Gringa Inga: su verdadero nombre y otros datos que no conoces

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Para muchos era simplemente la ‘Gringa Inga’, la señora extranjera que nos arrancaba carcajadas con sus confusiones idiomáticas en Trampolín a la fama, pero ella iba más allá de todo ese rol. Su fallecimiento, el domingo 21 de junio nos permite conocer más de la persona detrás del personaje.

¿Cómo se llamaba? La ‘Gringa Inga’ no era norteamericana, sino alemana. Su verdadero nombre era Ingerborg Zwinkel, y sólo estuvo en el país europeo hasta los seis años de edad en que sí fue a radicar en los Estados Unidos junto a su familia. Su papá era inventor.

¿Cómo llegó al Perú? La ‘Gringa Inga’ se casó con un diplomático peruano, Luis de La Torre, que estaba delegado a los EEUU. Junto a él vino a pasar unos diez días en nuestro país, días que se convirtieron en toda una vida.

¿Cuál era su verdadera vocación? La ‘Gringa Inga’ quería ser periodista, una meta que no pudo consolidar, pero si tuvo su acercamiento a esta noble profesión al escribir algunos artículos en una publicación norteamericana.

¿Sus confusiones eran a propósito? La mayoría no, la ‘Gringa Inga’ siempre se hizo bolas con el idioma español, aunque sabía hacerse entender bastante bien. Con los años mostró rasgos de Alzheimer, por lo que sorprendió al admitir que no recordaba a Augusto Ferrando, noticia sobredimensionada, pues tampoco tenía clara la memoria de su esposo.

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¿A qué se dedicaba después de Trampolín a la fama? Desde los años del show sabatino y mucho tiempo después, mientras el cuerpo aguantaba, se dedicó al proceso de resocialización de presidiarios. Incluso alguna vez arriesgó la vida al ser tomada como rehén en la cárcel de Lurigancho, corría el año 1983.

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¿Tenía vicios? La ‘Gringa Inga’ era más buena que el pan, pero como todo ser humano cojeaba de algún pie. A ella le gustaban sus cigarritos, se fumaba unos seis por día, tampoco le decía que no a alguna copa de vino ocasional.

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¿Murió sola? De ninguna manera, siempre tenía cerca a su hija Penélope y a otros familiares. Los pobladores de Chaclacayo también la hacían suya, saludándola, conversando, invitándole algún “pucho”, dándole una muestra de agradecimiento por tantos años de alegrías y risas. ¡Descansa en paz, querida  ‘Gringa Inga’!. Manuel Salazar

Fotos: La República/La Tortulia