En los próximos cinco años, la Inteligencia Artificial (IA) está a punto de transformar la historiografía, no como un sustituto del historiador, sino como una herramienta poderosa para analizar y conectar la vasta y a menudo fragmentada evidencia del pasado. La capacidad de la IA para procesar cantidades masivas de datos, desde textos antiguos y manuscritos hasta registros censales y fotografías, permitirá a los investigadores descubrir patrones y relaciones que serían imposibles de identificar manualmente.
Esta sinergia entre el conocimiento humano y la potencia de cálculo promete acelerar nuestra comprensión de eventos, sociedades y culturas que hemos estudiado durante siglos, revelando nuevas capas de complejidad y detalle.
Uno de los avances más esperados es en el campo de la paleografía y la epigrafía. La IA puede ser entrenada para reconocer y transcribir automáticamente manuscritos y textos antiguos, incluso cuando están dañados, descoloridos o escritos en idiomas olvidados. Un ejemplo reciente es el uso de IA para leer pergaminos carbonizados de Herculano.
En los próximos años, esta tecnología podría aplicarse a colecciones enteras de archivos, bibliotecas y documentos en todo el mundo, descifrando escritos que han permanecido ilegibles y abriendo un tesoro de conocimiento sobre civilizaciones antiguas, desde el Imperio Romano hasta las dinastías chinas.
Revolucionando la arqueología
Al analizar imágenes aéreas y datos de satélite, los algoritmos pueden identificar con mayor precisión y velocidad sitios arqueológicos enterrados o estructuras antiguas que no son visibles a simple vista. Además, al procesar y modelar datos de excavaciones, la IA podría ayudar a los arqueólogos a reconstruir virtualmente la apariencia de ciudades, templos y objetos antiguos.
Esta capacidad no solo aceleraría el descubrimiento de nuevos yacimientos, sino que también permitiría una comprensión más completa de cómo se organizaban y vivían las sociedades del pasado.
En el campo de la historia social y cultural, la IA podría ayudarnos a entender mejor la vida cotidiana de las personas a lo largo del tiempo. Al analizar registros censales, cartas personales, diarios y periódicos antiguos a gran escala, la IA puede identificar tendencias en la migración, la demografía, las enfermedades y la economía.
Por ejemplo, un algoritmo podría analizar miles de cartas de la época victoriana para determinar los patrones de comunicación entre familias o la propagación de ciertas ideas, proporcionando una visión granular que las metodologías tradicionales no pueden alcanzar.
La historia del arte y la arquitectura también se beneficiará enormemente. La IA podría ser utilizada para analizar estilos artísticos y arquitectónicos, identificar la autoría de obras no atribuidas y descubrir la interconexión entre movimientos artísticos en diferentes culturas y épocas. Al procesar millones de imágenes, la IA podría revelar la influencia de un artista sobre otro o detectar falsificaciones con una precisión que supera la inspección humana. Esto abriría una nueva dimensión para el estudio de la estética y las redes de creación a lo largo de la historia.
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Para validar estos pronósticos, es crucial entender que la IA no inventa el pasado, sino que lo organiza. Su papel es identificar patrones y conexiones en los datos que el ojo humano no puede percibir. La validación de cualquier hallazgo asistido por IA siempre recaerá en el análisis crítico y la interpretación del historiador. Los historiadores serán quienes contextualicen, interpreten y confirmen la relevancia de los patrones descubiertos, asegurando que los resultados se integren de manera coherente con el conocimiento histórico existente.
Los desafíos
Uno de los más importantes es el sesgo inherente en los datos históricos. La mayoría de los registros históricos fueron creados por y para las élites, lo que significa que la IA podría perpetuar sesgos existentes al no tener suficiente información sobre grupos marginados. Otro desafío es la interpretación de los resultados.
Los algoritmos de IA pueden ser una «caja negra» que da respuestas sin explicar el razonamiento. Los investigadores necesitarán desarrollar métodos para interpretar los hallazgos de la IA y asegurar que no solo se descubren patrones, sino que se comprende su significado histórico.
En conclusión, los próximos cinco años serán un período transformador para el campo de la historia. La IA no solo hará que la investigación sea más eficiente, sino que también nos permitirá hacer preguntas más ambiciosas sobre el pasado. Desde el desciframiento de textos antiguos hasta la visualización de sociedades perdidas, la IA es una aliada que podría abrir puertas a descubrimientos que reescriban nuestros libros de historia.