“El Niño Dios” de Mapiri

 

Si se recreara en el ayer, terminaría contando una historia triste, para  esbozar los primeros años de su vida. Nacido de un amor confuso, no conoció caricias ni juguetes y muy pronto, en la pre adolescencia, debió ganarse la vida, de muy variadas maneras, solventando de paso, su primera instrucción en una escuelita Fiscal, anexo de un gran colegio para niños ricos.

Palomilla de barrios bravos, aprendió muy pronto a “mechar” como los buenos y a los catorce, se ganó una puñalada como premio por despintar a un faite.

A los quince, ya estaba terminando la secundaria y boxeando por el “Alianza Libertad Canillitas” de Don Juan Álvarez y el Súper Campeón Ángel Bernaola, quien habría de enseñarle golpes y esquives, del ring y de la vida.

A los dieciséis, se presentó como voluntario a un Regimiento de Caballería, al que dijo adiós, un año después, como Sargento, pero ya, desde entonces, escribía cuentos, vivía romances y se iba haciendo conocido, por aliviar el hambre de los más pobres, vendiendo diarios y loterías, como empeñoso “canillita”.

Cuando se acercaba la Navidad, organizaba rifas, panderos y colectas, para invertir “sus modestas ganancias”, en panetones, chocolate y -cómo no- algunos juguetes para la gente menuda.

A eso, de los diecinueve, debió trabajar en serio y se hizo vendedor de telas. Ya, para entonces, por sus esfuerzos navideños, Se ganó “la chapa” de “Niño Dios”, la misma que le persiguió por muy largo tiempo. “Mis amigos, pueden llamarme como quieran”, siempre dijo, sin picarse. Y eso, si, jamás olvidó su barrio, al cual, hasta hoy, vuelve de vez en cuando, en busca de sus amigos, mejor dicho del “Cholo Teves”, que es el único que queda. Pero la Navidad, no la perdona. Desde meses antes, empieza a colectar ropita, zapatos, y, finalmente juguetes, que en forma más o menos anónima, distribuirá entre los más pobres de Mapiri, Sandia, Tipuani y alrededores. Y cuando alguien le pregunta: “de adonde”, responde con gallardía: “Son regalos del “Niño Dios de Mapiri”, y nada más.

Hace poco, lo visitó uno de sus hijos -periodista y publicista en Panamá- y el “Niño” de la historia, que ya peina buenas canas, le obsequió un pequeño coche fórmula uno, con luces, sono-motores y otras gracias, recordando la infancia del hoy maduro vástago.

“Es para que lo coloques en tu escritorio y siempre tengas presente cómo te quiere tu padre. Ahora, si por ventura, se acerca la Navidad y conoces al más desgraciadito de los niños, a uno, que no tenga de quién esperar un juguete… se lo regalas sin pensarlo dos veces, porque la Navidad y los juguetes… pertenecen a los niños. Puedes decirle que un “Niño Dios” peruano, le envió ese regalo, justamente a él, con todo su cariño. Quiero que sea feliz, jugando con un pedazo de mi corazón”.

 

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