La comunicación es uno de los pilares de cualquier relación y, al mismo tiempo, una de las fuentes más habituales de conflicto. No siempre lo que decimos coincide con lo que transmitimos, y ahí es donde surgen los malentendidos. En ese contexto, se ha popularizado la llamada fórmula 7-38-55, que pretende explicar cuánto pesan las palabras frente al tono de voz y el lenguaje corporal.
Lo curioso es que esta fórmula, que circula en redes sociales y titulares como un supuesto «truco infalible» para evitar discusiones de pareja, tiene en realidad su origen en un experimento académico realizado en los años 60. Lejos de ser un método milagroso, lo que hizo fue poner en cifras una intuición compartida: los gestos y la voz comunican mucho más de lo que pensamos.
DE DÓNDE SURGE LA FÓRMULA 7-38-55
El psicólogo Albert Mehrabian, de la Universidad de California (UCLA), publicó en 1967 dos estudios que marcaron un antes y un después en la investigación sobre comunicación no verbal. En sus experimentos, pidió a los participantes que interpretaran sentimientos y actitudes a partir de una sola palabra, prestando atención a tres elementos: la expresión facial, el tono de voz y el contenido verbal.
Los resultados fueron sorprendentes: un 55 % de la interpretación dependía de la expresión facial, un 38 % del tono de voz y solo un 7 % de la palabra en sí. Así nació la célebre proporción 7-38-55, recogida después en el libro Silent Messages, que convirtió a Mehrabian en una referencia en el campo de la comunicación no verbal.
CÓMO SE APLICA EN LAS RELACIONES DE PAREJA
Aunque el experimento se realizó en un contexto muy limitado, con palabras aisladas y pocas participantes, la fórmula se ha extendido a la vida cotidiana y, especialmente, al terreno sentimental. La idea de fondo es sencilla: cuando el lenguaje verbal y no verbal son incoherentes, solemos dar más crédito a los gestos y al tono que a lo que se dice literalmente.
En una discusión de pareja, por ejemplo, no es lo mismo pronunciar un «estoy bien» con voz apagada y brazos cruzados que hacerlo con una sonrisa relajada. La primera señal que recibirá la otra persona no será la palabra, sino la emoción transmitida por el cuerpo y el tono.
LOS LÍMITES DE LA FÓRMULA
Ahora bien, los propios trabajos de Mehrabian subrayan que esta proporción solo se aplica a situaciones de comunicación emocional. No tiene sentido extrapolarla a cualquier conversación: pensar que entenderíamos el 93 % de una clase de matemáticas en un idioma que no conocemos sería absurdo.
El psicólogo lo ha repetido en varias ocasiones: sus hallazgos no deben tomarse como una regla universal, sino como una orientación para entender mejor la importancia de la coherencia entre lo que se dice y lo que se muestra.
Kurt Gödel: el genio lógico que desafió los fundamentos de las ciencias matemáticas
CRÍTICAS Y MATICES
La fórmula 7-38-55 ha recibido críticas por la artificialidad del experimento, la simplicidad del modelo y la escasa muestra utilizada -solo participaron mujeres universitarias en un contexto muy concreto-. También se le reprocha que no tuviera en cuenta otros factores clave, como el contexto, la relación entre las personas o la cultura.
Aun así, su éxito radica en la simplicidad del mensaje: que los gestos y la voz pesan mucho más que las palabras cuando hablamos de emociones.
¿Cuál es el aprendizaje más difícil? Entre la física cuántica y las matemáticas avanzadas
QUÉ PODEMOS APRENDER DE LA REGLA 7-38-55
Más allá de las cifras exactas, la lección que deja la fórmula es clara: la coherencia en la comunicación es esencial. Si lo que decimos no coincide con nuestro lenguaje corporal, es probable que la otra persona reciba el mensaje no verbal como el verdadero.
En las relaciones sentimentales, esto implica que gestos, tono y palabras deben ir de la mano. Mostrar apertura, mantener contacto visual o cuidar la entonación puede ser tan importante -o más- que elegir las palabras adecuadas.
Europa Press