Sus ojos estaban pegados a la televisión, hablando como si estuviera conversando con los jugadores. Cuando surgía la oportunidad de hacer un gol, gritaba: “vamos”, “adelante”. Ese era mi sobrino de 4 años mirando uno de los partidos de fútbol del Mundial 2014 en Brasil, aficionado a un equipo que ni siquiera era de su país.
El fútbol parece estar en la sangre de los niños desde muy pequeños. Cuando este sobrino empezó a caminar ya jugaba con su pelota todo el tiempo. Me imagino cuantos niños y adultos estuvieron también con sus ojos pegados a la tele durante la Copa América 2015, que dio a Chile la oportunidad de ser el campeón por primera vez en su historia futbolística.
El fútbol trae muchas alegrías a los que lo miran y lo juegan, pero también exige mucha disciplina y entrenamiento.
Participar de una competición como la Copa América es seguramente un sueño para muchos que tanto se esfuerzan, pero este año aproximadamente 20 jugadores perdieron la oportunidad debido a las lesiones que tuvieron.
Hoy día las lesiones más comunes están en las articulaciones o músculos, muchas veces por la intensa preparación física, y por las vitaminas y estimulantes que muchos atletas toman. Podríamos preguntarnos entonces, si el deporte que debería ser una actividad saludable, no se ha convertido, en algunos casos, en extrema competición, negocio o en algo no muy saludable.
Los aficionados que ven los partidos de los campeonatos mundiales en la televisión, no lo sienten tanto. Además, es natural el entusiasmo que sienten todos para que su propio país gane el partido. Sin embargo, sin darse cuenta, tanto los televidentes como los que están en los estadios, muchas veces dejan que se desarrolle un sentimiento de rivalidad hacia los jugadores del otro equipo, o incluso hacia las personas del otro país. Tales sentimientos afectan la estabilidad emocional de la persona y quizás hasta la salud física. Como los sentimientos son el resultado de lo que uno piensa, y los pensamientos están conectados con la salud, es siempre bueno evaluar lo que uno está pensando para evitar problemas.
Solo para ilustrar mi punto, les voy a contar lo que le pasó a José. Él no estaba mirando un partido de fútbol, pero solía jugar con un equipo de personas de un país que tiene rivalidades con su país de origen. Esa rivalidad era evidente en las prácticas, porque le hacían pases largos. En una de esas prácticas, José tuvo una distensión muscular muy dolorosa en una de sus piernas, y decidió dejar de jugar y simplemente ver la práctica sentado.
Mientras observaba a los jugadores, se le ocurrió que quizás su manera de pensar y la rivalidad que experimentaba en el equipo por la diferencia de nacionalidades, tenían algo que ver con el dolor que sentía. Lo tranquilizó el hecho de reconocer que, espiritualmente, todos son iguales, nadie es mejor o peor que el otro, y todos tienen un mismo origen espiritual: el Amor.
Decidió no volver a jugar hasta resolver su propio conflicto interior. Dos semanas después, vino a la práctica sano y con otra actitud mental, sintiendo que sólo el Amor podría motivar a sus compañeros y a él mismo. Pudo jugar bien con todos, e incluso a partir de allí, logró desarrollar buenas amistades con miembros del equipo.
Este ejemplo me hace pensar en la importancia de ver un partido de fútbol con la misma pureza y alegría de un niño, y preguntarnos si quizás muchas lesiones no podrían acaso ser sanadas o evitadas, si se jugara con una comprensión más profunda del amor al prójimo y del Amor que a todos nos une.
(Escribe: Leide Lessa, maestra y conferenciante de la Ciencia Cristiana y escribe sobre la relación entre el pensamiento, la salud y el bienestar. Twitter; @LeideLessa).