquier sociedad. La opción por los pobres es una opción para humanizar la sociedad.

 

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