Trump, el resultado de una campaña sucia y difícil

 

Ojalá que no me encuentre descaminado. Creo que en los recientes comicios de los Estados Unidos de Norte América, no solamente perdieron las elecciones Hillary Clinton y Barack Obama. La primera por la ausencia de una oferta electoral a tono con el resentimiento escondido de sus compatriotas y el segundo, porque el resultado suena a una especie de censura del conservadurismo a sus ideas progresistas. También fueron derrotadas las mujeres que, luego de casi cien años de espera constitucional, creían que, por fin y por primera vez, una persona del mismo género tomaría las riendas gubernamentales del país considerado como el más desarrollado del mundo. Y como ellas, quienes levantaban las banderas del “voto latino”, como bien preciado que se pensaba decisorio para definir actos de esta naturaleza. Quienes habitan las naciones ubicadas al sur del continente, cruzando la frontera de Río Grande, del mismo modo, deben considerarse perdedores, en la medida en que se venga por los suelos ese permanente y constante sueño de alcanzar un pedacito del “sueño americano”.

Donald Trump con el respaldo de los abrumadores 276 colegios electorales, distantes de los 218 que obtuvo su oponente, ocupará la Casa Blanca en Washington desde enero del año entrante y, fiel a sus objetivos y estilo políticos, es posible que ponga en marcha lo prometido en la campaña electoral. Uno de ellos: su personal visión de política exterior, acompañada de una retórica anti inmigrante y la inconcebible misión de levantar un muro en los linderos con México. No estará sólo en ese propósito. El impecable éxito que le ha permitido vencer en la mayoría de los estados claves en estas justas, como Florida, Ohio, Carolina del Norte, Nevada y Nueva Hampshire, debe haber repercutido en el ánimo de los conductores de su partido. Ayer, ellos le negaron apoyo en razón de sus violentos e irritantes excesos verbales que parecían jugar en contra de su candidatura, pero ahora, como decimos por estas tierras, una cosa es con guitarra y otra con cajón. La situación congresal ha cambiado radicalmente. La Cámara de Representantes como el Senado, están en manos de los republicanos y que aunque haya quienes discrepen con su nuevo líder en la forma, en el fondo, será comprensible aunque no plausible, que compartan los mismos planes políticos.

¿Pero qué hizo que Trump rompiera los pronósticos de las encuestas de opinión que, aunque por poco margen, daban como vencedora a Clinton? Un repaso de sus ofertas electorales permite advertir cómo este hábil y multimillonario hombre de negocios, más que político en términos tradicionales, se ganó lenta y sin pausa la voluntad de los electores. Primero, prometió aumentar el salario mínimo a 10 dólares por hora y revitalizar la industria norteamericana, a la par de renegociar acuerdos bilaterales que permitan crear más empleo interno. No más desocupados y un esperanzador empleo digno. Algo que parecía imposible para los trabajadores dada la recesión económica. Encandiló a muchos, más allá de lo previsto. Y como si fuera poco eso, aseveró que con él en el gobierno, quienes conforman la clase media y quienes hacen empresa, pagarán menos impuestos. Así las cosas, los aplausos comenzaron a llegar.

Trump se sintió impulsado. Sacó de su bolsa de adelantada navidad otro presente. Y dijo: “Estados Unidos no tiene porqué comprometerse en las luchas ajenas a sus intereses y solamente debe recurrir a las armas siempre que se encuentre garantizada la victoria”. Los padres de familia y las esposas de cientos de soldados que han muerto más allá del continente americano, sintieron que las lágrimas de emoción les embargaba. Trump era para ellos, el hombre esperado. No más muertes inútiles se escuchó decir en numerosos hogares que han sabido llevar el crespón negro del dolor por la pérdida de seres queridos. ¿Y, sin embargo, qué hacer ante el terrorismo fundamentalista que, como en el caso del bombardeo con aviones suicidas a las Torres Gemelas de Nueva York, continúa siendo un grave peligro? Ante ello, el candidato aborrecido por sus agravios a mujeres y migrantes pobres, en particular, lanzó la proclama: “Quedará prohibida la entrada temporal de musulmanes a Estados Unidos. Se restablecerán los métodos efectivos en el interrogatorio a sospechosos de terrorismo”. El hombre que tiene su propio récord de transfugismo, con cinco cambios en su vida política, como demócrata, republicano, independiente reformista, de nuevo demócrata, luego otra vez republicano, dio así en el pleno corazón de la mayoría de electores.

A esas alturas y con anticipación, Trump había notado que sus seguidores eran mayoritariamente blancos de clase media, sobre todo en la parte central de los Estados Unidos, pobladores que saben poco o nada de América Latina, que a ellos se sumaban gente mayor de 65 años, de ingreso modesto o sin estudio universitario. Repasó entonces su libreto y puso en vitrina otra oferta: “hay que endurecer la legislación sobre migración, los inmigrantes son una carga para el país, hay que triplicar el número de oficiales de migración y construir un muro en la frontera con México”. Lo expresado a viva voz corrió como el viento. Se abría la posibilidad de sacar a más gente sin papeles. Los aplausos se convirtieron en una constante y no solamente de gente con años de vida residente, sino también hasta de latinoamericanos que han olvidado sus orígenes.

Lo demás, como su oposición a cualquier medida que tienda a restringir el derecho a tenencia de armas de fuego, su opinión respecto al cambio climático, al que considera un invento de los chinos, su especial aprecio por mejorar las relaciones con Rusia, su aprobación a la pena de muerte, entre otros puntos, fueron suficientes para pulverizar la campaña de Hillary Clinton. Al fin y al cabo, él sabe como enfrentar a las mujeres. De eso se ufana este ciudadano, casado tres veces, un apasionado en exceso, que ha triunfado largamente en el arte de hacer dinero. Tanto que siendo muy joven, recuerda que su padre le dio, según sus propias palabras, “un pequeño préstamo de un millón de dólares” para iniciarse en los negocios. Hoy se dedica a construir torres de lujo, hoteles-casinos y posee, entre muchas cosas, 17 campos de golf en todo el mundo.

Trump es el real ganador luego de una campaña que pasará a la historia, como la más sucia y difícil que se ha dado en los Estados Unidos de Norteamérica. Y con él celebran lo ocurrido Clint Eastwood, Charlie Sheen, Mike Tyson, nada menos.

 

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