Una españolita en París

 

Se llama María de los Remedios, pero sus amistades en Madrid prefieren llamarla Reme. Hace un par de semanas, consiguió por fin que su madre, una querida amiga mía, la dejara viajar sola a París. Su amiga de allá, que tenía como ella 17 años, prometió por teléfono que la acompañaría todo el tiempo y la cuidaría «como una madre, ja, ja.», lo que dijo en el chat para conseguir la autorización materna.

Reme, a quien llaman Rem en París, llegó allá por la mañana del 13 de noviembre. Su amiga Claire era, de verdad, encantadora. Aunque sólo se habían visto en la web, se sintieron de inmediato hermanas. «Adivino qué es lo que te va a gustar», le dijo apenas al verla, y unas horas más tarde, estaban en el teatro » Bataclan», listas para escuchar a la banda de rock estadounidense Eagles of Death Metal. Las acompañaba Nathan, el novio de Claire.

Al principio, el concierto era extraordinario. Pero todos sabemos lo que ocurrió después. Las puertas del Bataclan se convirtieron en las del infierno cuando tres hombres armados con fusiles y explosivos entraron y abrieron fuego contra los asistentes y mataron a 89 personas. Esta fue la mayor pérdida de vidas en los ataques aquella noche en la capital francesa en la que murieron 130 personas. El autodenominado Estado Islámico se atribuyó la responsabilidad de los atentados.

La mayoría de los criminales resultaron muertos o están siendo perseguidos. No obstante, la culpa no es completamente suya. Lo es de quienes dirigen en pleno siglo XXI una animalesca guerra a la que califican de “santa”.

Desde el fondo de la historia, avanzan los carniceros soldados de ese conflicto que es contra todos y en nombre de nadie. En Nueva York, bestias como ellos derritieron en el 2001 dos edificios y calcinaron a 3 mil personas. En Irak y Siria, avanzan con las cabezas de sus víctimas o las hacen cavar fosas junto a las cuales las degüellan.

Los más antiguos monumentos de la cultura humana han sido destruidos por los yihadistas porque los consideran sacrílegos. Por fin, han declarado que su próximo objetivo es Egipto donde piensan dinamitar las pirámides. Su próximo atentado podría ser contra el Museo de Louvre. Como en todas las “guerras santas” (las Cruzadas, por ejemplo), son incitados por individuos enloquecidos que falsifican para ellos una religión respetable.

No hay justificación para tanta barbarie. No levantan ellos la bandera de reivindicación social alguna. La causa palestina no les pertenece. La religión musulmana no los reconoce como creyentes; antes bien, islamistas de todo el mundo reclaman que pronto sean destruidos para evitar que se les confunda. No es, por fin, un choque de civilizaciones. A excepción del avaricioso y reducidor gobierno turco que compra antigüedades y petróleo a los saqueadores, no hay nadie en el mundo que alce la mano por ellos.

Y finalmente, ¿qué pasó con Reme?… Nos cuenta por teléfono que ante el sonido de las balas, todos corrieron hacia uno y otro lado, y que ella buscó refugio tras de una puerta interna del teatro. De allí, emergió el cañón humeante de un fusil y los ojos sanguinolentos de un hombre que apuntaba contra ella. Sin embargo, cuando oprimió el gatillo, dos cuerpos se le interpusieron y cayeron sobre la españolita. Eran Claire y Nathan que la estaban buscando y que fueron atravesados por decenas de balas.

No han triunfado las bestias. Todavía, no. Pero logran una victoria cada vez que racistas como Donald Trump encuentran razones para sus causas de odio o cada vez que nos enredamos en los pantalones inventando explicaciones antisemitas a la matanza de las Torres o tratando de objetar la alianza internacional contra la bestialidad yihadista.

La joven que fue a París está de vuelta en Madrid y hoy más que nunca cree en el amor de los amigos francesitos que dieron su vida por salvarla. Se suele admirar el valor de los kamikazes. Creo que más admirables son quienes se sacrifican por amor, y no por odio,,, y eso porque el corazón de los buenos sigue hablando.

 

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