El sutil aguinaldo político: o lo tomas o lo dejas

 

No me queda duda. El barbudo portador de presentes navideños no ha sido muy generoso con el sufrido pero al mismo tiempo esperanzado pueblo ciudadano. Le ha dejado el aguinaldo de diecienueve fórmulas de candidatos a la presidencia de la república, con sus correspondientes vicepresidencias, que a pocos contenta y a muchos no satisface. Debemos de creer que el esperado visitante decembrino ha considerado pertinente que eso es lo que se merece el impaciente elector costeñoandinoamazónico de estas tierras. O caso contrario no ha sabido aquilatar los desvelos de quienes sueñan, año tras año, con gobernantes que, sin salirse de las anchas alamedas de la democracia, enrumben al país hacia el logro de una convivencia donde impere la justicia social, el respeto mutuo como seres humanos y consecuentemente la paz.

Bastaría con analizar algunas de esas fórmulas presidenciales para, de alguna manera, darle la razón al repartidor de los anhelados aguinaldos e interpretar su sutil mensaje de lo tomas o lo dejas. Para comenzar tenemos lo ocurrido con el matrimonio político de Alan García Pérez, otrora impetuoso y joven jugador en esta clase de lides, capaz de enfrentar solo todo tipo de obstáculos, pero que ahora, derrotado por el avance de los años e impulsado por otras razones, no tiene escrúpulo alguno en convivir con quien ayer lo acusó y lo denunció como un vulgar ladrón y pillo de sietesuelas. La tinta con que Lourdes Flores Nano escribió parte de esa historia no se ha borrado. Ella ahora le acompaña y conforma una suerte de pareja conyugal que se arropa dentro de las sábanas del quehacer político. Esto a pesar de que existen nuevos señalamientos como el referente a los narcoindultos, que trascienden lo acontecido en la administración de justicia.

Algo similar sucede en los predios del fujimorismo. Keiko Sofía no pierde el tiempo en cuestiones éticas, acepta y recibe a cuantos le pueden sumar votos o por lo menos diseñar una imagen que la muestre como distinta a la heredad de su progenitor, hoy en prisión como violador de los derechos fundamentales de la persona humana y otros delitos graves que los tribunales, en su momento, supieron ventilar y evaluar antes de condenarlo con pena privativa de la libertad. No de otra manera se puede encontrar explicación a la presencia de individuos como Vladimiro Huaroc, supuestamente leal a la memoria del extinto y paradigmático defensor del pueblo, Jorge Santistevan de Noriega, y después candidato a la vicepresidencia de la república en un bisoño y hasta diríamos ingenuo movimiento que, bajo la denominación de Fuerza Social, creía que desde una izquierda de salón se podía enfrentar a la corrupción, al crimen organizado y sobre todo a quienes les importa un pepino aquello de que la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado, tal cual reza en la constitución política. En palabras sencillas, si en su momento Alberto Fujimori, tuvo como consejero de cabecera a su Vladimiro Montesinos, hoy Keiko Sofía tiene su Vladimiro Huaroc, salvando distancias y tareas distintas.

No me voy a detener en ese conglomerado de ciudadanos, verdadero aluvión de políticos con diversa vocación e intereses personales parafraseando al difunto Andrés Towsend, que han sido atraídos por César Acuña, ni en el arca de Noé que sin entusiasmo juvenil que antes le acompañaba, se desplaza Pedro Pablo Kuczynski, señalado como lobbista de grupos transnacionales, sino más bien en algo sorprendente, inexplicable. Se trata de la presencia de Susana Villarán en la plancha presidencial de Daniel Urresti, un general en retiro, del arma de inteligencia, exageradamente ligero de boca, a quien se vincula como un militar que tuvo intervención mediata en el asesinato del periodista Hugo Bustíos. ¿Qué hizo que ella tomara un camino distinto al que tenía, como persona respetuosa del derecho a la vida? No está claro, por más que exculpe por adelantado y sin fundamento serio a quien está inculpado de delito tan grave. Ha caído impulsada por razones que guarda en su conciencia. Será difícil que quienes le acompañaron en otras épocas le devuelvan credibilidad, por no decir imposible. Una lástima tener que ocuparse de casos como éste.

Estos presentes son los que ha dejado en esta Navidad el personaje de la barba blanca a una ciudadanía que, contra lo que dicen las encuestas de opinión, no ha madurado su decisión. Es verdad que hay quienes llevados por lo que difunde el poder mediático, han adelantado lo que piensan. Pero eso no es definitivo, todavía hay mucho pan por rebanar. Y además hay un treinta por ciento de electores, que se mantiene en la incertidumbre. ¿Qué vendrá luego de Año Nuevo? Todos mutuamente se desean días de prosperidad. Ojalá que eso ocurra en la vida política del país.

 

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