Urbanidad

 

La urbanidad es el comportamiento acorde con los buenos modales, lo  que demuestra buena educación y respeto hacia los demás.

Los buenos modales son costumbres relacionadas con la cortesía, que se mantienen desde hace tiempo en la sociedad. Tienen importancia, pues favorecen la sociabilidad. Son lo contrario de la grosería, la cual viene a ser una forma de agresividad.

La modestia forma parte de los buenos modales; se trata de normas morales y buenas costumbres socialmente establecidas, y en especial en el aspecto sexual. Si el corazón está vertido hacia Dios, el individuo hace lo posible para vestirse de manera decente, apropiada. Pero si para él (o ella) lo más importante es el yo, se vestirá de una forma que llame la atención, con poca o ninguna consideración respecto a las consecuencias que ello conlleve.

El nudismo no entra dentro de lo que se considera buenos modales (a no ser que el desnudarse sea necesario, como por ejemplo, para una exploración médica). Las imágenes de desnudos se procesan más rápidamente en el cerebro que las de personas vestidas, y la intensidad de la reacción es mayor en los varones que en las mujeres. En un desnudo, lo que primero le llama la atención al varón es la cara; en el caso de la mujer, la atención es más global. Por otra parte, la forma de vestir, las insinuaciones gestuales, la procacidad en el hablar pueden provocar reacciones cerebrales similares a la visión de un desnudo.

Podría hablarse de adicción al sexo, ya que en el caso de la visión de un desnudo, las estructuras cerebrales más implicadas son el estriado ventral, la amígdala cerebral y la corteza cingular, que son áreas también activas en los procesos de adicción a sustancias químicas.

Hay una urbanidad referente al sexo. ¿Es correcto, es racional,  el fenómeno del “cross – dressing” (“drag-king, drag-queen”)? La cuestión no es la misma si se trata de algo jocoso o de broma o que si es en serio. El transvestismo está cercano a la transexualidad, en la cual incluso la conectividad cerebral es distinta que la del individuo normal.

Existe una urbanidad en las comidas. No es correcto comer saltándose las normas sociales en vigor. Incluso cuando uno está solo, conviene comer de modo correcto, simplemente como una forma de respetarse a uno mismo. Los animales no entienden de urbanidad, pues comen cuando lo necesitan, y no comen más de lo que sea necesario; en cambio, el ser humano puede sobrepasarse en este sentido.

Existe una urbanidad litúrgica, académica, en el deporte, en el ámbito jurídico, etc., que no son más que normas establecidas que hacen más digna y agradable la actividad en concreto. La urbanidad académica es similar a la litúrgica: por ejemplo, en los cortejos académicos el rector magnífico desfila en último lugar, como el obispo en los cortejos litúrgicos. No en balde, la Universidad tiene un origen eclesiástico.

También podría hablarse de una urbanidad social: ¿no está por delante la ancianidad con respecto a la juventud y la niñez? ¿no es cortesía que un hombre ceda el asiento a una mujer? ¿no es urbanidad dejar la acera a la persona de más edad que la edad propia?¿no es delicadeza con los demás beber sin hacer ruidos? Los ejemplos son múltiples.

Hay una urbanidad de la piedad, que se refiere al modo de comportarse ante Dios y la Virgen y los santos, así como en un lugar sagrado.

Pudiera decirse que con la urbanidad se reprime la confianza. Pero no son incompatibles: la confianza no está reñida con los buenos modales. Los comportamientos maleducados no significan confianza.

Fuente: https://www.ideasclaras.org/

 

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