Aliancistas de poco corazón

 

Barcelona campeón de la Liga BBVA, vergüenza en el fútbol argentino con la sanción a Boca Juniors para seguir en la Copa Libertadores y el bochorno atizado en Matute por el descontrol de los jugadores de Alianza Lima que motivó cuatros expulsados más el técnico Guillermo Sanguinetti, marcaron un agridulce fin de semana.

Los catalanes tienen motivos de sobra para la celebración y los argentinos verán como matan sus pulgas con el escándalo en el clásico Boca-River, pero en el Perú la hacemos linda para ensuciar la pelota.

Los jugadores de Alianza Lima, me refiero a los expulsados, equivocan agallas con matonería. El Fair Play a un lado, la ofuscación y la ira por el otro frente, desbordaron el sentido común para que el comportamiento animal, irracional, apareciera como un atajo para desconocer la superioridad del rival.

Garcilaso fue mejor, sin duda. Mereció el triunfo, claro está. Lo de Alianza Lima fue un atropello a la tolerancia. Qué pensarían los expulsados. Que podían torcer la decisión del árbitro. De repente, una ayudita para evitar la derrota. Una vil treta porque los partidos se ganan con fútbol y goles.

El perjudicado de todo esto no son los expulsados, tampoco el técnico que encontró en la renuncia como escape a su mediocridad y mejor solución para que se apague el incendio.

Se ve que Pablo Míguez, Marcos Miers, Cristian Cueva y Gabriel Costa no tienen cariño por Alianza Lima. Lo que hicieron no es actuar con corazón sino con la manguera puesta en el desagüe de sus propias inmundicias.

Alianza Lima no necesita de esta clase de jugadores que creen que colgando disculpas en las redes sociales obtienen el perdón de sus pecados. No es así. Deben pagar por sus errores aunque ello ya pertenece a las autoridades del club tomar una decisión.

Los expulsados no han actuado con la prudencia y la experiencia que otorga herramientas para manejar situaciones adversas. No son niños para enseñarles normas de conducta.

Lo hecho es una afrenta a una institución como Alianza Lima que tiene historia y una trayectoria que defender. De la forma cómo actuaron, fue obrar sin corazón por el equipo que los alberga.

El clásico está en la vuelta de la esquina y es deber de los aliancistas poner la cara para resolver el partido. El once que deberá jugar, deberá hacerlo con la furia deportiva que el deporte permite, de ninguna manera con la matonesca actitud de los destructores del buen fútbol.

 

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