Un llamado para que se atienda el clamor del pueblo humilde

 

El cardenal Pedro Barreto ha hecho llegar su palabra al pueblo peruano, en momentos tan difíciles como los que hoy afrontamos, con una pandemia que arrasa con la existencia de un número creciente de compatriotas, que pone en peligro la salud de miles y miles, y cuando se deriva, de la misma, el agravamiento de la realidad política, económica y social, en perjuicio mayoritario de quienes sobreviven en medio de la miseria o carecen de los recursos suficientes para atender la mesa diaria de la familia. El religioso que tiene la experiencia de haber ejercido la tarea parroquial en el humilde barrio de Abajo el Puente y que cuando ya arzobispo en Huancayo, mostró su identidad con los más necesitados, habló sin medias tintas la semana pasada, haciendo recordar que la economía pre pandemia, no merece ser reconstruida, si ésta no va a servir para satisfacer, con prioridad, el hambre, el ingreso dinerario, el respeto a la dignidad de las personas que claman por una vida más justa.
El mensaje merece ser valorado en toda su dimensión, como corresponde en un país que debe afirmar los ejes de una verdadera democracia. A este respecto debe tenerse presente que el pueblo de hoy, no es el del siglo pasado, ni siquiera el de los primeros lustros del siglo presente. Ahora es cada vez más consciente de la situación en que vive, de sus problemas, de sus carencias y limitaciones. Y también, de que pese a todo puede acceder a una forma mejor de convivencia nacional.
Este pueblo, repito, no es el de ayer. En él existe una ciudadanía más joven, que no se traga el cuento de que con la economía “por reconstruir” el país irá viento en popa y que bajo la conservadora política, de quienes han manejado los hilos invisibles de las finanzas y la economía, se acercará a las condiciones propias del llamado Primer Mundo. Lo cierto es que ayer y aún hoy, el Perú sigue siendo un país subdesarrollado y que, frente a una minoría privilegiada, millones de personas están en ese enorme bolsón de los marginados, de los olvidados, de los no contactados.
Si ésto no fuera verdad, cómo se explica que ante la pandemia no tengamos un real sistema nacional de salud y que el gobierno se vea obligado a esmerarse más allá de lo posible para afrontar las emergencias que a diario, saltan por aquí, por allá, en todo el territorio nacional. ¿Qué hicieron, en períodos anteriores, esos regímenes que obtuvieron la confianza del electorado y, luego, instalados, se limitaron a cumplir los dictados de los poderosos y, con la complicidad de muchos de ellos, entregarse sin pudor ante las apetencias de la coima, del soborno, robándole incluso al Tesoro Nacional? Un misterio. No es tal. Se entregaron por un plato de lentejas, que se les presentaba bien sazonado y con la seguridad de repetir lo mismo hasta la saciedad.
Concluyo. Interpretando el mensaje del Cardenal Barreto, y ojalá el mismo se repita en todas las plataformas virtuales, lo que el pueblo peruano demanda en estas horas de dolorosa experiencia, es que en esencia se le reconozca el derecho a vivir como nación conformada por seres humanos, o sea a tener derecho a comer, a gozar de salud, a preservar la naturaleza y mejorar el ambiente. A contar con empleo digno, con salarios que atiendan las exigencias del hogar moderno, a prestaciones laborales que desde hace tiempo están consagradas legalmente, a tener acceso a la educación y, al menos, a las expresiones de la cultura que el propio pueblo crea. A poder adiestrarse en el uso de las nuevas tecnologías, que hoy avanzan con toda celeridad, a disponer de servicios sociales básicos, a ejercer libremente el derecho a pensar, a expresarse, a que se respete su voto en los escrutinios electorales, a organizarse, a unirse y en síntesis , a vivir como ser humano, respetado y respetable.
En palabras sencillas, el Cardenal Barreto, nos ha dicho  que lo que el pueblo de los humildes, de los pobres, quiere, es vivir en paz, en armonía con la sociedad y la naturaleza, disfrutar de seguridad y de una genuina democracia política, económica y social.
El mensaje cardenalicio tiene hondura y nos convoca a reflexionar, sin la pretensión de creernos los filósofos de una verdad que peca en realidad de mentirosa, cuando bien se sabe que, durante casi dos siglos de vida republicana, el pueblo de los pobres jamás ha sido reinvindicado. La forma como nos ha sorprendido la pandemia del coronavirus, es más que elocuente.

 

Leave a Reply