Miguel Torres es un joven abogado a quien le agrada que le digan «Micky». Sí, efectivamente, como el ratoncillo creado por el fantasioso Walt Disney, pero con una diferencia, él ha sido inventado como legislador por Keiko Fujimori y, también, como dirigente político. Sin embargo, en contraste con el éxito del personaje de la tira cómica, hasta ahora su actuación no llama la atención. Como parlamentario, su representación es anodina, insignificante. En cuanto a lo segundo, acaba de reconocer en reciente entrevista mediática que no cuenta con las características para ser secretario general de Fuerza Popular. En consecuencia no sirve para nada.
Sin embargo, la lideresa de la organización desnudada por el fiscal en lo penal, José Domingo Pérez, le tiene fe. Con la astucia que se le reconoce, algo le debe haber visto. ¿Qué será? A lo mejor la frescura para mentir. Si tomamos en serio la afirmación de que su jefa «está fuerte y no tiene ningún temor a las investigaciones», entonces tal podría ser una de sus fortalezas. A diferencia de lo que millones de ciudadanos están viendo durante las audiencias del proceso que le sigue por presunto lavado de activos, ella está más pálida de lo acostumbrado, acorralada, además, por las numerosas pruebas aportadas por testigos protegidos y colaboradores eficaces y documentos encontrados en los respectivos domicilios de la cúpula de la organización. «Micky» no piensa lo mismo. Asegura que es todo lo contrario.
Para nuestro redivivo «Pinocho» y con esto no pretendo decirle que es un muñeco, sino más bien que tiene la manía de mentir, justo cuando la opinión ciudadana considera que su organización va camino a la extinción, él nos habla de cambios, de sus posibilidades en las elecciones presidenciales del 2021 y hasta de un candidato que no lleve el apellido del autócrata. «El partido no es de una persona» proclama, aunque a renglón seguido no descarta «el regreso de Kenji Fujimori».
A propósito de cambios «Micky» no parece haber tomado muy en serio lo expresado días atrás por la jefa, quien a estas alturas en medio del drama que vive, clama por una reconciliación nacional, sin agravios, de unidad, de cooperación en favor del país. Para el susodicho, Úrsula Letona, cuya locuacidad no suma en ese sentido, es «una excelente vocera» y que el hecho de que los miembros de su bancada traten de «malnacido» al presidente Vizcarra, según su criterio, simplemente, han recurrido a un vocabulario que es propio del habla entre amigos. Claro que toma distancia de la impertinencia, pero lo acepta como algo natural. No advierte el lenguaje grosero de tales legisladores, impropio de personas que puedan ser llamados «padres» o «madres» de la patria.
A estas alturas, a gente como Miguel Torres y a sus referentes como Luis Galarreta, en estos momentos de crisis cívica, habría que hacerles saber que la acción política democrática, no consiste en mentir ni agraviar. Eso es propio de ignorantes. La acción democrática es una lucha del ser humano por el ser humano. Para que esa lucha sea válida y eficaz, es menester saber lo que es la persona humana y cuál es la humanidad que la acción política debe fomentar. No se debe falsificar ni mutilar la idea del ser humano. Hacer esto, como está ocurriendo mediante voceros como «Micky» y otros miembros de la organización, es perversión de la política. Tanto o más grave de lo que hicieron la dupla Fujimori-Montesinos.