Corrían los últimos meses del segundo y accidentado gobierno del general Ramón Castilla y en la Lima de 1862, un hecho de gran trascendencia cívica tenía lugar. El 29 de julio de ese año, la ciudad sería testigo de una emotiva ratificación del Juramento de la Independencia de 1821, un acto impulsado por el temor y la incertidumbre que generaba la próxima llegada al Perú de la Expedición Científica Española.
Esta empresa española, que había causado preocupación en Perú desde 1861 luego de que ese año España se anexionara la República Dominicana (entonces Santo Domingo), se presentaba oficialmente como una misión de carácter científico, pero en el sentir popular crecía la sospecha de que sus verdaderas intenciones eran políticas, incluso de reconquista. Este creciente temor en la ciudadanía limeña llevó al equipo edil a tomar una decisión crucial: reafirmar públicamente la soberanía ya ganada.
Eco tardío de la libertad: ¿Cuándo España supo sobre lo ocurrido el 28 de julio de 1821?
Fue así como, cuarenta y un años después de celebrada la Independencia del Perú, el histórico Salón de Sesiones de la Casa del Cabildo de Lima se convirtió en el escenario de esta solemne ceremonia. El cuerpo edil de entonces estaba compuesto por el alcalde Miguel Pardo; el teniente alcalde, Federico Villarán; los síndicos, Pedro Villavicencio y Manuel Fuentes; y los regidores, Manuel Y. León, Francisco Garfias, Antonio Rodríguez, Bernardino Rodríguez y Pedro Soto. Además, participaron los vicepresidentes de la Sociedad Fundadores de la Independencia, generales Felipe Rivas y Francisco Vidal, junto con otros beneméritos miembros de la sociedad.
Según informaciones de la época, el alcalde Miguel Pardo, quien fallecería un año después, se dirigió al pueblo, señalando que «iba a proceder a una ceremonia grandiosa de alta significación y mucha importancia para la generación presente» y que el ayuntamiento, «comprendiendo su misión y persuadida de los sentimientos patrióticos y republicanos de éste, deseaba solemnizar de manera importante y digna de eterna recordación el juramento que prestó el 28 de julio de 1821».
La ratificación del juramento no fue un acto frío y protocolar. Al finalizar los juramentos, se escucharon «vivas a la Independencia, a la República, y al pueblo», mientras los síndicos Pedro Villavicencio y Manuel Fuentes arrojaban medallas de plata a la multitud, destinadas a perpetuar el recuerdo del acto a las generaciones venideras.
Julio de 1822: el primer aniversario de la Independencia que Lima nunca celebró
La celebración se desbordó a las calles. El concejo en pleno, los señores Fundadores de la Independencia, los gremios, los niños de colegios municipales y un inmenso número de ciudadanos con banderas y música militar salieron a la Plaza Mayor. Allí, donde se había levantado un tabladillo para el acto solemne, entonaron el himno nacional y se dirigieron a otras plazuelas de la capital como San Lázaro, la Constitución, Santa Ana y el Teatro. La comitiva tuvo que hacer «alto en muchos puntos de las calles», debido a las «muchas señoritas» que desde sus balcones entonaban el himno y arrojaban flores y coronas.
Foto internet-medios