El fundamento de la ética

 

Todas las filosofías modernas tienen la dificultad de defender la dignidad intrínseca de la persona. El ser humano ya no es un ser creado por Dios con un destino, y por lo tanto con dignidad, sino es una casualidad en la indiferencia inmensa del universo. En el universo nadie manda, nadie obedece y nadie es culpable. Se distingue del animal por sus productos materiales y culturales, pero no hay nada que fundamenta dignidad moral del hombre. Al comienzo del siglo XXI siguen las guerras tal como al inicio de la historia humana.

El filósofo, Gustavo Flores Quelopana, afirma que “la sociedad nihilista y anética, que ha elegido vivir contra la verdad y en favor de la mentira, esta destinada a su propia disolución La negación del orden CRÍSTICO no solo corrompe la cultura, sino que sumerge en un espiral de contradicción y vacío existencial”. Como Jesús advierte en Mateo, 7,26-27: “Y cualquier que me oye estas palabras no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena”. El racionalismo ha intentado reducir la verdad a lo demostrable por la razón. Esta postura se contradice a sí misma, pues la propia existencia de la razón no puede ser explicado por la razón sola. La realidad no puede ser reducida a una construcción autónoma del pensamiento humano. Leemos en Romanos, 1, 21-22: “Su razón acabó en vaciedades y su mente insensata se sumergió en tinieblas. Alardeando de sabios, resultan unos necios”. La tercera guerra mundial ya no es imposible.

“El peligro no es el pacifismo o militarismo. El peligro es la fe perversa en la posibilidad del ser humano de poder alcanzar la perfección, y la negación de reconocer nuestra situación de pecadores y la negación de aceptar nuestros limites y corrupción. En un momento de crisis esta fe nos puede llevar a agresión, violencia y asesinato masivo. Los ateos se confunden cuando ven que figuras religiosas fundamenten su sistema ético sobre sus propios limites y pecados”. (Hedges, 2008: 116 y 90). La fe cristiana empieza con una conversión.

“La Cristoradialidad (Cristo como irradiación de las gracias) es una restauración metafísica del sentido. Frente a la fragmentación posmoderna, evite la incertidumbre del conocimiento y proporciona un marco donde la inteligencia humana no queda atrapada en un relativismo. El destino humano no es un vacío. La razón encuentra su plenitud en la comunión con Cristo. (Flores Quelopana).

Cuestionamos la cultura tecnócrata dominante de una ambición del poder desmedido, de manipulación de los seres humanos, de violencia, de egoísmo y nos convertimos en una cultura de amor y valores. Leemos en Juan, 1,5: La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”. “Nadie ha visto a Dios jamás, pero el Dios-Hijo, el que está en el seno del Padre nos lo dio a conocer”.

Cristo no da los conceptos sobre las normas del comportamiento ético. Él orienta la razón hacia el bien para que la misma razón formula las normas por medio del conocimiento práctico.