Una ansiada resurrección

 

En busca de solución para un problema telefónico, hube de recorrer ayer, gran parte de mi amada Lima. Y me faltó muy  poco para romper en llanto. Las calles desiertas y los pocos coches circulantes, en una triste prisa por encontrar cochera, me llevaron imaginariamente a una de esas narraciones de Poe y otros gigantes de la narrativa Ciencia Ficción, cuando hablan de  urbes abatidas por la invasión de los zombis o acaso, por la arremetida de una insaciable nube de vampiros.

¿Qué hemos hecho para merecer esta tristeza” Sin lugar a dudas, no hemos amado lo suficiente a esta bella  alhaja citadina, que tanto puede decirnos a lo largo de sus calles amigas si tuviéramos la dedicación de hojear cariñosamente las páginas de ese álbum pétreo, que guarda tantos recuerdos, páginas de la historia colectiva e inolvidables capítulos de nuestro acontecer personal.

Con un leve esfuerzo de nuestra imaginación narrativa, es posible ver -cerrando los ojos- cuadros plenos de nuestra niñez a  trazos tristes, nuestra adolescencia enamorada y- desde luego- la maravilla aventurera que nos regaló el periodismo…

Queda para  poetas y  amantes de la tradición, lo que habrán visto esas calles, desde el ocaso de Taylichusco, a la irrupción de la soldadesca conquistadora. Del paseo misterioso de las pícaras tapadas , hasta la  moderna irrupción de las hermosas limeñas de hoy, que concentran en su andar todo el encanto de un antiguo mestizaje que las convierte en garbosas  muñecas. La epopeya que conspiró soñando patria y el criollismo que emergió en una noche de serenata. La vida, en su ajetreo me ha llevado por diversos sitios del mundo, sólo para convencerme -de una vez y para siempre- de que aquí donde vine al mundo, será para mí, el mejor lugar para decirle adiós. Y presiento que mis hermanos y  compadres de jarana, me despedirán cantando. Y se también, que cuando me llegue la hora, brillará un ensoñador plenilunio sobre mi viejo barrio de Mapiri. ¡Viva la preciosa Lima!… ¡ Y que vibre para siempre! Nadie deberá llorar mi despedida, pues yo nací en Lima y cuando me vaya, será sencillamente que me impregnado en sus calles de sempiterno  ensueño invencible. Por todos los siglos de los cantos y los amores también.

 

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