Siempre con “Última Hora”

 

Ayer se cumplió un aniversario más, de mi añorada “Última Hora”. El diario que me hizo alcanzar mi dorado sueño del periodismo y me enseñó a vivir, a “columnazos”, esquivando los golpes de la vida.

No pude concurrir al almuerzón celebratorio, porque una traicionera bronquitis, se me cruzó en el camino. Pero mi espíritu estuvo con los muchachones de mi ayer, es decir con los sobrevivientes de ese vendaval  noticioso que el tiempo se llevó.

Pero, incluso, aquellos que “se fueron de comisión… un poco lejos”,  como decimos apretando el llanto, estuvieron con nosotros, para levantar una copa y brindar por el “más bacán de los vespertinos que en este mundo han sido”.

Por algo será que todos lo imitan, hasta en los consejos de entresábana. Nosotros, salíamos al medio día, sentando cátedra con nuestros trescientos mil ejemplares, nuestras mamberas jerga y  puñaladas de rigor. Pero también con nuestra fraterna “Hoy Por Ti”, que aliviaba más de una pena cada día, el “Correo del Corazón”, para los “sintiones de todos los pesos”, nuestras tiras cómicas con “Chabuca”, “Sampietri”, “Yasar del Amazonas” y claro está, mi juguetón “Perro Mundo” que lo mismo festejaba a la pituquería  “Playboy” y “superchurra”, que conmovía bolsillos solidarios para ayudar a los misios. Nunca podré olvidar que en un asilo de indigentes, descubrimos a una hermana olvidada del genial Marcel Chevallier, artista francés polifacético, que estremeció al público del “Teatro Municipal”, sin siquiera hablar español. Vive en mi recuerdo el curso de paracaidismo y “Corresponsales de Guerra” que seguimos entusiastas, con mi hermano Oscar Retto, con quien  salvamos de milagro, en un percance de avioneta, e hicimos posible la  rumbosa Primera Comunión de trescientas huerfanitas ni  la “Primera de Primeras”, que estelaricé con un apretón de manos a Don Manuel Prado, por sagaz fogonazo del querido “cholo” Pedro Cruz, ni el sensacional valsario picarón que me bailé con una internacional “Reina de Belleza”, o los pequeños “Perrocasos”, mini-cuentos que insertaba en mi espacio diario siguiendo mi vocación de  escribidor.

Un triste día, “me ascendieron” a “La Prensa”. Y lo demás es  historia. Pero “Última Hora” se quedó clavada en mi corazón como la amada espina de la más bella Rosa. No hay día que no recuerde a ese diario de mis amores. Por eso, aunque no estuve con “los muchachos de antes”,- digo,- “de cuerpo presente”- pueden estar seguros de que mi espíritu y todo lo que eso pueda significar, estuvo desde el primero, hasta el último brindis.- ¡Arriba “Última Hora”… inmortal en el recuerdo!

 

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