¿Una sociedad enferma?

 

“Los ancianos viven demasiado, y eso es un riesgo para la economía mundial. Tenemos que hacer algo ya” (Directora del FMI).

El primer país que cumple con la exigencia de hacer algo ya, es España: Ha iniciado la expulsión de los ancianos migrantes.

Mientras, Estados Unidos de Norteamérica, sigue su política de expulsar a los niños, hijos de migrantes.

Estamos atrapados en una lógica perversa. Esta lógica sacraliza la relación del ser humano con las cosas, con los instrumentos, con los bienes, con los medios que utilizamos , y queda al margen las personas, los sujetos de la vida, los protagonistas reales de la historia.

Son reemplazados por los bienes, por las herramientas, por los instrumentos, por todo lo que se cotiza en dinero. Nuevamente se cumple lo de Quevedo: “Poderoso caballero es don dinero”.

Sin darnos cuenta, nos vamos cosificando. La economía es más importante que los seres humanos, a cuyo servicio debiera estar. Y todo acontece al revés: las personas se colocan al servicio de la economía y de las finanzas, y no la economía al servicio de las personas.

Una vez más, los medios se imponen a los fines, por eso el dinero, el capital se apodera de la mente de la gente y de nuestros caprichos, para dejar de ser gente y convertirse en simple consumidor, y para embaucarlo más, le adjudican una mentira como verdad: La soberanía del consumidor.

Estamos embretados. Y nuestros niños, nuestros jóvenes, y los adultos en general, las amas de casa, y los dirigentes y políticos en general, nos comemos el cuento de los mercaderes: El tener es lo importante, el dinero es lo que vale, sabiendo sin embargo, que lo que realmente acumulamos son las deudas que pagamos hasta después de la muerte.

Pareciera que efectivamente estamos enfermos. Y es una enfermedad con alta temperatura, con signo de alarma que indica su grado de peligrosidad, y casi no somos concientes de ella.

La Directora del Fondo Monetario Internacional, una francesa con cultura norteamericana, nos dice una gran verdad: No podemos vivir demasiado. Tenemos que vivir solamente el tiempo de trabajo, y si es posible, morir antes de pensionarnos o jubilarnos. Así, no seremos un peligro para la economía mundial.

Es que si se nos antoja seguir viviendo, la Bolsa de Valores comienza a trepidar, a tener oscilaciones alarmantes, y la economía mundial se coloca ante un peligro mortal. Es por lo tanto sensato la alerta del FMI.

Asumamos la realidad: tenemos que vivir menos. Estamos condenados a morir cuando el FMI lo considere oportuno. Ni un minuto más, pudiendo sí .ser minutos, horas, días y años menos, todo lo menos que se pueda.

La cuestión es comer menos, medicarse menos, vivir menos, para reducir el coste financiero y material de lo que supone vivir.

No existe otra alternativa. Quienes trabajan no pueden mantener a quienes ya no trabajan, aunque estos hayan hecho un ahorro importante de sus ingresos para financiar su vida futura, su buen vivir futuro como expectativa.

El mensaje es claro. Los jubilados y pensionados, son los actuales condenados de la tierra. Y los nuevos jubilados y pensionados, serán ya directamente enterrados. La sociedad fondomonetarista ya no los quiere.

Y el drama es convulsionante, ya que el porcentaje de “ancianos” aumenta cada año, como aumenta la desocupación de los jóvenes, y disminuye el poder adquisitivo de los ingresos de los trabajadores activos; mientras engorda el proceso de acumulación y concentración de la riqueza y el poder de los mercaderes de la sociedad, que representan a un minoría de la misma.

La desigualdad es escandalosa: 1% de ricos muy ricos, controlan el 50% de la riqueza del mundo.

La pregunta en sí es preocupante. ¿Estamos enfermos como sociedad?

El Papa Francisco nos dice: “Cuando el capital se convierte en ídolo, y dirige las opciones de los seres humanos, y la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo”.

 

Leave a Reply