Siete para uno

 

En cualquier ocasión, entre amigos, en reuniones familiares, sociales, con los compañeros de trabajo, especialmente en conversaciones entre varones, a alguien se le ocurre lanzar una pregunta para animar la reunión: ¿Cuántas mujeres hay en el Perú, para un hombre? La respuesta no hace sino dejarnos sorprendidos, y porqué no, convencidos de que lo escuchado es la verdad, la gran verdad. Dicho en grupo heterogéneo, resulta una respuesta grosera, descortés y machista, que sintetiza una fantasía, una creencia, muy extendida y enclavada en el imaginario social de la población de un país, en realidad, es posible encontrar esta situación en muchos lugares del mundo.

La respuesta, a algunos les puede parecer un chiste de mal gusto, a otros una fantástica realidad, a las feministas afirmaciones como éstas no puede ser sino muestras de un machismo recalcitrante, pero este asunto no deja de llamarnos la atención. ¿Cómo es posible que a pesar de la abundante información y a los multiplicados caminos para acceder a ella, nuestra población, distintos sectores de ella, unos más informados que otros, se aferran a este tipo de datos transformándolos en fuentes de sus mitos y fantasías?

¿Cuál es esa respuesta que desembalsa preocupaciones y alienta las fantasías varoniles y, por lo visto, la resignación femenina? Es una y muy sencilla: “En el Perú, hay siete mujeres por cada varón”. Un “montón de mujeres” para cada peruano. Pregunta y respuesta que hemos escuchado muchas veces, sin importar el lugar o el nivel socio-cultural de los participantes. Pero, ¿es posible contrastar con la realidad estas sencillas y cotidianas afirmaciones populares? Obviamente sí, en este caso, aplicando un procedimiento directo y sencillo, es decir, preguntar a diferentes grupos, para conocer las respuestas que expresan los varones y las mujeres cuando están en grupo. Así lo hemos realizado, al azar nos encontramos ante un grupo heterogéneo (con varones y mujeres), que una vez preguntados, sus respuestas presentaron algunas variaciones; todo cambia cuando se trata de entrevistas con grupos masculinos, la respuesta es inevitable y única. A algunos les podría sorprender la respuesta de grupos y niveles sociales como los estudiantes universitarios. Se trata de jóvenes de 19 a 24 años, en mitad de su carrera, que interrogados, contestaron con aparente ingenuidad y cierta vacilación: “7 mujeres para cada varón”. Inmediatamente otros discreparon afirmando que podrían ser 3 o algo más. Lo que vendría después fue más desconcertante aún, los muchachos y muchachas, reafirmaron lo dicho por el primero. Alguna joven disidente, rebelde, respondió: “todo lo contrario, hay más varones que mujeres en el Perú”.

El breve y eventual ejercicio nos sirvió para comprobar que es fácil vivir engañado y que la mentira (en este caso la falsedad de los datos) le da sentido a nuestras modestas existencias y como no, “enriquece” la identidad de género. Las jóvenes respondían con desdén; los varones con tímida sonrisa. Pero no podemos quedarnos en este punto, porque detrás de de esta situación, hay un problema muy interesante, sobre el que tenemos poca información. ¿Hay poblaciones con predominio cuantitativo de varones sobre la población de mujeres? O todo lo contrario. ¿O todas las poblaciones tienden al equilibrio cuantitativo natural en razón del sexo, en todo caso de haber una disparidad, esta no es significativa, determinante o perceptible?

Este tema enclavado en el imaginario popular, presente en las interacciones sociales, nos hace pensar que no es arbitrario considerar su posible influencia en las actitudes y en la relación varón-mujer, tampoco es un tópico extraño al desarrollo del pensamiento social, por ejemplo, el sociólogo francés, Maurice Duverger, en su libro, “Sociología Política”, cita al filósofo de la Ilustración, Carlos Luis de Secondant, Barón de Montesquieu, que así como sostenía que los pueblos de clima cálidos son propensos a la distención y al caos a diferencia de los pueblos de clima frío que son laboriosos y racionales, también en aquellas sociedades con población femenina predominante, en proporción a la menor población de varones, esa sociedad se relaja moralmente, pues los hombres tendrían mayores oportunidad de intercambio sexual; cuando ocurre todo lo contrario en una sociedad, para decirlo en términos estadísticos, el índice de masculinidad es mucho mayor y la proporción de mujeres muy baja, entonces esta sociedad se torna conflictiva, inestable, pues los varones desatarían la guerra por la mujeres, con el fin de esclavizarlas y poseerlas, arrebatándoselas a los hombres que no pueden defenderlas. Los varones más fuertes entonces, tendrían las mujeres que los débiles no pueden proteger.

Las conjeturas del gran enciclopedista y filósofo, con el tiempo y las circunstancias, resultaron (siempre) contradictorias y falsas. No es posible hallar sociedades con grandes y significativas diferencias de número en el índice de masculinidad o feminidad. Y cuando se presentan estas diferencias son mínimas, intrascendentes, por ejemplo, el más macho de todos los países, México, sin embargo, demográfica, estadística e históricamente, tiene un mayor índice de mujeres en proporción a los varones. En este lado del mundo, en el Perú, el índice de masculinidad es mayor, hay una tendencia al aumento de la población masculina y a una disminución de la femenina. Este escenario, no debe causar alarma, ni conmoción alguna, porque la diferencia es nimia, sin efecto alguno sobre la vida social, de manera que para tranquilizar a los peruanos y mexicanos, siguiendo los mandatos de su imaginario social, podrán cantar juntos, sin temor a los cambios demográficos, una canción que haga alusión a la “cosecha de mujeres”, motivados por sus falsas creencias.

En algún momento hemos utilizado la expresión población en equilibrio, que no nos remite al concepto estadístico que establece el crecimiento cero de una población. No. Lo utilizamos para expresar esa tendencia al equilibrio natural, en razón de sexo, de una población, al hecho que en cualquier sociedad del presente hay un número parecido de población femenina como masculina. Desconocemos la jerga demográfica, pero nos reconforta saber que viviendo en un país con más hombres que mujeres, no saldremos a combatir por otras.

 

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