Felizmente casada

 

Que difícil es ser mujer en muchos lugares del mundo, más si eres una sencilla mujer trabajadora, aún en aquellos lugares donde el desarrollo es una grande y nueva realidad.

Uno de los más importantes diarios digitales españoles informa que la hindú MuktaChandolia (que no había llegado siquiera a vivir un tercio de su esperanza de vida) murió un día antes de su boda. Quien se convertiría en su esposo para siempre, en apenas unos días, furibundo, la empujó por una ventana del quinto piso de un edificio. Momentos antes, ella había discutido -acaloradamente- con el hombre que amaba, éste le pedía algo muy simple y usual entre los hindúes, siguiendo las tradiciones: que ella aumente a 8,000 dólares aproximadamente, la dote matrimonial. Ella no quería hacerlo (tal vez no podía más) y sus familiares la apoyaban, pero su amado futuro esposo quería que ese patrimonio, sea mayor. Los economistas, que algo saben de la pobreza, afirman que esta costumbre impacta en la pauperización de las mujeres hindúes.

En el caso que narramos, la dote matrimonial, en la India, tienen un profundo significado para el sistema social, y en su nombre, muchas mujeres al no poder satisfacer las expectativas de sus amados, se suicidan o como ahora son asesinadas por sus exigentes comprometidos. Para un observador de estas prácticas culturales, resulta absurdo enterarse que afecta, también, a la familia, porque es frecuente que las madres, ansiosas por ver a sus hijas, felices de estar al lado de hombre señalado y que de pronto perciba que no se podrá cumplir con el infame requisito de aportar la dote, se suicidan. Las mujeres leales a las tradiciones son las que refuerzan estas tradiciones, cumplir es poder casarse y vivir felizmente casadas. Es la institución del sumangali.

DivyaSoundiyal, un día apareció muerta, todos creyeron se había suicidado. Un tiempo después su esposo confesó que la asesinó porque ella rechazaba seguir pagándole más dinero por concepto de dote matrimonial. El asunto siendo dramático, podría parecer menor, pero las mujeres jóvenes muertas por esta causan suma hasta 4 en un solo mes. En el pasado año, se denunciaron 9.800 casos de violencia causados por la dote matrimonial.

No pretendemos realizar un ejercicio de antropología trágica, pero los impactos de estas costumbres, fundamentalmente, se manifiestan en los sectores populares, particularmente entre las mujeres trabajadoras, a quienes reunir la dote matrimonial la obliga a grandes esfuerzos e inverosímiles sacrificios. En los sectores pudientes de la sociedad, es la codicia de la futura pareja la que crea situaciones de explotación e indignidad para la mujer enamorada, así lo constata el Centro de Investigación de Corporaciones Multinacionales de Holanda, en un documento denominado el Informe SOMO (por las siglas en holandés del Centro), en el que sintetiza la “brutal explotación laboral a la que están sometidas miles de adolescentes y mujeres trabajadoras”, en la India, en las fabricas de tejido e hilado, en donde laboran más de 100.000 mujeres menores de 18 años, en un sistema de explotación inhumano y en condiciones deplorables. Un verdadero centro de moderna esclavitud en la industria textil de la India.

Las mujeres jóvenes trabajadoras de la India, como todas las mujeres del mundo, quieren trabajar decentemente para vivir con dignidad, en este caso, hay entre ellas muchas mujeres menores de edad, que lo hacen porque están buscando una dote que les permita “vivir felizmente casadas” en un futuro muy próximo. Animadas por este deseo, sin mayores objeciones (tampoco tienen otras posibilidades laborales) firmarán un “Contrato Sumangalí”.

Las muchachas que desean trabajar urgentemente, provenientes de las zonas pobres son captadas por “reclutadores” que ganan en promedio 10 dólares, por cada contrato firmado. Captarlas es muy sencillo, pues la propia familia de la joven con deseos de trabajar la entrega a los “reclutadores”. En primer lugar, firman un “contrato de aprendizaje”, en realidad un pre contrato laboral, que establece un periodo de vigencia de 3 a 5 años y señala el salario que percibirá la “aprendiz”, que es de 60 dólares mensuales, monto del cual la empresa deduce el pago de la comida y vivienda que le da a la empleada. La vivienda es una habitación que tiene en promedio 60 literas.

Las jóvenes trabajadoras, acometen con gran entusiasmo sus labores, después de 5 años percibirán casi mil (1000) dólares, que será su puente a la felicidad. Ella utilizará el dinero ahorrado para pagar su dote matrimonial, se podrá casar con los mil dólares, mil dólares que la convertirán en una mujer ¡felizmente casada!, que hace se les quite hasta el rencor que despertó en ellas el ignominioso “Contrato Sumangali”, que en su idioma Tamil significa precisamente eso, un supremo estado civil. Es un modelo contractual prohibido desde el año 2009 por la justicia de la India, sin embargo, es vigente y utilizado por muchas empresas, incluso las grandes marcas globales. Algunas de estas han manifestado no trabajar con empresas que usan estos contratos y que tienen formalmente prohibido a sus proveedores trabajar con las que practiquen el Sumangali. No es del todo así.

Las prohibiciones no han acabado con esta costumbre, ahora la dote matrimonial se la disfraza de “regalos” para los familiares del novio o en todo caso, la familia se siente moralmente obligada a afrontar los gastos de la boda. Organizar la ceremonia incluye joyas, vestidos y bienes materiales tanto para la novia como para la familia del novio, por 9.000 dólares aproximadamente. Un gasto exorbitante en un país con un ingreso per cápita de 1,500 dólares (BM. 2014).

Desde muchos frentes, se impulsan iniciativas para acabar con estas prácticas de contratación, que agreden la dignidad de la mujer trabajadora, por inicuas y brutales. Sindicatos y federaciones europeas han unido sus fuerzas y estrategias para actuar frente a estos abusos. La UNICEF y otras entidades propician la formación de colectivos de trabajadoras y trabajadores, empresarios, instituciones locales, sobre los derechos humanos y del trabajo (salud, contratación, empleo) orientados a luchar, rechazar socialmente y erradicar las prácticas del Sumangali.

No son pocas las mujeres y familias que debido a la costumbre ancestral de casar a las hijas quedan arruinadas, pero no importa, se ha evitado un fracaso aún mayor para la conservadora sociedad india, la soltería.