Mundial de Fútbol 1934: Mussolini ordena que Italia debe ganar el mundial

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Segundo Mundial de la historia. Uruguay, el único campeón hasta el momento, declina la invitación, ofendido aún por los desplantes que los equipos europeos dieron a su país en 1930.

La primera y la última vez en la que un campeón no ha defendido su título. Otro país que protestó junto a los uruguayos fue Argentina, que envió a un combinado compuesto por jugadores amateur.

El Mundial disputado en Italia estuvo empañado por el fascismo reinante.

Es una orden…

Benito Mussolini dejó varias anécdotas, todas ellas desagradables. Ya desde antes de empezar, la misión era clara.

El mandatario habló en estos términos al general Giorgio Vaccaro: “Hágalo como quiera, general, pero Italia debe ganar este Mundial”. Ante la respuesta de Vaccaro, prometiendo hacer todo lo posible, il Duce zanjó: “Creo que no me he expresado con claridad. Italia debe ganar el Mundial. Es una orden”.

Dado el éxito del primer Mundial y la accesibilidad de Italia para equipos asiáticos, europeos y africanos, se necesitó de una fase de clasificación por grupos.

En muchos casos, estos grupos estaban formados por únicamente dos equipos, por lo que era prácticamente una fase eliminatoria pura.

Un partido extraordinario se produjo en esta fase clasificatoria previa: Estados Unidos-México, no por un alto fútbol, sino por su localización: Roma.

No menos fatiga produjo el viaje a los argentinos y brasileños, ambos expulsados en primera ronda. Al seguir el sistema de octavos de final con eliminación directa, los sudamericanos recorrieron más de 10,000 kilómetros para jugar 90 minutos. Caro viaje.

.                                                                        Ricardo Zamora, portero de la selección de fútbol español.

Estos octavos de final dejaron otra anécdota para el recuerdo: el doblete de Kielholz, suizo y miope, jugando con gafas. El delantero helvético clasificó a su equipo para la siguiente ronda gracias a un disparo que salió desviado por un bache en el terreno de juego.

Por las buenas o por las malas

La influencia italiana llevó a los azzurri de Mussolini a la final. Los árbitros permitieron barbaridades como las cometidas ante España en cuartos de final, donde los italianos lesionaron a dos porteros rivales (Ricardo Zamora era uno de ellos) y salieron impunes. Después de un partido, la prórroga y otro partido de desempate, Italia se impuso 1-0. Los árbitros Louis Baert y René Marcet serían expulsados de la FIFA.

De aquella manera, los italianos se encontraban con los checoslovacos en la final.

Il Duce saltó de nuevo a la palestra, con una amenaza muy plástica contra sus jugadores, a los que anunció que “si no ganaban la Copa… ¡crash!”. Esta onomatopeya fue acompañada del dedo índice surcando el cuello.

Vittorio Pozzo, seleccionador de Italia, plantó cara en aquella ocasión: “Si en el campo demostramos más que Checoslovaquia, ganaremos. Si no, seremos subcampeones”.

Con todo y con esto, Checoslovaquia se adelantó en el marcador y, faltando poco, disparó a la madera. La vida de once italianos en liza. Raimundo Orsi recibió el balón a ocho minutos del final, disparó y el cuero hizo un efecto extrañísimo. Empate y victoria italiana en la prórroga.

Los árbitros, el fascismo y la suerte dieron el triunfo a Italia. De los árbitros pudieron dar fe los españoles cosidos a patadas, del fascismo y su presión, el general Vaccaro y unos jugadores bajo amenaza de muerte y de la suerte, fueron testigos un puñado de periodistas y fotógrafos, cuando Orsi, el autor del empate, probó a imitar su disparo al día siguiente para la prensa. La portería vacía y más de veinte intentos. Irrepetible.

Foto: libertaddigital.com