¿Reconstrucción de la economía? ¿A favor de quiénes?

 

En estos tiempos tan duros de pandemia de coronavirus, que causa la muerte de miles de personas y de otras cifras mayores en peligro de perder la vida, se escuchan voces que hablan de la pobreza económica y social de millones de seres humanos. Unos lo hacen desde hace décadas y décadas, tanto que precisan que la marginación y el olvido de quienes están en la miseria, no es otra que la originada por la vigencia de una política mediante la cual se ha institucionalizado, desde tiempos añejos: “la explotación del hombre por el hombre”. Otros, en instantes en que la economía se viene abajo por la paralización de la actividad productiva y ven en riesgo sus capitales, consideran que hay que poner término a tal situación, simplemente abriendo las “oportunidades de trabajo”, pero eso sí, siguiendo las reglas de lo que llaman el “mercado laboral”, en donde el trabajador, sea profesional, técnico, empleado, obrero o trabajador autogestionario, no tenga derecho a la protección social. “Tú trabajas, yo te pago… pero nada de otra cosa”. Flexibilización laboral le llaman, a lo que en realidad debería ser conocida como la “ley del embudo”. Lo más rentable para quienes tienen más, lo menos rentable para quienes tienen menos. Estos  no caminan solos en su “lobby” diario. Se acompañan de sus predicadores, que llegan a clamar con voz aparentemente de dolor : “se debe pensar, ahora, en las reformas para reconstruir la economía de la crisis”. Se sobreentiende a dónde apuntan los voceros de quienes poseen el poder del dinero.
Punto aparte y dejemos tranquilos a los que se alinean con los trabajadores. Ahora con tanta desocupación, habrá espacio para debatir sobre el camino a seguir, cuando la fuerza laboral se encuentra debilitada y la concientización de los “millennials” avanza por las rutas del individualismo. Y hablemos de tan hipócrita vocería de quienes hablan de la “reconstrucción de la economía”, cuando del mismo modo lo que buscan es “una nueva normalidad”, con ausencia, como fue antes de la pandemia, de la participación de los trabajadores en la creación y distribución de la riqueza material.
Pero lo anterior no tendría sentido, si dejamos en el olvido que este mundo, sí este que nos habla de la información y el conocimiento, se ha deshumanizado y, es casi seguro, que el del mañana inmediato será aun más. Nos acompaña la razón que emerge de la realidad. El economicísmo materialista, el pragmático cínico y amoral, la competencia salvaje de los mercados, de los megabloques económicos, la guerra comercial, el individualismo materialista, el predominio creciente de la corrupción, de los “fakes news”, de la especulación de las mafias y el narcotráfico, la ausencia de valores éticos y espirituales, la injusticia y desigualdad crecientes e imparables, la máxima concentración de la riqueza y de los privilegios que inspiran nuevas formas de dominación y de prescindencia, y hasta el total desprecio, están configurando un mundo y una sociedad donde el valor de lo humano, la dignidad inviolable de la persona humana, serán cada vez más arrojados, botados, a ese basural de la marginación, del abandono y el olvido. ¿Esa es la reconstrucción de la economía que quieren imponer los poderosos del dinero? ¿Esa es la nueva normalidad post pandemia?
Estoy observando que quienes critican a los gobernantes de estos tiempos, están motivados por otros intereses que nada tienen que ver con la economía que está al servicio de las necesidades de la persona humana. En el Poder Ejecutivo se nota la presencia de personas con sensibilidad social y otro tanto en el Poder Legislativo. Claro, no todos están en la misma dimensión, pero que existen, sí, allí están. Tan visible es su presencia, que a diario, en las columnas de opinión, se les ataca de las formas más feroces. Ya no saben cómo debilitar la posición política que han asumido. En líneas generales, creo que ellos, los atacados con alevosía y ventaja por el poder mediático, son en realidad quienes defienden los valores imperativos de las mejores fuerzas de la libertad y la democracia. Ojalá, nomás, que no se dobleguen y sepan encontrar el andar del diálogo y la concertación, en favor de una economía que le haga justicia a los discriminados de siempre.

 

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