Siendo el pueblo soberano, hay que escuchar al soberano

 

Hay quienes piensan que la ciudadanía carece de conocimientos sobre lo que significa el bien común y, por tanto, simplemente hay que gobernar a esa ciudadanía.  Un poco más y aquellos que comparten  tal opinión, quizás algún día lleguen a recomendar que a esa ciudadanía basta darle pan y circo. Menos mal que por ahora no son muchos los que tienen tan absurdo criterio. Olvidan ellos que estamos en una nueva etapa del proceso republicano y de maduración de la democracia.

No me estoy refiriendo simplemente a la desafortunada expresión de un ex miembro del Tribunal Constitucional que ha puesto en boga tan equivocado concepto. También hay que incluir en esta posición a quienes tienen la representación legislativa y que, lejos de honrar la delegación  que en determinado momento les entregó un sector del pueblo ciudadano, ahora se empecinan en hacer todo lo que se pueda calificar como atentatorio a los derechos políticos de la población. Estos se esconden entre interpretaciones equivocas de la legalidad  y se oponen, con energía digna de mejor causa, a los cambios que demanda el pueblo organizado y que tienen por fin sublime hacer que la democracia sea tal en un país como el nuestro, en donde históricamente se le ha negado a las mayorías nacionales el disfrute del bien común.

Lamentablemente no están solos. Hay también quienes ofician de intermediadores de tales legisladores y hacen suyo los medios de comunicación para desarrollar una prédica que lejos de alentar el buen gobierno, ajeno a intereses personales o de grupos,  han desatado una campaña de agravios, tenaz y duradera,  contra la iniciativa proveniente del Poder Ejecutivo. Tal campaña llega inclusive al insulto, olvidando que quien ejerce el máximo cargo en el Poder Ejecutivo, personifica a la Nación. Actuando con vesanía en el fondo insultan a la propia Nación.

A quienes desconocen el significado de bien común general, hay que hacerles saber que este el fin propio de la unidad social y superior a todos los fines particulares de la sociedades intermedias o de individuos, en cuanto son partes del todo superior se presenta como un fin que incluye, en sí mismo, la finalidad última del ser humano, dado que este es una gente principal y, por lo tanto, en consideración de tal finalidad última, no puede ser considerado como una valor instrumental.

Es posible que el ex integrante del Tribunal Constitucional, promotor de una supuesta ignorancia del pueblo, y aquellos que comparten la misma opinión, no entiendan la trascendencia del bien común general y , mucho menos , que la sociedad ciudadana es el lugar espiritual donde las personas, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, que la constituyen ejercen su libre albedrío en vista del alcance progresivo y continuo de una mayor fuerza de libertad, independencia, que es condición para la mayor perfección de todo acto social y de sus miembros.

Por lo demás, la relación, en tanto social, permite al ser humano la superación progresiva de carencias y limitaciones derivadas de su condición de ser finito, al definir  un más amplio horizonte de indeterminación externa para sus propios actos, o sea libertad de independencia.

 

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