Mundiales de fútbol: Zaire y sus peculiares gustos culinarios en Alemania ‘74

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Si hay un evento deportivo importante en el planeta, es el Mundial de Fútbol de la FIFA. Una justa deportiva que cada cuatro años y desde 1930 reúne lo mejor de las mejores selecciones de los cinco continentes y las enfrenta para verdaderas pugnas por la gloria.

En la lucha por conquistar la tan ansiada Copa asoman anécdotas o hechos insólitos que le dan otro sabor a esta competencia de tinte universal. Esta es la segunda entrega de dichas historias:

MONOS A LA CARTA

La selección de Zaire causó sensación en Alemania, pero no por su juego dentro de la cancha -fue derrotada 2-0 por Escocia, 9-0 por Yugoslavia y 3-0 por Brasil- sino por sus particulares gustos culinarios. Al llegar al aeropuerto de Frankfurt, los agentes de la aduana local se sorprendieron al descubrir que en las maletas de la delegación africana había 20 monos muertos. Cuando preguntaron a los dirigentes y futbolistas qué hacían los cuerpos de los animales entre los zapatos y las casacas explicaron que los habían llevado para comerlos.

“El mono asado es un plato que nos deleita, y aquí no se consigue”, explicaron los zaireños a los perplejos empleados aduaneros. Cuando salieron de su asombro los agentes permitieron a los africanos pasar con su preciado manjar.

BORRACHINES

Los jugadores polacos llegaron a Buenos Aires con equipaje extra: 380 botellas de vodka. El técnico Jacek Gmoch les permitía a sus muchachos beber alcohol y fumar, “siempre dentro de los límites tolerables”. Como la delegación polaca era de 35 personas, a cada jugador le correspondieron algo más de diez botellas de vodka para su estadía de un mes en la Argentina. Un “límite tolerable” bastante discutible para un deportista profesional. Otros que le dieron duro al licor fueron los escoceses. El personal del hotel de Alta Gracia, Córdoba, donde estuvo concentrada la delegación británica, debió realizar horas extras para recoger la gran cantidad de botellas vacías de whisky y otras bebidas espirituosas dejadas por los futbolistas al abandonar el lugar.

CAMISETAS PRESTADAS

El 10 de junio, Francia y Hungría sorprendieron a propios y extraños al salir al campo de juego del estadio Ciudad de Mar del Plata con idénticos uniformes totalmente blancos, curiosamente los colores “suplentes” de ambos combinados. La equivocación se sustentó en un error en la comunicación oficial de la FIFA, que entendía que los colores azul de la selección gala y rojo de la escuadra magiar podían confundirse en los televisores “blanco y negro” de la época. El verdadero problema se suscitó cuando el árbitro brasileño Arnaldo Coelho llamó a los capitanes: ninguno de los dos equipos tenía un juego de casacas de repuesto. Cuando parecía que la confusa situación quedaba sin solución, un dirigente del club marplatense Kimberley ofreció prestar un equipo completo de camisetas. La oferta fue rápidamente aceptada, y cuarenta minutos más tarde

Francia apareció en el terreno vestida a bastones verticales verdes y blancos. Como la numeración de las remeras era “de corrido” del 2 al 16, Dominique Rocheteau y Oliver Rouyer actuaron con el 7 y el 11 en la espalda, y el 18 y el 20 en el pantalón, respectivamente.

PERSECUCIÓN Y RECOMPENSA

Una semana después de la derrota argentina en el partido inaugural, causó sorpresa que el arquero belga Jean-Marie Pfaff se presentara en el hotel Montiboli de Villajoyosa, Alicante, donde concentraba la delegación albiceleste. Pfaff había llegado en un automóvil particular desde Elche -ciudad donde se alojaba la selección de Bélgica, situada a unos ochenta kilómetros de allí-, y al presentarse ante uno de los directivos argentinos explicó que quería “cumplir uno de los sueños de mi vida: fotografiarme junto a Diego Maradona”. “Es un extraordinario jugador, el mejor del mundo. Al menos, quisiera estrechar su mano”, indicó el arquero. Luego de esperar media hora en la recepción, Pfaff fue autorizado a pasar a uno de los salones.

Quince minutos más tarde, el guardameta salió exultante por haber cumplido su anhelo, pero más porque se llevaba, como souvenir, una camiseta autografiada por el “diez” argentino. Cuatro años después, intercambiaría su casaca con el mismo Maradona, al finalizar la semi que la Argentina ganó 2-0 en el estadio Azteca de México.

MÉTODO ORIENTAL

Periodistas europeos que tuvieron acceso al campamento coreano en Udine se sorprendieron con los extravagantes sistemas de entrenamiento del técnico Hoe Taik Lee. El entrenador hacía levantar a sus jugadores a las cinco de la mañana y sólo les permitía desayunar a las cuatro de la tarde. Después de intensas sesiones que incluían ejercicios marciales, los futbolistas eran masajeados con extrañas cremas preparadas sobre la base de cebollas. A los que sufrían con le elevada humedad de la región de Friuli, se les proporcionaba un enorme vaso que contenía aceite de oliva mezclado con coñac. Estas originales recetas no demostraron ser muy útiles en la práctica: Corea perdió sus tres partidos del grupo E ante Bélgica (2-0), España (3-1) y Uruguay (1-0).

CARTERO

Con motivo de la popularidad adquirida por el arquero argentino Sergio Goycochea en la Copa, gracias a su destreza para detener penales, el Correo Argentino se encontró con un problema para administrar las decenas de miles de cartas de admiradores enviadas al jugador. Para agilizar el despacho de la gran cantidad de sobres, decidió asignar a la casa de la familia Goycochea un código postal exclusivo: 0004 Lima, Buenos Aires. La selección del número no fue casual: cuatro fueron los disparos atajados por “Goyco” en las definiciones ante Yugoslavia e Italia.

PELUCA POR FINAL

El arquero búlgaro Boris Mihailov se mostró tan efectivo como coqueto. Gran figura de su equipo en octavos de final -en cuya definición por tiros penales, ante México, atajó dos- y en cuartos -en el histórico triunfo 2-1 ante Alemania-, Mihailov se destacó también por su vanidad. Además de sus guantes, el guardavalla lucía como “indumentaria” un prolijo peluquín.

El búlgaro reconoció ante la prensa el uso del postizo, que permaneció adherido a la cabeza más allá de los revolcones, pero para minimizar su coquetería, aseguró que si su equipo superaba a Italia en la semifinal, lo lanzaría a la tribuna. “No lo dudo, cambio mi peluquín por la final”, aseguró. Mas el destino quiso que Bulgaria perdiera con Italia, y luego repitiera la caída con Suecia en el partido por el tercer puesto, por lo que Mihailov mantuvo a buen recaudo su brillante calva.

GUARANÍ

El idioma guaraní fue una importante herramienta para los paraguayos que enfrentaron a España por el grupo D. Buena parte del valioso empate sin goles que le permitió a la selección sudamericana pasar de ronda -y al mismo tiempo mandar a los ibéricos a casa- se debió a que sus jugadores se valieron del guaraní -el idioma nativo de su país- para darse indicaciones dentro de la cancha. Los españoles advirtieron la exitosa táctica y pretendieron hacerla suya, ya que casi todos hablaban una segunda lengua ibérica. Claro que la jugarreta no dio resultado, porque el uso del catalán, el vasco o el gallego llevó más confusión que solución.

PRIVILEGIADO

El japonés Hidetoshi Nakata tuvo un curioso privilegio durante la Copa. El delantero no compartió con sus compañeros el hospedaje donde se había montado la concentración nipona, sino que alquiló de su propio bolsillo, una suite en el último piso de un lujoso hotel de Bonn. El entonces jugador de Bolton de Inglaterra sólo se reunió con el resto del equipo para los entrenamientos y los partidos.

Nakata fue titular en los tres encuentros que disputó su selección, pero tuvo un desempeño flojo y no marcó goles. El equipo japonés fue eliminado en primera ronda tras caer 3-1 con Australia, igualar sin goles con Croacia y ser vapuleado 4-1 por Brasil.

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