Los ángeles que he conocido

 

Hace tan sólo unos días, un grupo de colegas encabezados por Justo Linares, Edwin Sarmiento y un par de damas puro corazón, tuvieron la inmensa y generosa idea de -aprovechando el 71 aniversario del lanzamiento de mi inolvidable “Última Hora”-, hacerme un inmerecido homenaje que no me cansaré de agradecer, recordando mis tiempos de “Hoy por ti, mañana por mí”, a través del cual  todos los periodistas de ese popular, irrepetible diario, nos volcábamos a la realización de obra sociales, lo que para otros hubiera parecido irrealizables. Empezando por “El desayuno a los canillas”, que imaginó, mi “tío” Victor Orzero Villegas -un negro con corazón de oro-, y yo asumí como mi obligación perentoria,  uniendo la acción  a la palabra, tomé con el entusiasmo general, que hasta ahora me acompaña. Y nos conseguimos un cilindro recortado, colectamos carbón, un braserito, pan que nos regalaban los vecinos, camote de freir que comprábamos de nuestro bolsillo e incluso tamales que a veces nos ligaban. Y con eso, se armó “El desayuno de los canillas”, que perduró por muchos años.

Nosotros organizábamos “El paseo de las abuelitas”, cada “Día de la Madre” y con auxilio del Sindicato de Taxistas y el apoyo de la “Guardia Civil”, nos permitía, pasear a las ancianitas por todo Lima y Miraflores. Luego las llevábamos al Parque Zoológico que había en Barranco y finalmente, las agasajábamos con un gran desayuno por cortesía de una fábrica de chocolates. Después, escoltadas por los motociclistas, por los policías que hacían estridar sus sirenas, las devolvíamos a sus respectivos hospicios. Un día que andábamos con el gran reportero gráfico Oscar Retto -con quien hicimos paracaidismo- del más riesgoso, encontramos en una especie de cueva de Ancón, a un numeroso grupo de huerfanitas, custodiadas por un joven sacerdote, que a duras penas se expresaba en un semiespañol.  Para abreviar, logramos que hicieran su “Primera Comunión, ataviadas con elegantes trajes que usaron en su momento las “pituquitas” de gran corazón que yo publicaba en “Perro Mundo”.

En fin: he iniciado este espacio, para resaltar, lo que dije a mis generosos colegas de hace unas tardes. Yo jamás hubiera logrado estas “hazañas”, en primer lugar, de no haber tenido la autorización del Dr. Bernardo Ortiz de Zevallos, nuestro director de informaciones, Luis “Gino” Miglio Manini, mi gran amigo, además. Carlitos Patiño, inolvidable jefe de policiales, un empresario constructor a quien Dios tenga a su diestra. Me refiero a mi inigualable “tío”, don Tito Castagnola, cuya ausencia lamento todos los días.

Él, que era un erudito aficionado al box, en cuanto me sabía involucrado en una campaña así, me gritaba por teléfono: ¿Y Cómo es la lista?, es decir, cuanto dinero necesitaba para dicha obra. Yo le hacía la cuenta y en la tarde, recibía el dinero, alcanzado por uno de sus choferes. Y cuando ya el asunto terminaba exitosamente, me gritaba: “¡Alza la mano, campeón!”, como cuando acudía a verme boxear  de “interbarrios”.

Por eso, dije a mis colegas y repetí a mi “primo” Tito Castagnola Jr. “¿Qué elogios voy  a merecer yo, si una legión de “Ángeles” me estaba bendiciendo y un  Ángel Mayor” me estaba auspiciando?”

Yo fui un obrero de la obra del Señor… y nada más. Por eso hoy, recuerdo amorosamente a todos mis colegas de esa gloriosa “Última Hora”, y a ese tío de campeonato que me regaló la vida.

¡Dios bendiga a todos ellos!

 

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