Un tesoro visual: el fin del mítico Estudio Courret ocurrido hace 90 años en Lima

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Hace noventa años, en un Lima que se reponía de una profunda crisis, un ícono de la cultura visual bajó sus persianas para siempre. Corría 1935 y el Estudio Courret, que durante siete décadas había capturado el rostro del Perú, cerraba por quiebra. Lo que alguna vez fue el negocio fotográfico más importante y longevo del país, terminó su camino en la calle Mercaderes, en el corazón de la capital.

La noticia, aunque discreta, marcaba el fin de una era, un punto final a la historia de un estudio que fue mucho más que un simple negocio: fue el cronista visual de un país en transformación.

El Estudio Courret fue fundado por el fotógrafo francés Michel Eugène Courret, quien llegó a Lima en 1860. Desde que se instaló en 1863, junto a su hermano Aquiles, el negocio fue un éxito rotundo.

En torno a 1892 los hermanos retornaron a Francia donde continuaron ejerciendo como fotógrafos. Sin embargo, su negocio estuvo regentado por Adolfo Dubreuil y en 1929 se conocía como «Fotografía Dubreuil» hasta su cierre en 1935.

Pese al cambio de nombre y dueños, la empresa mantuvo su prestigio y ubicación central en la calle Mercaderes, hoy cuarta del Jirón de la Unión. El lente de Courret inmortalizó a políticos, intelectuales, familias adineradas y la vida cotidiana de una Lima que ya no existe. El archivo, una colección inmensa, se convirtió en una joya invaluable para la historia.

Pero el éxito no es eterno. El contraste entre la «época dorada» y la «quiebra definitiva» de 1935 revela que su caída no fue un simple declive, sino la tormenta perfecta de factores que se unieron para acabar con un gigante.

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La tormenta perfecta que apagó la luz

A inicios de la década de 1930, el mundo se encontraba sumido en la Gran Depresión, una crisis económica que golpeó duramente al Perú. Como una economía dependiente de la exportación de materias primas, el país sufrió una recesión severa que se tradujo en desempleo y una reducción drástica en el poder adquisitivo. En ese contexto, servicios como la fotografía profesional, considerados un lujo, se volvieron un gasto innecesario para la mayoría de los limeños. La falta de clientes dejó al estudio en una situación insostenible.

Además de la crisis económica, la tecnología jugó un papel determinante. La invención de las cámaras «instantáneas» por empresas como Kodak democratizó la fotografía, haciéndola accesible a cualquiera. De pronto, ya no era necesario acudir a un estudio profesional con un equipo costoso y complejo para obtener un retrato. La fotografía dejó de ser un arte exclusivo para convertirse en una actividad amateur. Este cambio de paradigma erosionó la base de clientes de Courret, que tuvo que enfrentar una «competencia feroz» que venía de todos lados.

El estudio perdió además a dos de sus clientes más importantes: las revistas ilustradas Mundial y Variedades que cesaron su publicación en 1931 y 1932, respectivamente. Estas revistas, que dependían del contenido fotográfico, eran una fuente de ingresos crucial para el estudio. Su desaparición fue un golpe fatal que dejó al negocio sin una de sus principales fuentes de sustento.

Finalmente, el colapso del gobierno de Augusto B. Leguía en 1930 sumió al país en una gran inestabilidad política. Esta agitación política, que venía de la mano con la crisis económica, creó un ambiente de incertidumbre que paralizó la inversión y la actividad comercial. Con un país en ebullición, la confianza en el futuro económico era mínima, lo que solo agravó los problemas del Estudio Courret.

Un legado que se niega a morir

A pesar de su fracaso comercial, el Estudio Courret dejó un legado que se resiste al olvido. Al momento de la quiebra, su archivo era inmenso, con más de 157,000 negativos. En un acto poco convencional, muchos de los trabajadores del estudio recibieron negativos de vidrio como parte de su indemnización, un hecho que, sin saberlo, ayudó a preservar parte de la colección.

La Biblioteca Nacional del Perú celebra el legado histórico de los hermanos Courret

El destino final de ese invaluable tesoro sería la Biblioteca Nacional del Perú (BNP). En 1986, la familia Rengifo, que había conservado una gran parte de los negativos, los entregó a la BNP para su custodia. Hoy, la colección es un recurso histórico y cultural invaluable, protegido por la UNESCO en su programa Memoria del Mundo.

La historia del Estudio Courret es una lección sobre cómo las fuerzas externas pueden derribar a un gigante, pero también sobre cómo un legado cultural puede sobrevivir a la adversidad. Sus fotografías, una ventana al pasado de Perú, continúan informando e inspirando a nuevas generaciones, un recordatorio de que, a veces, el valor de una obra trasciende con creces el éxito comercial de su creador.

Foto Andina- BNP

 

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