El verdugo de Kuczynski es el fujimorismo pútrido que ya nos asoló

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El destacado periodista César Hildebrandt hace un duro análisis de la crisis política que vive el Perú. A continuación transcribimos el texto de su columna Matices, publicada en el semanario Hildebrandt en sus trece.

Nos vamos a librar del señor Pedro Pablo Kuczynski y ya era hora. El problema es que el verdugo de esa simbólica guillotina congresal tiene la voz de Daniel Salaverry, la mirada de Lourdes Alcorta, los bolsillos de Chlimper y Ramírez, el alma, en suma, del fujimorismo pútrido que ya nos asoló.

Tengo informes de magnífica fuente que señalan que el señor Kuczynski no ha podido convencer ni siquiera a un grupo de parlamentarios de su partido que fueron a verlo para que les contara la verdad. Y la verdad es la que ha transmitido, con canuda venganza, la firma Odebrecht: el actual presidente cobró más de 700,000 dólares de la caja oscura de los corruptores brasileños cuando era ministro de Estado y hombre clave en el otorgamiento de una megaobra que terminó en manos de sus benefactores financieros. Eso no es lobismo. Eso es felonía.

Los congresistas que fueron a escucharlo esperaban del presidente un desmentido, una explicación, una gran coartada que los sacara del apuro. No hubo nada de eso. El señor Kuczynski balbuceó algunas palabras, culpó a terceros, habló de Gerardo Sepúlveda y Eduardo Elejalde, no asumió ninguna responsabilidad.

Quienes esperan que el discurso presidencial aclare todo, esperan en vano. PPK está perdido y lo único que podría pasar es que surjan nuevas revelaciones que lo comprometan todavía más. El presidente hizo negocios ilegales y, además, ha mentido ante instancias del sistema judicial y ante los peruanos ingenuos que llegamos a creerle.

La vacancia es un hecho porque empieza a ser un clamor popular. El asunto central es que el proceso de transición no signifique que caigamos en manos de Fuerza Popular, una sórdida organización que está siendo investigada por el Ministerio Público y que está viendo la forma de tumbarse al Fiscal de la Nación para interrumpir el proceso por lavado de dinero que la compromete hasta el tuétano. Que no nos pase lo de Brasil, que pasó de la inepta Rousseff al prontuariado Temer.

El señor Kuczynski nos ahorraría muchas horas de espectáculo inútil presentando su carta de renuncia. Si no lo hace, queda expuesto a ser declarado moralmente incapacitado. Si eso sucediera, el régimen quedaría en manos del vicepresidente Martín Vizcarra hasta el 28 de julio del 2021 –por más que Mercedes Aráoz piense lo contrario frotándose las manos y asesorada por algunos apristas–.

Le corresponderá a Vizcarra, en ese caso, recrear el poder ejecutivo con un gabinete fumigado que impida la repetición de los errores que nos han conducido a esta situación. Y el peor error de los cometidos ha sido el de creer que un grupo de tecnócratas, insensibles y negociantes, podía darnos el crecimiento económico, la estabilidad política y el contenido social que eran, sin duda, los tres puntos básicos de la agenda.

Nada de eso ha sucedido. Un presidente fantasmal, unos ministros dedicados a trampear leyes en favor de los fueros privados, un premierato sin norte pero con surtidas codicias han sido fácilmente secuestrados por la maquinaria profesional del fujimorismo, experto en cancerarlo todo y convertido hoy, para vergüenza general, en “vocero de la moralidad”.

La tarea de Vizcarra pasará por crear un poder legítimo que vuelva a las fuentes primigenias de la histórica elección del 2016. Recordemos: un país espantado ante la inminencia del triunfo fujimorista le entregó su confianza a un presidente que prometió caminar por sendas radicalmente diferentes, es decir, las del respeto por las instituciones que sostienen a la democracia, la de la decencia en el manejo de la cosa pública, la de las reformas modernizadoras que hace tiempo debimos emprender.

Ese presidente nos ha traicionado. Su pasado lo condenaba al fracaso. Vizcarra, que puede representar también el aire sanador del interior del país, está ante un gran reto. Para estar a la altura del desafío tiene que romper con la derecha parásita que maniató a PPK y recordar que pactar con el fujimorismo corrompido sería un error fatal.

La demanda es que Kuczynski se vaya. Pero también que los señores del mototaxi no invadan Palacio. Y a PPK le queda un breve orgullo: su desaparición de la escena política no se hizo a través de un fax y desde Tokio. Hasta en esos detalles el fujimorismo es insuperable.

 

8 Responses

  1. […] El verdugo de Kuczynski es el fujimorismo pútrido que ya nos asoló […]

  2. 19661996 dice:

    Cesar jil …..es asi como cojeas?….. Tienes al fujimorismo en tu boca como si fuera un pacificador bien negro ,de 25 ctms.y gruesome calibre.
    De que vives tu? …..O solo te dedicas a la paja mental.
    Alguna vez haz trabajado la tierra?
    De paso te aseguro que tienes la cara de sapo…..tus lentes disimulan lo tus estupideces

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  7. cleantor dice:

    Despues de besarle las pelotas le escupe al pobre viejo que nunca debio llegar por los votos de una falsa democracia, en la democracia se vota por no en contra de, sino luego llegan los problemas, ireresponsables como hildebrant deberian callarse la bocaza y solo decir perdonemme me equivoque, azotenme.