Jaime Ayala: La incesante lucha de Rosa Pallqui por justicia y verdad (Entrevista)

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El periodista Jaime Ayala Sulca fue visto por última vez alrededor de las diez de la mañana del 2 de agosto de 1984 al ingresar al Cuartel de Infantería de la Marina en Huanta (Ayacucho).

En ese momento, Jaime tenía 22 años, conducía hasta 3 programas en radio Esmeralda, era corresponsal del diario La República y presidente en funciones de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú – ANP Huanta.

Su esposa, Rosa Pallqui, que en esa fecha tenía 20 años, no lo vio ingresar al cuartel, acantonado en el Estadio Municipal de Huanta, pero sí lo vio caminar en dirección a este recinto. Ese es el último recuerdo que tiene de Jaime. Desde ese momento aciago han pasado 35 años.

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¿Qué sabemos de Jaime Ayala después de su ingreso a esta base de la marina? No mucho. Los testimonios recogidos por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) indican que el periodista ya estaba buscado por informar las ejecuciones extrajudiciales de los marinos y militares en general, que ingresó por orden del comandante “Camión” (Álvaro Artaza Adrianzén), que lo torturaron varios días y al final lo asesinaron de forma cruel para luego desaparecer sus restos.

Durante esos días, y todos los años que han transcurrido hasta ahora, Rosa Luz Pallqui Medina ha librado la batalla más fuerte de su vida buscando los restos de su esposo y la tan ausente justicia. Su esfuerzo ha sido tal que el caso Ayala llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y se organizó junto a más familiares de víctimas del periodo de violencia interna en el Perú.

A pesar que todo parecía ir en contra de ella y su lucha por justicia, nunca se cansó. Buscó a presidentes, organismos internacionales, aliados nacionales, todo para encontrar a su esposo Jaime, cuyo recuerdo aún guarda vivo en su memoria.

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Actualmente, Rosa Pallqui vive en San Martín de Porres (Lima), trabaja en un taller de panadería para recaudar fondos en pro de ANFADET , viaja al interior del país para buscar y ayudar a otros familiares de víctimas y vive su día a día recordando a Jaime Ayala, pensando en cómo habrán sido sus últimos momentos y cuáles sus últimas palabras.

Hablar con Rosa, conocer su historia, su sentir, su lucha constante, refleja el valor que nace del dolor, es un referente de todas las luchas que llevan los familiares de las víctimas en el periodo del 80 al 2000 que tienen deseo incansable de encontrar justicia.

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¿Qué recuerdos tiene de Jaime Ayala? ¿Cómo lo recuerda?

Yo lo recuerdo como una persona muy entusiasta. Era un DJ de radio, tenía programas de música –pasa criollos, vals, cumbia, también música de aquella época, de los 80- y también muy interesado en el periodismo.

No estudió en la universidad, pero sí hizo cursos, estaba interesado en ser reportero. Primero creó su programa de radio y luego se hizo corresponsal de “La República”. Esas cosas él las hacía por difundir la música y las noticias de la región en esos años, con el terrorismo que vivíamos.

Se interesaba en la cultura y los temas sociales.

Sí. Además de su labor como DJ y reportero, fundó el club social “Los tigres”, que era deportivo, cultural y musical. También escribió obras de teatro para montarlas y hacer un buen espectáculo.

De igual forma, hacía competencias deportivas –porque él jugaba básquet- para recaudar fondos y ayudar a los niños de la ciudad, hacer labores por navidad, o por distintas causas, pero hacia obras sociales –a pesar de que él empezó en la radio a los 16 años y desapareció a los 22- en esos pocos años, mostró su entusiasmo por el periodismo y los temas sociales.

Jaime también tenía inclinaciones políticas –participaba en un partido- pues tenía la aspiración de llegar a ser alcalde en algún momento.

Fue un personaje conocido en la sociedad de Huanta en su tiempo.

En Huanta todos lo conocían. Todos sabían que pasaba todo el día en la radio. Al mediodía tenía un programa de música criolla, por la tarde géneros más modernos –cumbia, salsa- y en la noche tenía el noticiero.

Además, transmitía partidos de la Copa Perú, de la competencia local, le encantaba transmitir partidos, tanto le gustaba –en ese tiempo que no teníamos la tecnología de hoy- que hacía un cableado desde el estadio de Huanta hasta la radio para transmitir los partidos. Él hacía todo para sus programas, buscaba auspiciadores, realizaba los cableados, manejaba los equipos técnicos.

Sabía muchas cosas, era alguien muy hábil, polifacético. Y además de todo esto, en sus horas libres, era sastre. Hacía ternos, ropa para mujeres, pantalones, camisas, todo por el taller que heredó de su padre.

Jaime hizo tantas cosas en sus 22 años hasta su desaparición. Fue un personaje reconocido en Huanta, todos lo conocían, sabían dónde estaba: en la sastrería o en la radio –que quedaba frente a su casa-, y si no lo encontraban, sabían que había ido a buscar una noticia fuera de la ciudad, porque él era muy arriesgado, no le importaba el peligro.

Lo importante para él era buscar la noticia para informar en el diario La República, para que el país se entere lo que sucedía en Huanta y todo Ayacucho, tanto la violencia militar como de los terroristas, él quería que en Lima las autoridades vean lo que pasaba, por eso era importante para él que sus notas salieran en primera plana, se contentaba mucho cuando lo veía, por eso siempre salía a buscar la noticia.

¿Qué recuerdos tiene con Jaime del 1 y 2 de agosto de 1984?

Antes de esa fecha él vino a Lima para contar al diario y otras entidades que tenía muchas amenazas, y regresó el 31.

El primero de agosto vuelve a la radio y, por la tarde, se entera que habían asesinado a seis evangélicos en la puerta de su iglesia (matanza de Callqui). Ya cuando anocheció, alrededor de las 7, se va escondido a buscar la noticia, porque el estadio, donde funcionaba el cuartel de la marina, estaba a unas cuadras de la iglesia y tenía miedo de que vean que estaba yendo a buscar la noticia, más aún porque a esa hora era peligroso.

Jaime recoge la información de los familiares de los evangélicos, y cuando vuelve a la casa, alrededor de las 9 de la noche, me dice: “por primera vez, tengo los nombres de los integrantes de la patrulla que asesinó a estas personas”, porque antes sabía que hicieron los marinos, pero no tenía la información individualizada de cada uno.

En ese momento me dice: “tengo los nombres, voy a hacer mi reporte. Quise enviarlo al diario, pero ya habían cerrado la edición provincial y no me contestaron, ya mañana lo voy a enviar”. Mientras él redactaba su noticia hubo un apagón por un dinamitazo, por eso la dejó ahí (la redacción). Nunca supe si la terminó, solo sé que ya sabía quiénes eran los responsables –que en ese momento era un misterio, pero ahora se sabe porque son los acusados del caso Callqui.

A las 6 de la mañana del día siguiente viene mi cuñada a buscar a Jaime para avisar que fueron a buscarlo a la casa de su mamá –toda la población, incluyendo los marinos, sabían que vivía con su mamá en su casa frente a la radio porque ahí estaba su taller de sastrería- porque ellos no sabían que nos casamos un año atrás y nos mudamos a la casa de mi familia. Cuando lo van a buscar en la casa de su mamá y su hermano, frente a la radio, les golpean preguntando por él, incluso llevan arrestado a un vecino.

Cuando Jaime se entera sale corriendo a la casa de su madre para ver lo que ocurrió. Su madre y su hermano le cuentan lo sucedido. Luego, va a hacer la denuncia con la policía de investigaciones, pero no le recibe diciendo que había un jefe político militar, y que los temas de terrorismo o eventos militares, como allanamientos de casa, los tenía que reportar a la marina.

Entonces Jaime retorna a la radio y a su casa para encontrarse con su mamá y hermanos. Luego decide ir al cuartel de la marina junto al gerente de la radio, y de paso pedir permiso para cubrir y tomar fotos del levantamiento de cuerpos de los evangélicos, porque había que pedir permiso -ningún periodista podía ir a un levantamiento de cuerpos sin este-; pero él, la noche anterior, fue escondido a tomar la noticia, y eso no le gustó a la marina, porque lo detectaron, y por eso le buscaron en la madrugada, porque querían secuestrarlo para que no salga la noticia, por eso lo buscaban.

Es así que él mismo va al estadio junto al gerente de la radio, llegan a la puerta –que normalmente no dejaban llegar hasta allá, pero a él sí le permitieron- y lo dejan ingresar en presencia de alrededor de 50 personas que estaban media cuadra al frente del cuartel, esperando noticias de otros detenidos de días anteriores –como los del 1, que detuvieron a varios en una fiesta del instituto pedagógico.

Así, en presencia de testigos, Jaime ingresa a la base. Solo. No dejan que entre el gerente, a este le dicen “el señor Ayala va a pasar, porque el jefe quiere hablar con él”. Todos lo vieron ingresar, el gerente esperó dos horas a que salga y se retiró; los demás, preguntando por sus familiares, esperaban que salga, porque le dijeron a Jaime “señor Ayala, usted que va a entrar al estadio, pregunte por mi familiar”, por eso, todos los que estaban afuera esperaban que él saliera para informarles si habían detenidos. Pero no salió.

Cuando yo me entero que Jaime iba al estadio trato de seguirlo para hablar con él, ya que me encontraba desconcertada porque sabía lo que pasó y pensaba “voy a ir para hablarle”. Pero en ese momento yo tenía un bebé de cuatro meses, por eso yo llegué hasta la plaza de armas –que en línea recta está a cuatro cuadras del cuartel- y solo lo vi irse hacia el estadio, pero no llegué hasta la puerta, solo pude verlo irse con el gerente caminando. No pude llegar hasta la puerta, por eso no soy testigo presencial del ingreso al estadio, pero lo vi de lejos ir hasta allá.

Ya cuando no escuché su programa de radio a la una de la tarde, yo me pregunté “¿Qué pasó?”, quizás después de ir al estadio se fue a buscar otra noticia para hacer algún reportaje. Llamé a la radio y una de las encargadas me dijo “no sabemos nada, quizás se fue de comisión”. Y para las cuatro, que tenía su otro programa, no salió, me preocupé y llamé de nuevo, ahí me contestó el gerente de la radio que me dijo que presenció su ingreso (al cuartel), pero no que había salido, que había que buscarlo en el estadio. Es ahí que junto a mi cuñada vamos al estadio.

Llegamos a la puerta del cuartel donde nos dijeron que no había ingresado, que no estaba detenido y que nunca lo habían visto. Inmediatamente busqué al fiscal para que me acompañara, yo no sabía qué hacer y no había mayor autoridad que el fiscal. Cuando lo encontré, como a las nueve de la noche, me dijo “señora, ya va a comenzar el toque de queda, venga mañana, haga su denuncia y yo le voy a acompañar”.

A la mañana siguiente voy a buscar a Hugo Bustíos y otros periodistas de la zona. Ellos me ayudan a redactar una denuncia para ir a la fiscalía, porque Hugo Bustíos, además de periodista, era abogado. Voy con la denuncia para que me acompañe el fiscal a hacer la investigación al cuartel, y cuando llego, veo que el fiscal había puesto un comunicado en la puerta indicando que estaba de licencia, siendo amigo de Jaime, se fue también.

Al final no había ninguna autoridad a la que acudir. El único lugar al que pude acudir desde la noche de la desaparición fue a la prensa, al diario La República, a los medios de comunicación, a los colegas de Jaime en Ayacucho y toda la región, que nos acompañaron en todas las gestiones, pero no habiendo autoridad en una zona de emergencia, no se podía hacer nada. Llegamos hasta el jefe político militar de Ayacucho, que tampoco nos atendió.

Desde ese día iniciamos una campaña de búsqueda. Llegaron muchos periodistas nacionales y extranjeros buscándolo, se hizo muy conocido el caso en todo el país gracias a los medios de comunicación. Hasta el presidente (Belaúnde) hizo un comunicado indicando “he instado a la marina que libere al periodista”, pero era lo único que decía, no había información sobre qué había pasado, porqué lo habían detenido, hasta que por tanta presión que hubo –llegamos a Lima, hablamos con el cardenal, con el presidente, con el fiscal de la nación- recién veinte días después va una comisión a Huanta a ver el cuartel ubicado en el estadio, a ver si había algún detenido. Para ese momento habían limpiado todo, no había nada.

La comisión especial se instala, delegan un fiscal ad hoc para buscar a Jaime. Y mientras realizan esta investigación, aparecen unas fosas en Pucayacu con cincuenta cuerpos, en las que encuentran el DNI de un señor que fue detenido el quince de agosto en Huanta por la marina, por eso concluyeron que todos (los de las fosas) eran víctimas de la marina. Pero todos los cuerpos estaban irreconocibles, porque estaban quemados con ácido. En ese tiempo no había forma de verificar el ADN. Prácticamente con autorización del nuevo fiscal que llegó enterraron a todos en dos fosas comunes.

¿De qué forma dieron a conocer lo sucedido con Jaime Ayala?

Al día siguiente me comuniqué con mi papá para que fuera a los medios de comunicación en Lima. Le dieron cobertura La República, Caretas, canales de televisión. El caso fue tan conocido en agosto que hasta en los crucigramas salía la foto de Jaime para rellenar.

La presión de la prensa fue grande -a esto se le sumó las marchas organizadas por la Asociación Nacional de Periodistas en Lima- y fue tal, que la marina sacó un comunicado indicando que sí ingresó, pero que luego salió a las afueras de Huanta con unas personas que eran terroristas –hasta eso inventaron los marinos-. Estos argumentos fueron desbaratados por la comisión, que en sus conclusiones indica que fue invento por los marinos para que repitieran los comuneros.

Ese era un momento de conmoción y confusión porque los marinos negaban el hecho, recién cuando interviene el Estado ellos asumen las cosas como son.

Porque después de reunirnos con el presidente, con la iglesia, después de una conferencia de prensa que realicé en el mismo mes de agosto en el congreso había muchas autoridades interviniendo… pero la marina no le hacía caso ni al comando conjunto para liberar a Jaime.

Ellos desobedecían las órdenes de un gobierno democrático, no sé qué pasaba, (los infantes de marina) actuaban como si fueran las únicas autoridades.

Como repito, después de casi dos semanas de detenido, los marinos aceptaron que sí ingresó, pero que salió a los quince minutos, cuando todos los testigos vieron que no salió todo el tiempo que ellos estuvieron, que fue hasta la noche. Ellos no aceptan que se quedó y que fue asesinado y desaparecido en esa base militar.

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Llega un momento en que el Estado no hace nada, el presidente prácticamente dice “dejen el tema”. Es ahí donde interviene la CIDH. ¿Cómo llegan a esta instancia?

Cuando vine a Lima, en agosto del 84, tomé contacto con muchas autoridades denunciando que mi esposo seguía detenido y no sabía si lo iban a liberar. Así conocí a un miembro de la Coordinadora de Derechos Humanos, que me recomendó mandar una queja a la CIDH.

Le dije a mi abogado que prepare la demanda, que enviamos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el mismo mes. Ya en el 86 sale la primera resolución que sale sobre el Perú, recomendando al Estado que sancione al responsable, busque al desaparecido e indemnice integralmente a la familia. En ese tiempo era el primer gobierno de Alan García, que ignoró lo que dijo la CIDH.

En ese momento el proceso ya estaba abierto. Primero intentaron hacer el juicio por el fuero militar, pero yo hice batalla para que no sea en el fuero militar –ahí siempre hay encubrimiento y no iba a encontrar justicia- y se convirtió en el primer caso de estos que pasa al fuero civil. Iban a ser juzgados militares, pero no en el fuero militar, sino en el fuero civil.

Uno de los principales acusados en ese momento era el comandante Álvaro Artaza Adrianzén, apodado “Camión”, y en ese momento se autosecuestra, desaparece. Desde ahí ya no había un acusado para seguir el proceso judicial, así que todo quedó en espera hasta que capturen al señor.

Pasados los años, lo único que hizo la comisión (interamericana) fue recomendar que cumpla el Estado. Pero el Estado no quiso implementar, no buscó, no hizo ninguna búsqueda para encontrar alguna fosa donde pudiera estar su cuerpo. Hasta que llega la ley de amnistía en el tiempo de Fujimori (1995), y se cierran todos los casos, incluyendo el mío, y no había esperanzas de encontrar justicia.

Recién en el año 2001 volví junto a otros familiares de víctimas y empezamos la lucha para que el Estado, con el presidente Paniagua, responda por esos desaparecidos, ya que igual que Jaime, había otros 500 casos a nivel nacional.

Desde el 86, que intervino la CIDH, hasta el 2000, pasando por la ley de amnistía ¿Qué otras acciones realizaban con el caso Ayala?

Lo que yo hacía cada dos o tres veces por año era reclamar justicia mediante los medios de prensa con reportajes. Seguía enviando cartas a la CIDH diciendo que obligue al Estado a que siga buscando, capture y sancione al culpable –que se había autosecuestrado sin que sepamos dónde estaba.

En ese tiempo lo único que hace la CIDH es enviar una comunicación al Estado pidiendo que busquen al periodista Ayala y sancionen al culpable. Pero no había otras acciones que pudiera hacer, tampoco el Estado. Antes, en los procesos judiciales, los acusados tenían que estar presentes para juzgarlos, ahora es diferente, ahora, aunque estén ausentes pueden seguir el proceso.

Entonces, el proceso judicial estaba estancado, la CIDH no podía hacer nada –solo recordarle al Perú que tenía un compromiso internacional y que debía sancionar-, el Poder Judicial no podía procesar al culpable porque estaba autosecuestrado, desaparecido –aunque ahora se sabe que está en Estados Unidos con otra identidad y una partida de defunción como muerte presunta.

El principal acusado en ese tiempo era el comandante Álvaro Artaza Adiranzén, y no se podía procesar porque estaba escondido, hasta que llegó la ley de amnistía y no se pudo hacer nada.

Solo me quedaba hacer visible el caso en los medios de prensa. Hubieron reportajes en muchos canales de televisión, en prensa escrita, pero judicialmente no podía hacer nada porque no estaba el acusado para procesarlo, y el Estado no quería cumplir con buscarlo porque no había ninguna instancia que lo buscara, porque el juez tenía que ordenar, pero no ordenaba la búsqueda a la fiscalía.

Todo estaba en espera, no había ningún avance, solo mis reclamos por justicia, sanción a los culpables y la búsqueda del desaparecido. Hasta el año 2001, en que la CIDH sí firma un acuerdo por 500 casos, incluido el caso de Jaime, en febrero, antes de que se cree la comisión de la verdad.

Esta nueva acción de la CIDH impulsó nuevas labores.

Sí. Es ahí cuando el Estado recién saca un decreto ministerial en el 2002, en el que se compromete a crear una mesa de trabajo por los 500 casos que verá la forma de procesar a los militares –porque el proceso ya había sido archivado-, cómo iban a buscar a los desaparecidos. Aparece una ley que anula la ley de amnistía, así que de nuevo podían iniciar todos los procesos, incluyendo el de Jaime, en la Fiscalía de Huanta, en el 2003.

Recién, desde el 2003 en adelante, se encuentra el proceso judicial, todo lo anterior queda anulado, pero sí queda el expediente, y el expediente principal del año 84 se recupera y es incluido en el proceso del 2003. Ahora ya no se procesa a la persona que está desaparecida (“Camión”), sino también a los jefes de la marina en ese entonces -eran 2 jefes de la marina y el jefe político militar, que era del ejército.

El proceso ahora empieza por los autores intelectuales, no los materiales, porque aún no se sabe –eso ya se sabrá en el desarrollo del juicio-; así que en el 2003 comienza con los autores intelectuales. Desde ese momento, en la fiscalía pasa una investigación que demora 6 años hasta llegar a la Sala Penal Nacional.

En la sala penal, el juez Omar Pimentel intenta archivar el caso, por eso, yo apelo a la Corte Suprema diciendo que no es justo que se archive, que era ilógico que, estando mi esposo desaparecido, habiendo responsables identificados -porque la comisión de la verdad había investigado e identificado a los responsables-, habiendo una comisión del año 84 que sabía que la marina desapareció a mi esposo… ¿Por qué un juez quiso archivar el caso?

La suprema me dio la razón, pero envió el caso nuevamente a la Fiscalía de Ayacucho, para que precise, individualizado, quiénes son los culpables y por qué; ya no generalizado como los jefes, sino nombre por nombre, quiénes de esos jefes eran los responsables. Otros años más se demoró hasta que regresó a la Sala Penal Nacional.

En ese transcurso hubo una exhumación de las fosas de Pucayacu, identificando a diez víctimas que, junto con Jaime, fueron detenidos en esa época –ya que junto con mi esposo otros comuneros, otros vecinos de Huanta, fueron detenidos por la marina-; entonces, en las fosas de Pucayacu deben estar esas personas, hasta ahora han identificado a diez de las cincuenta personas.

Toda esta etapa ha ido así hasta que, nuevamente, el fiscal de Ayacucho en el 2011 hace la denuncia penal con nombre propio, con dos acusados de la marina y el señor Huamán Centeno –jefe político militar-; desde ahí está en la sala penal, para que el juez haga la preparatoria del proceso judicial, mandando que se investigue más.

Así, hace dos años, pasa el caso al fiscal superior para hacer la acusación. El año pasado el fiscal superior hizo la denuncia por la desaparición forzada del periodista Jaime Ayala Sulca y otros, porque ya habían identificado a diez más –entonces no es solo por la desaparición forzada de Jaime y otros vecinos de Huanta, sino también por otros diez comuneros- que están dentro del proceso.

El caso es muy complejo porque tiene alrededor de 70 víctimas, porque la comisión de la verdad y el fiscal lo agruparon. No está individualizado el caso de Jaime, porque quieren hacer un caso patrón para probar que la marina, sistemáticamente, violó los derechos humanos en Huanta y son 70 víctimas de un mes, eso también ha hecho que todo se retrase mucho, porque hay más de 120 testigos, lo que hace el caso más complejo.

Ahora, en el año 2019, ya estamos a puertas de iniciar el juicio oral contra estos dos militares de la marina que van a ser procesados, porque el jefe político militar ya murió.

Pero, dentro del proceso judicial, se tomó testimonio como a cinco miembros de la marina que tienen código, y han declarado cómo se asesinó a mi esposo, cuántos días se le torturó, y por qué. Ahora, en el juicio oral, se va a tener que escuchar el testimonio de estos marinos arrepentidos, que son identificados con claves, y de acuerdo a estas investigaciones se sabrá quiénes son los autores materiales, porque los autores intelectuales, los que dieron la orden, son juzgados, pero quienes realmente asesinaron y desaparecieron el cuerpo aún siguen identificados con código, no se han identificado.

El último 12 de julio fue la audiencia de vista de causa en la Sala Penal Nacional, y el juzgado que preside la doctora Miluska Cano López es el encargado de evaluar la apertura del juicio ¿Qué espera de este trabajo que viene en un juicio que se abriría por primera vez?

Sí, es la primera vez que habría un juicio oral por este caso. Lo que yo espero es que se sancione a los culpables, los de la marina, y se identifique a los autores materiales que asesinaron a Jaime y escondieron su cuerpo.

Pero el caso es muy complejo por la cantidad de víctimas, y normalmente un proceso con tantas víctimas dura de tres a cuatro años. Espero que haya celeridad, porque la comisión interamericana está pidiendo al Estado Peruano que agilice, ha enviado documentos al Poder Judicial indicando que son 35 años de la desaparición de un periodista emblemático y debe darse respuesta a la familia, sanción a los responsables. Yo creo que por esto la sala penal agilizará, porque en otros casos ha demorado mucho más.

Espero que la doctora Miluska, que ve muchos casos de derechos humanos, dé celeridad y termine el juicio como debe ser, con los responsables de la desaparición de Jaime, que sean procesados como delitos de lesa humanidad –que es así la desaparición forzada- y que nos digan dónde está enterrado el cuerpo, que hasta ahora no sabemos.

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Hemos visto que tiene relación muy cercana con ANFADET (Asociación Nacional de Familiares de Asesinados, Desaparecidos, Ejecutados Extrajudicialmente, Desplazados y Torturados)

Sí. Desde el año 2001 nos organizamos los familiares de las víctimas de los 500 casos que juntó la comisión interamericana, todos familiares de víctimas de las fuerzas armadas, que no hemos encontrado justicia, sanción a los responsables, ni los cuerpos.

Así formamos esta asociación de familiares de víctimas, de desaparecidos, ANFADET, casos de la comisión interamericana, de la que yo soy dirigente fundadora desde hace muchos años.

Por seis años he sido presidenta y como organización hemos logrado muchas cosas, primero, que se reabran los casos, que haya una fiscalía especial de Derechos Humanos, que la sala penal procese los casos de derechos humanos –que antes no tenía estas salas-, que se apruebe la ley de desaparición forzada –que antes no existía, no había forma de calificar ese delito-, todas esas cosas las hemos logrado como organización luchando ante el congreso, así conseguimos la ley de búsqueda de desaparecidos –porque si no hay una ley, y tampoco presupuesto, la fiscalía nunca iba a buscarlos-, igual que la ley de reparaciones, la ley de educación de nuestros hijos huérfanos, la ley del SIS para las viudas y los hijos de víctimas.

Estamos en esa lucha como organización. Así también, como organización, hemos luchado por la creación del museo de la memoria, que ahora es el LUM, donde está toda la historia de la época del terrorismo, donde está toda la historia de las víctimas de las fuerzas armadas, como de Sendero Luminoso, la historia de los 20 años de violencia en nuestro país. Es por eso que nosotros, como organización, luchamos para que exista un museo y se pueda difundir lo que sucedió en nuestro país.

Es importante que las nuevas generaciones y la gente que viene del extranjero, los que no vivieron esta época, conozcan lo que pasó. A mí me contenta que muchas universidades, muchos jóvenes, se acerquen a conocer nuestra historia en el museo de la memoria, donde está también la historia de Jaime, hay un video mío contando el caso.

Todo esto lo hace importante, por el tema de memoria y reconocimiento a las víctimas, por eso, como organización, con ANFADET hemos recorrido el país porque he ido a conocer muchas ciudades, a buscar a los demás familiares de las víctimas, de los desaparecidos.

Hablando sobre el tema de memoria, sabemos que existen las reparaciones simbólicas ¿Qué tipo de reparación quisiera para el caso Ayala?

Durante muchos años, además de la creación del museo de la memoria, he pedido al Estado que pida disculpas públicas como reparación simbólica. Que pida perdón, porque quiénes mataron a mi esposo Jaime Ayala, fueron las fuerzas armadas, el Estado, igual que a otras víctimas.

El Estado tiene la obligación de repararnos simbólicamente, por eso he pedido una placa en el museo de la memoria en homenaje a los mártires del periodismo. En esa gestión hemos conseguido que, para el mes de octubre, por el día del periodista, se coloque una placa en el museo de la memoria por todos los mártires del periodismo, no solo Jaime, sino por los muchos periodistas más que murieron buscando la verdad, informando lo que pasaba en el país durante el tiempo de violencia, y que a todos se les reconozca como mártires y que el Estado ponga la placa a nombre de todos y pida disculpas a todos los mártires del periodismo.

¿Cuál es su reflexión en torno a este caso que ha marcado su vida?

Yo tengo una lucha de 35 años, igual que la mía hay muchas familias de miles de víctimas que no encuentran justicia. Lidiar con el Estado es muy difícil porque a muchas de las autoridades que han pasado desde los 80 al 2000, y en adelante, no les interesa las víctimas, no les ha interesado saber cómo salimos adelante, no les ha interesado saber si el culpable está vivo para que responda y sea sancionado por el delito que cometió, no les ha interesado saber si los familiares teníamos salud, si los hijos han estudiado… no les interesó nada.

Entonces, lo que nosotros hemos hecho es luchar y conseguir que reconozcan nuestros derechos como víctimas, pero lo hemos hecho nosotros, el Estado no ha tomado la iniciativa de decir “vamos a reparar el daño que causamos o que causaron los grupos terroristas”, no lo hicieron.

Nosotros empezamos la lucha como familiares, a pesar que hemos tenido que salir adelante solos, porque solos hemos tenido que sacar adelante a nuestros hijos, hemos tenido que luchar por darles educación y salud a nuestros hijos, y seguir luchando por justicia. Como familiares siempre hemos estado en esta lucha.

Ahora, en este caso, a 35 años de lo que pasó a mi esposo –un periodista aguerrido, un periodista que luchó por informar la verdad a su país-, solo pido que se haga justicia, que el Poder Judicial sentencie a los que mataron a mi esposo, que cometieron este delito de lesa humanidad, los que desaparecieron su cuerpo, porque ese es un dolor muy grande, porque cada día luchamos por saber qué pasó con él, dónde está su cuerpo, cuáles fueron sus últimas palabras, sus últimos pensamientos, es difícil lidiar con eso.

En mi caso tengo dos desaparecidos, mi padre y mi esposo Jaime, dos desaparecidos que en mi familia recordamos con un dolor muy grande y esperamos que los jueces entiendan el dolor que tenemos, porque es difícil vivir como familiar de un desaparecido, más que de un asesinado –porque se le entierra, hay una tumba-, pero no tener un cementerio que visitar, una tumba donde ir, el no enterrar su cuerpo como debería ser, una cristiana sepultura como debería ser, es un gran dolor para nosotros.

Esperemos que la jueza y los vocales del colegiado que van a juzgar a estos marinos entiendan el dolor de nosotros los familiares, que entiendan mi dolor y el de mi hijo, que haya sanción y encuentren el cuerpo de mi esposo para darle una cristiana sepultura. Es muy doloroso no encontrar el cuerpo, mi hijo siempre me dice “hubiera querido saber cómo era la voz de mi padre, saber cómo era mi padre, yo no pude conocerlo por culpa de esos militares”. Mi hijo también tiene un dolor grande hasta el día de hoy.

Espero que la jueza que preside la sala y sus vocales tengan en cuenta el dolor que pasamos. Solo espero esas dos cosas: encontrar el cuerpo y encontrar justicia.

Entrevista: Renzo Chávez

Fotos: Renzo Chávez / María Ceballos / Archivo / Internet