Eloy Jáuregui: “El coronavirus no me va a matar”

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El periodista y escritor Eloy Jáuregui se recupera a paso lento de la COVID-19. Muy temprano, quienes lo seguimos, leímos con satisfacción su columna Animal Urbano que publica habitualmente en un diario local, donde cuenta la saga de esta historia aún marcada por algunos síntomas de la enfermedad y que, en su caso, tuvo episodios dramáticos por la falta de oxígeno, por esa necesidad desesperante de aferrarse a la vida cuando aún hay temas pendientes que él no quiere dejar inconclusos.

El contador de historias, cuenta la suya en apenas 2,800 caracteres que lo obligan a suprimir muchos detalles del padecimiento y muchos síntomas que van a apareciendo. Cuenta lo esencial para que se entienda el drama que él describe como un “estado de gracia donde el cuerpo se laxa, flota, en espera de lo peor”.

El cronista se reestrena progresivamente desde que la primera alarma se activara el 16 de mayo, cuando aparecieron el dolor en las articulaciones, la molestia creciente en la garganta y el estado febril que aún persiste levemente, en el día 21 de la enfermedad.

Jáuregui ha recuperado el ánimo general, ya no siente la depresión que lo aisló y que él trataba de driblear con arte maradoniano, con quimba surquillana. Hoy luce más optimista y con cierta pasión lorquiana su proyecto de libro, el número 26, vuelve a activarse no sin antes enfrentar el hecho de que su autor deberá superar la dificultad para retomar la lectura y, sobre todo, escribir, debido a la pérdida de visión en un 25% que es lo que más le preocupa.

Ni siquiera le preocupa la carta que ha circulado entre los vecinos enterados de su caso, para que vaya a morirse a otra parte. Le duele sí la poca solidaridad, esa que ya probó cuando le vino la primera sensación de asfixia y clamaba en la ventana de su departamento por una ambulancia, y nadie lo ayudaba.

Asfixias y más

Hasta ese momento no tenía la confirmación de coronavirus, pero él ya era consciente que podía haberla adquirido por el trabajo de investigación que realizaba con pacientes COVID, quienes referían en sus testimonios, la terrible sensación de asfixia, como el paso previo a la muerte. Esa certeza, la que el también acaba de vivir en carne propia, es la que le dicta el nombre del libro “Asfixias: Crónicas de la pandemia” que espera concluir, una vez que pase esta pesadilla.

Eloy Jáuregui cuenta que Dios, el ajo y el kión, lo han ayudado a salir; luego la ivermectina y la azitormicina que le llevó su amigo Fernando Astorga. Desde el 2 de junio sumó Levofloxacino de 750 mg, Pradaxa, (Dabigatrán etexilato), Xarelto (Rivaroxabán 15 mg), Ceftriaxona (1 g), inyectables, además de unos frascos de agua “Renacimiento Boung in veternum”. Higanatur forte para reforzar la función hepática. Omeprazol de 20 mg para proteger el estómago de tanta medicación, y alprazolam para dormir, “porque apenas duermo por intervalos de 45 minutos”.

Además, dice que le aplican morfina, en las mañanas y en las noches pera atenuar los dolores nuevos que van surgiendo. “El lunes estrené dolores lumbares y ardor a la altura del diafragma, así como hincones muy agudos en las rodillas y pérdida de reacción para ponerme de pie. Hoy, el dolor se centró en los músculos maxilares cuando apenas mastico ya que mi dieta sigue siendo blanda”, me dice, mientras refiere dificultades para caminar.

Asegura también que los dedos se le agarrotan y le invade una sensación de hormigueo en las palmas de las manos. Él lo describe como la conducta de la COVID-19 y este registro diario y fidedigno es el que quiere aportar al libro, en lo que corresponde a su caso, para descifrar las claves de la infección y cómo ataca a los distintos organismos. “Cada amanecer es un nuevo hallazgo”, me dice con otro impulso. El resultado del pulsióxímetro arroja que está en 91/100, lo que revela que la capacidad respiratoria, la oxigenación de la sangre, se va normalizando”.

El valor de la amistad

Eloy Jáuregui refiere que tiene varios especialistas que siguen su caso: los doctores Milagros Fuentes, Mendoza del Pino, Manuel Espinoza y el mismo Ciro Maguiña. “El tratamiento es muy caro, las tomografías igual, dice que le faltaban dos y cada una cuesta 1,400 soles, pero que, gracias a la colecta de sus amigos, ha podido cubrir gran parte del tratamiento. “Gastón me ayuda con dos de ellos y Fernando Astorga, con otros dos”, me dice.

“Esos son los números para que vivas. Una persona de Ticlio Chico, termina muerta”. Y agradece a Dios, a los amigos que lo apoyan, a los de Rebagliati y del Colegio de Periodistas que le abrió una cuenta, y otros que depositaron su cariño en su cuenta personal para que se cure. “no sabía que tenía tantos amigos”.

El tono reflexivo es una constante también en él. “Hoy en el Perú una persona muere por COVID-19 cada 10 minutos. Yo estaba (aún estoy) en esa estadística, pero Dios, el ajo y el kion me ayudaron; también mi pareja que me ayuda con mi trabajo. Mi última columna en La República se la dicté, ella la escribió y he descubierto que lo hace mejor que yo”, dice y ríe con agradecimiento.

A propósito del libro, afirma que el próximo lunes se meterá de lleno a ese trabajo. Me recuerda que serán una serie de voces dramáticas sobre la enfermedad descritas por los enfermos, pero también la de médicos, enfermeras, técnicos y personal de salud, describiendo la crisis sanitaria. Se sumarán las voces de la Policía contando sus necesidades, y también la indolencia ciudadana, esa resistencia al acatamiento que él, admite, es responsable en gran parte, del nivel de contagio que vemos.

Pero reconoce también que la sobreexposición de la gente que está enfrentando la pandemia, los hace candidatos a adquirirla en cualquier momento. “A mí me entró por los ojos, presumo que fue a la hora de lavarme la cara en el baño de algún hospital que visité, para recoger las historias del libro, pues siempre estuve con la indumentaria de protección personal recomendada”.

La ironía presente

También incluirá historias y situaciones complejas y contradictorias. Llanto y risa, esperanza y desolación. Te cuento una chiquita -me dice- es la de una familia en provincias que le hacen llegar las cenizas de su esposo a las 9.30 de la mañana y dos horas después llega un nuevo frasco con cenizas. Ante la sorpresa de la familia y la amenaza de queja ante las autoridades, uno de los responsables de la entrega le dice que no hay equivocación, que como el señor era obeso, las cenizas habían sido repartidas en dos recipientes. La ironía también estará en estas páginas, como todo en la vida, y en la muerte.

Eloy no cambia ni con la enfermedad. Mejor así. Dice que el cuerpo le pide ahora dulce y esa es una revelación que tendrá que investigarse. “Antes me pedía pisco, ron, vodka, ahora tengo ganas de comer panetón, turrón, es increíble, sueño con eso”.

Lo que es increíble también es su capacidad de recuperación y ese deseo de escribir, de contar, casi instintivo.

La ayuda al amigo

-La ayuda económica al cronista Eloy Jáuregui se puede hacer en la cuenta de ahorros soles Scotiabank número 039-7075854, a nombre de Leoncio Eloy Jáuregui Coronado, DNI 07224437, y al Código Interbancario 009-034 200397075854 08. Desde el extranjero pueden depositar en el Scotiabank, Cuenta Swift: BSUDPEPL Ahorro soles 039-7075854. (Andina)