Tragedia y duelo en el mundo

 

La tragedia provoca llanto, sorpresa y amargura. La desaparición del Chapecoense de Brasil en un accidente de aviación cerca de Medellín revive otras desdichas, como la que golpeó al Perú en 1987: la caída del Fokker en el mar de Ventanilla con el plantel completo de Alianza Lima.

Chapecoense soñaba con la gloria de conquistar la Copa Sudamericana ante el local Atlético Nacional. El destino, juez implacable, lo condujo hacia el irreversible viaje hacia la eternidad. Hace algunas horas sus seguidores los despidieron con risas y esperanzas. En esta hora aciaga no paran de llorar la pérdida irreparable de sus ídolos.

Hace poco los había visto en la televisión ante el San Lorenzo de Argentina. Habían conseguido con empuje y buen fútbol su pase a la final del torneo interclubes de la Confederación Sudamericana de Fútbol. Un club apenas conocido había sacado del camino a uno de los grandes del Río de La Plata y había obtenido boleto para una final impensada.

Los hinchas tejieron sueños de felicidad con la probable conquista de la Copa Sudamericana en dos partidos de infarto. Hoy padecen una pesadilla inimaginable. No habrá encuentros, la mayoría de jugadores no regresará. Una tristeza incomprensible se instalará allí donde hace solo hace unas horas se había vislumbrado una dicha incomparable.

Mientras los rescatistas buscan elevar la lista de seis sobrevivientes en las montañas de Cerro Gordo; en Brasil las noticias hieren de muerte a familiares y amigos de futbolistas, técnicos, auxiliares, médicos y periodistas que formaban parte de la delegación.

No hay forma de explicar una tragedia. De 81 personas que integraban la lista de viajeros solo seis fueron rescatados con vida, aunque algunos con serias lesiones. ¿Quién puede descifrar esa aritmética rotunda que el destino le impuso a ese club?

El viaje que empezó en Sao Paulo (Brasil) y prosiguió desde Santa Cruz de la Sierra en Bolivia detuvo el pulso del mundo futbolístico con las primeras versiones de su caída por causas aún desconocidas.

Esa misma sensación de impotencia y desconsuelo dejaron las desapariciones de los planteles de Torino de Italia en 1949, Manchester United en 1958, The Strongest de Bolivia en 1969, Pakhtakor Tashkent de la liga soviética en 1979, Alianza Lima en 1987, la selección de Zambia en 1993.

El fútbol representa vigor, fortaleza, alegría, entusiasmo. Muchas veces estira las celebraciones hasta límites inconcebibles. En esta ocasión, la desaparición de un club completo nos conduce en sentido inverso hacia las profundidades del dolor y la desdicha.

Solo queda pedir descanso en paz para la delegación del Chapecoense y que los deudos encuentren pronto consuelo y superen cuanto antes esta adversidad.

 

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