Un héroe nunca imaginado

 

Un problema social que afecta a una gran mayoría de individuos, no solo de un país sino de muchos, como lo vamos a ver a continuación y esas gentes, inexorablemente, ven marcadas sus vidas por la secuela que deja en ellos el aprendizaje de las matemáticas, el trauma matemático masivo. Una experiencia pedagógica (social) que deja a más del 95% de la población peruana marcada de por vida, sin fuerzas siquiera para poder debatir el tema. Muchas personas, ya adultas, emprendedoras y vida realizada, con solo escuchar la palabra matemáticas, casi inmediatamente, invadidas por un sudor frío, intentan huir y abandonar cualquier propósito en gestión. Parece un asunto menor, que acaso provoca una sonrisa perversa en el rostro de esas personas que algo pueden hacer con los números, especialmente los profesores de matemáticas, que viendo a esa mayoría silenciosa en sufrimiento poco o nada hacen para superar este “problema social estructural”, pero no lo hacen, porque cualquier solución –seguramente– acabaría con su poder simbólico.

Este asunto tiende a agravarse para ese abrumador porcentaje de la peruanidad, que está enemistada con las matemáticas o que ha nacido limitada para esa competencia, amputada de esas esotéricas habilidades. Los organismos más poderosos del planeta, cual sentencia, concluyen (y lo difunden impúdicamente) que la ayuda a los pobres no tiene porque ser tan diversa y profusa. No resulta efectiva para superar la pobreza darles todo a los pobres, por ejemplo, que se les garantice que tengan la educación básica regular completa, para que puedan realizarse como personas insertándose adecuadamente en el trabajo y la comunidad. No, estas entidades afirman que conviene al pobre para superar su estado de carencias y deje de ser un excluido más, para que no sea un “loser”, es suficiente y efectivo saber escribir, saber leer y… saber hacer operaciones matemáticas básicas.

Si este problema tiene solución, lo dejamos en manos no solo de los maestros, que sabemos tienen alguna preocupación sobre tan dramático entuerto, que deberían empezar comprendiendo (por parte de los recordados maestros de matemáticas) que el saber matemático es también una manera de ver el mundo, que es necesario motivar al estudiante, haciendo visibles las conexiones del saber matemático con lo que se explica, con los planes, contenidos y actividades curriculares y con el entorno cotidiano, que es un factor en la formación de los ciudadanos, con sus aportes tan importantes como los de otras ciencias, artes o actividades educativas. En nuestra experiencia cotidiana, trabajar con matemáticos o con docentes de matemáticas, nos ha permitido encontrar y constatar una diferencia distinta y mejor en el estilo de hacer cualquier trabajo, sea manual o intelectual, aunque la relación social sea la misma (idéntica) a cualquier otra. Las personas hábiles en estos imposibles aprendizajes para una democrática mayoría mundial, tienen competencias laborales con mayor orden y sistematicidad, que otras. Pero esto es una percepción.

Jesús Guillera, es licenciado en física, fue profesor de matemáticas en institutos de España y su historia personal ha sido relatada para el mundo por el periodista Manuel Ansede, del diario El País (30.03.15). Un día, Guillera fue echado de trabajo, cuando además de perder a su padre, la enfermedad de alzhéimer atacó a su madre. Se deprimió tanto que fue víctima del estrés, que lo hizo refugiarse en su casa. No salía de ella por ningún motivo y a lo único que se dedicó fue a navegar en internet y así, sin proponérselo, conoció “las fórmulas de Srinivasa Ramanujan”, un joven hindú, de origen muy humilde, que en 1913, sorprendió al matemático británico Geoffrey Harold Hardy, de la Universidad de Cambridge, con una carta en la que le confiaba no haber tenido educación universitaria, pero sí la primaria completa y que como autodidacta, había logrado unas fórmulas complejísimas que servían para calcular, a gran velocidad, los infinitos decimales del número pi, 3,141592653… Hardy, no lo podía creer, “Tenían que ser ciertas, porque si no lo fueran nadie habría tenido la imaginación para inventarlas”, escribió.

El genial matemático Guillera, que hoy se aproxima a las seis décadas de existencia, es todo un orgullo español y lo comparan con Srinivasa Ramanujan, siempre sencillo y modesto Guillera no lo acepta, pues dice que aquél es un genio y él no lo es, además vive preocupado porque sus alumnos no saben responderle cuanto es 7 x 4. Al respecto, hace unas reflexiones pues cree que “Si a los 15 años a un alumno no le gustan las matemáticas, a lo mejor hay que darle otra cosa, intentar sacar su potencial. No hace falta que todo el mundo sepa matemáticas. Hace falta saber muy poquito para defenderte en la vida”. Opina que: ”Si hubiera tenido una asignatura de Dibujo desde los cinco años, todos los días, hasta los 18 años, y obligado a sacar buenas notas, ahora odiaría a Cézanne y a Renoir. No sé cómo tendría que ser el sistema educativo, pero así, no”.

En las líneas que acabamos de escribir, hay una idea central del genio español de las matemáticas, que debemos valorar y –creo– son suficientes para erigirlo en un héroe, porque también él, está descontento en la forma cómo se enseña esta ciencia en España como en el mundo. Los españoles respiran con tranquilidad y se felicitan que esta insatisfacción con la enseñanza, no haya llevado a Jesús Guillera a odiar las matemáticas, felizmente, pues hoy es él quien publica cientos de artículos en todas las revistas científicas del mundo, dicta conferencias en todas las universidades españolas y es también uno de los españoles que ha recibido muchos premios académicos de su especialidad de las universidades y de los centros de investigación matemática del mundo.

A pesar de poseer un doctorado en matemáticas, Guillera es un autodidacta en este campo y sorprendentemente, vive ajeno a los círculos académicos e investiga por cuenta propia en su casa, los infinitos decimales del número pi, sin horario y sin pausa, hace que de su cerebro salgan un conjunto inédito de 11 fórmulas para calcular el número pi, un número irracional que no sigue ningún patrón a lo largo de sus infinitas cifras y que las computadoras han calculado los 10 primeros billones de decimales del longo número pi. Más precisión matemática, es aún un reto para el mundo de la computación.

El singular y genial matemático español también ha dicho: “Eso sí, el fútbol no me gusta nada”, una declaración, que sin duda, lo exime de hacer demostraciones matemáticas sobre las posibilidades de los equipos peruanos en los campeonatos de tan popular deporte.

 

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