24 de mayo, nunca más

 

No fueron 328 sino una cifra mucho mayor los muertos en la tragedia del 24 de mayo de 1964 en el estadio Nacional durante el partido entre las selecciones de Perú y Argentina por la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio.

Las personas de aquella generación recuerdan con modulada sintonía lo ocurrido esa tarde nefasta en que murieron aplastadas contra las puertas metálicas los hinchas quienes presos de pánico buscaban las salidas para escapar de las bombas lacrimógenas.

El gol de Kilo Lobatón anulado por el árbitro Ángel Pazos encendió la mecha. Los enardecidos hinchas enfurecidos por el cobro, quería cobrar justicia contra el colegiado.

El Negro Bomba burló la vigilancia policial enfiló hacia el réferi para dejarle un recuerdo. La policía se repuso y de una zancadilla el justiciero cayó de bruces. Ello enfureció más a los hinchas.

El comandante Azambuja, el de mayor rango, ordenó que se disparen las bombas lacrimógenas con el propósito de calmar a los furiosos que estaban en las tribunas.  No entendieron el mensaje.

Lo que vino después fue un escenario de dolor y tragedia. Los hinchas que pugnaban por ganar la salida fueron directos a una trampa mortal. Las puertas metálicas estaban cerradas. Las cortinas de fierro cedieron, pero doblegadas por el gentío que se había convertido en arietes humanos.

En esas puertas muchos encontraron la muerte. Niños, jóvenes, ancianos, también mujeres, encontraron horrible muerte.

En las afueras del estadio Nacional empezaron apilarse los cadáveres. Diez dijeron al comienzo, las cifras subían conforme pasaban las horas. Los heridos eran recogidos por las ambulancias que liban y venían para tratar de salvar a los que pudieron sobrevivir.

Al día siguiente todo el drama contado en los medios, imágenes de espanto y declaraciones de llorosos familiares daban cuenta de la magnitud de la tragedia en el primer recinto deportivo del país.

Han pasado los años y todavía hay quienes vivieron y fueron parte de la mayor hecatombe del fútbol peruano.

Al final de las investigaciones, nadie fue preso. No he encontraron a los culpables. Y acaso del Negro Bomba fue señalado como el incitador de la tarde negra del fútbol peruano.

Así, el tiempo no termina de curar las heridas. De los deudos que todavía lloran a sus familiares muertos en la terrible tarde del 24 de mayo de 1924.

Hoy tenemos la mejor hinchada del mundo, se haberla tenido antes, tal vez no se sucediera aquella tarde de terror.

 

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