Después de la Navidad: ¿se nos acaba la bondad?

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Llegó la Navidad y todo es felicidad. Que simple sería la vida sí un slogan como éste fuera suficiente para resumir las fiestas. La realidad es muy distinta, vivimos en un mundo polarizado donde mientras unos festejan, otros tienen que seguir soportando la pesada carga en que se ha vuelto sus vidas.

No es cuestión de ser pesimista, ni de aguarle la celebración a nadie. Se trata más bien de poner en vitrina el verdadero significado de la Navidad, muy distante del mercantilismo que recorre las calles y al que nos hemos acostumbrado de manera indeleble. El nacimiento de Jesús debe ser una fecha de reflexión.

De recordar que no estamos solos, ni somos islas, compartimos un mundo donde las injusticias más atroces se suceden día a día. Y ¿qué especie de regalo le damos a Dios al esconder estas situaciones “debajo de la alfombra” para poder celebrar sin sentimiento de culpa alguno?, como sí, por ejemplo, la pobreza y la miseria fueran meros cuentos.

Y eso que no se trata de deprimirnos, ni de poner “cara fea”, más bien de ubicar opciones donde podamos ayudar. Vamos a usar un recuerdo televisivo justamente de un actor que hace poco más de un año nos dejó, Chespirito. El Chavo del 8 celebraba la Navidad en casa del Señor Barriga, y le regalaron al “niño del barril” un camión de juguete que él prefirió entregar al hijo de la portera, pues reconoció a alguien más necesitado.

Todos tenemos un papel que desempeñar en el objetivo de darle una verdadera fiesta de cumpleaños al Niño Dios. Ya sea ayudando a aquella familia que seguramente conocemos y sabemos que la está pasando mal. De organizar una chocolatada para pequeños que te van a agradecer con una sonrisa que vale más que cualquier obsequio. De acordarnos del señor que nadie lo visita, en fin.

Los peruanos somos imaginativos para muchas cosas, seamos creativos para hacer de la Navidad una fiesta inolvidable y tengamos en mente que no se trata de una fecha y ya, el 26 de diciembre a otra cosa. Un regalo para Jesús debe ser un compromiso serio, algo que genere un cambio para otra persona, y no sólo maquillaje navideño.

Tengo presente un pasaje bíblico que no está directamente relacionado con la Navidad, el de Caín y Abel. Cuando el hermano mayor asesina a su hermano pequeño, Dios pregunta: Caín ¿Dónde está Abel? Y el desgraciado responde “No sé, acaso soy el guardián de mi hermano”. Pues sí, somos los guardianes de nuestro prójimo y esa misma pregunta Dios nos la puede estar haciendo ahora.

Cierro esta columna deseándoles a todos mis lectores una ¡Feliz Navidad! Y también esperando que tengan la oportunidad de darles una Feliz Navidad a otros, es propicio compartir, sólo así la fiesta estará completa. Recuerden, la bondad no es exclusiva para la fiesta, sino para todo el resto del tiempo.

 

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