“Pedrito” Ruiz: memorias íntimas del fútbol peruano

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El recuerdo de Pedro «Pedrito» Ruiz La Rosa sigue vivo. Con la sencillez que siempre lo caracterizó, abre el baúl de los recuerdos para una reveladora conversación en la que no solo repasa su brillante carrera, sino que nos deja varias anécdotas que reflejan su carácter y el espíritu de un fútbol más romántico.

En una charla íntima, el símbolo del Unión Huaral confesó que su historia con el fútbol empezó a los 5 años, jugando descalzo. Esta costumbre de la infancia se quedó tan arraigada en él que, al empezar a usar zapatos de fútbol, se sentía incómodo, y cuenta que se los quitaba a los cinco minutos de partido. Con el tiempo, incluso como profesional, desarrolló un afecto especial por sus chimpunes viejos y gastados, y prefería jugar con ellos antes que con unos nuevos. Para él, esa conexión con el calzado era lo que le daba la tranquilidad de jugar.

Su temprano hábito de jugar descalzo fue la clave de su prodigioso dominio del balón. «Pedrito» asegura que por eso lograba tener «un control excelente de la pelota». El terreno sin zapatos afinó su sensibilidad y la precisión con la que trataba el esférico, una habilidad que lo diferenciaría más adelante en las canchas profesionales.

La fama y el reconocimiento no lo alejaron de su humildad, pero sí lo expusieron a la dureza del campo. Una de las historias más sabrosas de la conversación se remonta a un partido contra Sporting Cristal, cuando el temido defensa Héctor «Chito» La Torre lo encaró. Tras una jugada de riesgo, La Torre se le acercó y le soltó una advertencia digna de un zaguero de los setenta: «Tu hermano ‘Chino’ Daniel Ruiz es un caballero, no te me vuelvas a acercar porque te mando a la tribuna». El respeto se impuso, y Ruiz, con su inteligencia habitual, optó por mantener la distancia.

En otro pasaje de la entrevista a Onda Hit Perú, en You Tube, relata la curiosa llegada de David «Papi» Estrada al Unión Huaral. Estrada, a quien considera su «hermano del alma», apareció para las pruebas del equipo con sandalias y una bolsa de plástico, y la gente se burló de su apariencia. Sin embargo, en el primer entrenamiento, Estrada le hizo «la vida de cuadritos» a Pedrito Ruiz, quien vio en él un talento excepcional. Esa misma noche, Moisés Barack, el entrenador, lo incluyó en el equipo titular, y Estrada firmó su contrato.

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La identidad huaralina se tradujo en éxito inmediato. El Unión Huaral tuvo una temporada debut memorable en la liga profesional, alcanzando un subcampeonato que nadie hubiera vaticinado en 1974. La clave, según el propio Ruiz, no fue otra que la humildad y la unidad del plantel, valores que hoy, más que nunca, suenan a lecciones de vida.

El talento del Unión Huaral no pasó inadvertido para la selección nacional. En 1975, cuatro de sus jugadores, incluido «Pedrito», fueron convocados para representar al Perú. El clímax llegó con la conquista de la Copa América en octubre de ese año, un logro histórico. Pero la anécdota que impacta es la confesión de que, en aquella época, los propios jugadores ¡tuvieron que costear sus pasajes para viajar y unirse a la concentración!

La honestidad de «Pedrito» Ruiz se puso de manifiesto cuando tocó un tema familiar que involucró a su hermano Enrique, capitán del Unión Huaral. A pesar de los ruegos de sus amigos para que hablara con el entrenador por la suplencia de Enrique, “Pedrito” se negó rotundamente. «Aquí, el que toma las decisiones es el profesor, yo no me meto», les dijo. Su postura demostró su respeto por las decisiones del entrenador y su total desinterés por el favoritismo, aún si se trataba de su propia familia.

Pero una de las revelaciones más astutas fue su técnica para desestabilizar a sus marcadores. Cuando un rival se pegaba a él para marcarlo de cerca, Pedro se le acercaba y le decía: «¿Por qué un jugador de tu calidad va a estar marcando?» Su intención no era otra que la de trabajar la mente del oponente, desmoralizándolo para que este perdiera la concentración y así él pudiera encontrar el momento justo para dar un pase de gol.

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El arte de “Pedrito” Ruiz no solo estaba en sus pies, sino también en su mente, en su picardía y en su innegable humildad. Su trayectoria es un claro ejemplo de un talento cultivado desde la niñez, con pasión y sacrificio, y de un espíritu que siempre puso al equipo por delante de cualquier ego personal. Una verdadera leyenda que nos demuestra que el fútbol, en su esencia más pura, es un juego de barrio que se lleva en la sangre, pero se vive con el corazón.

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