San Bartolo (Teatro): El caso Sodalicio y lo que no quisimos ver

 

El caso de los abusos, sexuales y físicos, cometidos en el seno de la sociedad de vida apostólica (autorizada por el Vaticano) Sodalicio de Vida Cristiana es un tema que con sólo leer unas páginas de Mitad Monjes, Mitad Soldados de Pedro Salinas (ex sodalite) y Paola Ugaz o algunas de las columnas de opinión de Martin Scheuch (otro periodista que pasó por el Sodalicio) en su blog Las Líneas Torcidas, es suficiente para sentirse impulsado a decir algo, a emitir una protesta contra los crímenes infligidos a jóvenes que fueron buscando una opción de vida y en vez de ello: les deshicieron la dignidad. Ahora, se tiene una referencia distinta, la obra teatral San Bartolo, que hasta el 20 de agosto viene presentando el Teatro La Plaza de Larcomar.

En este blog, que para dejar claro quien redacta y firma las columnas y comentarios lleva mi nombre y apellido, ya hemos tratado el caso Sodalicio, incluso nos unimos a las voces que pedían la clausura de dicha entidad pastoral (dirigida durante más de 40 años, de sus 46 años de existencia, por su fundador Luis Fernando Figari, hoy gozando de una inmerecida libertad en Roma- ahí en las cercanías de la Santa Sede), así como también a la difusión de este caso en medios audiovisuales. El teatro no es el más masivo cine (donde películas como la mexicana Obediencia Perfecta/sobre el caso de los Legionarios de Cristo del Padre Marcial Maciel o la chilena El Bosque de Karadima/y los abusos del Padre Fernando Karadima a seminaristas adolescentes han tenido una fuerte repercusión), sin embargo, la movida teatral en Lima convierte a San Bartolo en una vocera contundente de todo este asunto.

Antes de entrar a hablar de la propia puesta en escena, quería hacer una referencia al título de mi columna “lo que no quisimos ver”. Yo, como muchos compatriotas católicos he tenido una experiencia de seguimiento y trabajo religioso durante mi juventud y parte de mi adolescencia (comencé a los 17 años) que es muy diferente a lo que ya conocemos en el Sodalicio de Vida Cristiana. Si bien no teníamos idea de los sucesos en la mencionada entidad, sí recuerdo que era considerada como una institución elitista muy similar a otra de raíces españolas. Hoy, a la luz de los hechos y con un ladrillo más en este edificio de la verdad como lo es la obra San Bartolo, me vuelvo a preguntar ¿dónde estaba yo que nunca me imaginé algo que se ve tan evidente como el abuso sexual, físico y psicológico en lugares que te abstraen de tu familia y la sociedad? Y, si yo que poco tenía que hacer al respecto me siento culpable, no podría ni imaginar la culpabilidad de una Iglesia Católica que dio cabida a esta “sociedad de vida cristiana” con, incluso, el visto bueno papal.

Por eso no podía dejar de ver San Bartolo, ni prescindir de escribir esta columna de opinión. Donde un grupo de jóvenes actores, los menciono a todos Sergio Gjurinovic, Gabriel Gonzalez, Ítalo Maldonado, Juan Carlos Pastor, Claret Quea, Diego Carlos Seyfarth, Stefano Tosso y Nicolás Valdés, pues como en pocas ocasiones el elenco es de característica grupal, no hay un personaje para cada intérprete, sino que se les personifica de manera grupal. Es un efecto teatral valioso, interesante, y ágil, tendría que decir también que para algunos fines no puede evitar distraer a algún sector del público. En ese aspecto se debe balancear el recurso histriónico (que imagino busca presentar a las víctimas del Sodalicio como un colectivo y repartir la fuerza de las situaciones) con la transmisión del mensaje. Al final, es una licencia de los autores y directores Alejandro Clavier y Claudia Tangoa que plasman en las tablas este intenso drama humano.

¿San Bartolo es demasiado fuerte para un público general? Bueno, desde la decisión de llevar esta historia al escenario teatral queda claro que sería un despropósito tocarlo de manera light, es un tema fuerte que merece un tratamiento ídem. Y, hay unas cuantas escenas complicadas de ver, pero que en el arte actual (ese que consumimos sin tanto trauma en el cine y la televisión contemporáneo) no desentona. Además, era un absurdo montar esta obra y tratar de esconder al monstruo debajo de la alfombra. En todo caso, un reconocimiento a este grupo de jóvenes actores, a los dramaturgos, que se atreven a ser contundentes y retratar los testimonios de las víctimas.

Los que leímos Mitad Monjes y Mitad Soldados, y queramos petrificados ante la realidad narrada y recopilada por los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz, podemos hablar de importantes ausencias en el guion. Lo de Figari, sus abusos, apenas y se mencionan. El caso más saltante (y con justicia, pues es un multiviolador) es el de Jeffery Daniels Valderrama, donde el peso del testimonio de Álvaro Urbina es gravitante. No obstante, uno hubiera pensado, además, en Germán Doig Klinge que fue acusado de abuso sexual desde su cargo como Vicario General del Sodalicio y Coordinador General del Movimiento de Vida Cristiana, ya muerto y antes del escándalo se buscaba su canonización (hoy negada dicha intención por los sodalites a pesar de varias pruebas al respecto). O el de Daniel Beltrán Murguía, un sodalite detenido en un hostal del Centro de Lima fotografiando a un niño de 12 años semidesnudo. O el caso del seminarista brasilero Joao Carlos Junior que murió ahogado presumiblemente por el rigor físico al que eran sometidos los miembros de dicha cuestionada institución (el deceso se produjo en la playa de Santa María del Mar y no en San Bartolo). Pero, lo cierto es que una obra de teatro no puede abordar todo, y los puntos suspensivos deben ser retomados por otra producción ya sea teatral, cinematográfica, televisiva o literaria.

Con todo lo valiosa que es la puesta teatral San Bartolo, no podemos cerrar este capítulo que aún está lejos de hallar justicia. Debemos seguir con este tema, ir a ver la obra, leer Mitad Monjes Mitad Soldados, discutir e informar sobre este caso, protestar y hacer sentir nuestra opinión ante el Sodalicio de Vida Cristiana. Antes preguntaba ¿Qué estábamos haciendo en esa época que no supimos ver lo que pasaba al interior de esa sociedad de vida apostólica? No tengamos que preguntarnos dentro de un tiempo ¿Qué estábamos haciendo cuando este abuso clamaba por una reparación, una sanción, una medida correctiva ejemplar?

 

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