Y ya lo ve, es Ricardo y su ballet

 

El menosprecio de los chilenos les jugó en contra al pensar que Perú era el trasbordo que daría pase a la gran final en el Maracaná de Río de Janeiro. Quiso vestirse de frac y acabó en harapos tras el 3-0 que causó escozor en el orgullo de quienes no han sido capaces de defender el bicampeonato de la Copa América.

Es que no contaron con la astucia de Ricardo Gareca ni en la eficacia peruana desgranada en goles de ensueño logrados por Edison Flores, Joshimar Yotún y Paolo Guerrero.

Era el triunfo de la fe y la moral a prueba de todo contra la soberbia chilena que se disparó a los pies al sentirse superior. Nadie es mejor en cuanto el árbitro no da por terminado el partido. Recién ahí el 3-0 les hizo bajar la cabeza y los despertó de su delirio de grandeza.

Perú, el equipo zarandeado por los brasileños y a sorbos esqueléticos había logrado meterse por la ventana a octavos de final, en cierto modo no era un rival de riesgo y menos peligroso para el agrandado equipo de la estrella solitaria.

Era el equipo peruano hecho sombras y ruinoso que nadie podía vaticinar un resultado favorable, un cadáver que tenía como mejor destino pelear nuevamente las sobras del tercer puesto como ocurrió en el 2015.

Ricardo Gareca acaso fue el único en rehacer su fe en primera instancia. Luego reaccionó la hinchada y fue creciendo el fervor para hacerse fuerte a la hora de la verdad.

Sin embargo era todavía poco para que el rival se atemorice, se salga de su encierro de favorito y mordió la carnada. El cebo usado por Gareca funcionó cuando Paolo Guerrero y compañía pusieron la pelota en el piso y desde ese instante elaborar las jugadas de enorme riesgo para el portero Gabriel Arias.

El festín estaba elaborado y se hizo realidad cuando llegaron los goles, dos en el primer tiempo y otro más en el cierre con Paolo Guerrero poniendo su rúbrica en el césped del Arena do Gremio de Porto Alegre.

En estas instancias de jolgorio post goleada sale a relucir la pobre presencia del arquero Gabriel Arias en la defensa del arco mapochino. Sufrió en demasía  el sometimiento al que fue expuesto.

La ofensiva peruana hizo añicos a su pobre actuación. André Carrillo lo llevó hasta el banderín de esquina para dejarlo en situación franciscana con una china para que tomara el taxi cholo de regreso a su pórtico.

Cuando llegó ya nada había que hacer. La pelota disparada por Yotún estaba en el fondo de su arco y recién se dio por enterado que la infantil salida tuvo un alto precio.

Y en el otro lado, Pedro Gallese en estado de gracia. Para atajar de todo y ser parte del repertorio peruano en esta sublime noche en Porto Alegre. Con todo lo que atajó, todo Chile deberá acordarse de él porque ni el penal de Eduardo Vargas pudo vencer su resistencia.

 

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