Perfil psicológico de un descuartizador

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Los dos recientes descuartizamientos  registrados en Lima ponen nuevamente  al tapete estos escabrosos casos, perpetrados con pasmosa serenidad y cuyos móviles varían desde el ensañamiento por venganza, obstruir las investigaciones policiales o móviles originados por tortuosos traumas.

En nuestro país los crímenes seriales, a semejanza del emblemático y no resuelto caso del británico Jack el Destripador, no se han registrado frecuentemente pero, debido a los patrones de conducta y móviles variables, son complejos y conllevaron debates periciales en los procesos orales.

Los restos arrojados recientemente en la esquina de las calles Las Delicias y Lurín, frente a una residencia de La Molina y cerca al límite con Pachacámac, pertenecerìan un hombre de aproximadamente 50 años de edad.

En la bolsa de basura, encontrada por la empleada Teresa García, se encontrò un pie derecho, parte de una pierna y vísceras, seccionados por una sierra, pero aún faltan encontrar los demás restos.

Los primeros indicios señalan que el o los asesinos mutilaron a su víctima 74 horas antes de arrojarlos, desplazaándose probablemente en automóvil para no despertar sospechas.

Lo extraño es que, consciente o inconscientemente, dejaron los restos en un lugar donde iban a ser descubiertos en pocas horas, por lo que no se descarta tampoco un acto de venganza o macabra advertencia.

Por lo demás, el pasado jueves 14, se hallaron partes del cuerpo de Pedro Pascual Salluca Suma (27) a solo 2 cuadras de la comisaría de Ate y en el kilómetro 6.4 de la Carretera Central.

Este caso  estaría a punto de resolverese al establecerse que el compañero de trabajo de la víctima, Almíber Ríos Vargas (28) habría  cometido el crimen en el cuarto que alquilaba en la manzana D lote 6 de la Asociación de Vivienda Villa Vitarte. El sospechoso se encuentra fugitivo.

Crimen en el Hotel Comercio

El 24 de julio de 1930 se perpetró el crimen más escabroso, en los anales policiales de la época, en el ex Hotel Comercio, al costado de Palacio de Gobierno, y que conmocionó a la sociedad limeña.

Los españoles Marcelino Domínguez y Genaro Ortiz se hospedaron en el mencionado hotel, después de cometer estafas al por mayor, pero la amistad se acabó cuando se reunieron para repartirse el botín.

La discusión llegó a los puños y Genaro Ortiz terminó asesinando a Marcelino Domínguez a martillazos. Durante toda la noche se dedicò a descuartizar el cadáver con un cuchillo de cocina y colocó los restos en dos maletas.

Un dìa después se aloja frente al Teatro Municipal y deja las dos maletas para darse a la fuga, a sabiendas que su crimen sería descubierto a las pocas horas. Las emanaciones fétidas del cadáver en estado de descomposición alarmaron a la familia Buendía que alerto a la comisarìa de Monserrate.

En este caso, el descuartizamiento tenía como objetivo “desaparecer las huellas”, pero resultó todo lo contrario y el asesino purgó larga condena en la isla penal de El Frontòn.

¿Descuartizador serial ahorcado?

A leer diarios de la década de los 80, la ciudadanía se estremecía con el hallazgo de restos descuartizados de hombre y mujeres, en lo que apuntaba como el primer caso de un criminal en serie, pero no se encontraban rastros de éste.

La racha criminal empezó el 5 de diciembre de 1985, aparecieron en San Borja los restos seccionados de Mirtha García Flores, una prostituta de 26 años que había desaparecido de la avenida Arequipa, donde trabajaba, por las inmediaciones de Lince.

En los días posteriores otras  partes humanas fueron descubiertas en acequias y basurales de Lima, hasta que el 27 de enero de 1986, un sospechoso dejó una bolsa extraña en una calle de Surco. Era un tronco femenino al que le faltaba la pierna y el brazo derechos.

Díaz Balbín, de aproximadamente 30 años de edad, fue detenido. Tenía nefastos antecedentes. No sólo era el principal sospechoso de un crimen no resuelto por la Policía, el de la italiana Nina Barzotti, sino también el frío asesino de su tía paterna, Genoveva Díaz, a quien apuñaló repetidas veces en el pecho, junto con dos de sus hijos.

Estuvo preso por ese delito nueve años en el penal de Lurigancho, pero a partir del 5 de diciembre de 1985, por su buena conducta, se le permitió salir algunos días en “libertad vigilada”. Esas fechas coincidieron con el hallazgo de las víctimas seccionadas. La Policía estaba casi segura de que él era el serial killer tan buscado.

El comandante Víctor Cueto Candela, jefe de la División de Homicidios, convencido por un subalterno -el alférez Araujo-, decidió buscar a Mario Poggi, a quien conocían ya que había sido catedrático en la Escuela de Oficiales de la PIP (1981-1982). El contacto fatal entre el psicólogo y el psicópata estaba en marcha.

En ese entonces, Poggi era un psicólogo desempleado  que decidió asumir el caso y, en lo que creía una “batalla mental” con el presunto homicida, lo amenazó con estrangularlo con su correa a Díaz Balvìn que se resistía a hablar, creyendo que era una bravuconada  hasta que terminó asfixiado.

La mente criminal

En estos casos los psicólogos forenses deben abocarse a  establecer el perfil de la personalidad del delincuente, elaborando una historia clínica que busca explicar el origen de su conducta y, paeralelamente, descartando alteraciones mentales que podrían catalogarlo de inimputabe.

“Los asesinos que descuartizan a su víctima buscan exhibir su crimen y, no tanto para ocultar el crimen. Se trata de asesinos primitivos. El descuartizador siempre sabe que, en algún momento, lo van a descubrir y que es el protagonista del crimen. No descuartiza para ocultar, sino para disfrazarse él mismo”, resumió el criminólogo Enio Linares.

https://www.youtube.com/watch?v=zU1GpeshgDg

El prestigioso forense, Raúl Torre, resumió  los posibles móviles que llevan a un asesino a desgarrar a su presa.

“En primer lugar, hay que aclarar que el descuartizamiento es subsidiario al homicidio. Es decir que, salvo que la persona esté aún con vida, no es un delito en sí mismo porque, como la víctima ya está muerta, carece de derechos”.

Sin embargo, tal brutalidad puede actuar como agravante a la hora del juicio.

Por esa razón, a la hora de la sentencia, es importante determinar si el asesino cometió el desmembramiento cuando la persona aún estaba con vida.

https://www.youtube.com/watch?v=0ZUHmwkjf6s

“Si es así, es probable que el homicida puede sufrir una patología psicológica”, acotò.

La Asociación Americana de Psiquiatría describió a los psicópatas como “individuos de comportamiento habitualmente antisocial, que se muestran siempre inquietos, incapaces de extraer ninguna enseñanza de la experiencia pasada ni de los castigos recibidos, así como también de mostrar verdadera fidelidad a una persona, a un grupo o a un código determinado. Suelen ser insensibles y hedonistas, de muy acentuada inmadurez emocional, carentes de responsabilidad y de juicio lúcido, y muy hábiles para racionalizar su comportamiento a fin de que parezca correcto, sensato y justificado”.

Además, este tipo de sujetos “no experimentan sentimientos de culpabilidad, no tienen remordimientos y sufren una falta total de empatía y una gran capacidad para fingir”. Razón por la cual, varios psicópatas criminales intentan aducir una enfermedad mental para evitar su condena, haciendo creer, incluso, que poseen una personalidad múltiple, tal como sucede en los casos de psicosis.

A diferencia del resto de los asesinos, el psicótico es un enfermo. “La pérdida del contacto con la realidad es lo que genera sus acciones incontroladas y fuera de todo sentido común. Su percepción de las cosas y de lo que sucede a su alrededor se ve de tal forma alterada que su reacciones se ven condicionadas hasta el extremo de que nada ni nadie puede sacarle del error en que se encuentra”. Asimismo, algunos de ellos presentan cuadros de alucinaciones y delirios.

https://www.youtube.com/watch?v=qoMG0aC4wh4

Y, debido al desorden mental del psicótico, la escena del crimen se presenta desorganizada. Es decir, sin el plan maestro que lleva a cabo el frío psicópata. Así, generalmente actúan en la zona donde se desenvuelven y habitualmente dejan numerosas evidencias.

No obstante, puede suceder que el criminal no padezca ninguna de esas dos patologías. En ese sentido, Torre enumeró tres tipos de descuartizamiento. El primero recibe el nombre de “defensivo” y es aquel que se efectúa para ocultar el delito, para deshacerse del cadáver y lograr la impunidad de su acto.

https://www.youtube.com/watch?v=5E7063z4uvg

En segundo lugar, existe el tipo “ofensivo”, cuando el desmembramiento se hace cuando la víctima aún está con vida, con el objeto de hacerlo sufrir. Por último, el descuartizamiento “expresivo” es cuando el asesino tiene el fin de “mostrar” su obra y atemorizar. Un ejemplo típico es el de Jack el Destripador, aunque es el menos frecuente.

 

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