Después del auge volvemos a la normalidad económica, opinan

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En artículo denominado “Prosperidad falaz” -expresión de Jorge Basadre-, Waldo Mendoza, miembro del directorio del Banco Central de Reserva (BCR), ha hecho una fascinante comparación.

“En la era del guano, según cifras del profesor Bruno Seminario, el ritmo promedio de crecimiento del PBI fue de 3,5% anual. Luego, con la vuelta a la normalidad, entre 1867 y 1878, año anterior a la guerra con Chile, la tasa de crecimiento se redujo a un modesto 1,1%. En el caso reciente, la tasa de crecimiento entre 2002 y 2011 fue de 6% anual. La tasa de crecimiento posterior, del periodo 2012-2015, será apenas un poco más de la mitad… Tanto en la era del guano, como en el periodo 2002-2011, el crecimiento posterior es mucho menor al del periodo de auge y se parece bastante al de la etapa previa. No pasó nada. Luego del auge volvemos a la normalidad. La prosperidad fue falaz”.

Es una aguda observación. Luego del auge, el crecimiento cayó en ambos casos a la mitad.

La economía global, sin embargo, no se comportó de modo muy distinto. El crecimiento cayó a la mitad o menos igualmente al final de la globalización durante el  Siglo de Oro del capitalismo, antes de la Primera Guerra Mundial. Y lo mismo ocurrió luego del colapso de la burbuja global de 2008.

Pero, de las dos, solo la burbuja del mercado financiero virtual fue una “prosperidad falaz”.

Lo falaz es la idea de un crecimiento constante. Es una fantasía. Nada en la naturaleza crece de manera lineal. (Recuerdo haberle oído decir a Richard Webb hace muchos años -en la oficina de Manuel Ulloa en el Ministerio de Economía- que el error es creer que una economía se comporta como una máquina y no más bien como un organismo vivo).

Hay una distancia sideral entre la globalización real del siglo XIX y la virtual del siglo XXI. Hay una diferencia entre la falaz economía peruana del guano y la de hoy.

El error es creer que toda prosperidad es falaz. Constantino Cavafis decía: “como si lo esperaras desde antes, con valentía, despídete de la Alejandría que se va. Sobre todo, no te engañes, no te digas que fue un sueño, que tus oídos mintieron, no te inclines ante tan vanas esperanzas”.

Escribe Jorge Morelli