Gran Biblioteca: Trabajador invidente, víctima del terrorismo, convierte libros al sistema braille

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Rigoberto Camargo Alfaro, quien perdió la vista producto de un atentado terrorista en 1992, desde el 2001 es trabajador en la sala para invidentes de la Gran Biblioteca Pública de Lima, donde, además de múltiples tareas que asume, logró convertir al sistema braille los libros y revistas que ingresan en ese lugar especial.

Este año cumple 15 laborando en esa dependencia, desde que un accidente apagó la luz de sus ojos; pero pese a tristezas y desesperanzas, asumió que la circunstancia no le impediría hacerse cargo de su vida y desarrollarla de acuerdo con los desafíos que le ponía el destino.

Múltiples tareas

La sala pertenece a la Dirección Ejecutiva para Servicios Bibliotecarios Públicos y allí realiza diversas labores como la transcripción al alfabeto para invidentes de cuentos, poesías y catálogos. Y no lo hace solo, pues un grupo de jóvenes voluntarios se acerca diariamente para ayudarlo.

“Los voluntarios me leen textos que piden los usuarios, y los reproduzco al sistema braille, o editan libros con audio”, cuenta.

Pero, don Rigoberto no solo se dedica a estas tareas. Hay una en especial que emprende con atención, porque ha comprobado mediante ella que en nuestro país existen personas que, a pesar de no haber perdido la visión, se interesan por esta escritura ya que tienen sensibilidad social.

“Dicto tres cursos al año, y asisten estudiantes universitarios, profesores, profesionales de diversas especialidades. A cada uno le enseño el alfabeto, pero también los oriento a ser conscientes de que la persona con discapacidad visual necesita inclusión social”.

Atentado terrorista  

Don Rigoberto vino al mundo con todos sus sentidos completos y una vocación de servicio que fue configurando conforme pasaron los años, pues en su primera juventud optó por ser técnico en enfermería y después en electrónica, porque le apasionaba arreglar aparatos de radio y televisores.

Pero el 6 de setiembre de 1992, a las 22:00 horas, luego de una divertida reunión familiar en el Callao, decidió tomar un microbús de la ruta que cruzaba las avenidas Argentina y Nicolás Dueñas, de retorno a Lima. Atravesar esa intersección resultó fatal.

“Un coche bomba estalló y les arrebató la vida a varias personas, entre ellas al chofer. Recuerdo que se me cerraron los ojos. No perdí la conciencia en ningún momento. Escuché que el vehículo estaba dirigido a una garita de control a cargo de la policía. Una semana después atraparon a Abimael”, refiere.

Tenía 33 años y perdió sus globos oculares, como le explicó un médico. Semanas después tomaría plena conciencia de que no volvería a ver. La noche se volvió eterna para don Rigoberto.

Cambio de rumbo

Felizmente, después de seis meses, acudió al Centro de Rehabilitación de Ciegos de Lima (Cercil), en donde aprendió a usar bastón, ser independiente y a comprender que su vida debía construirla de otra manera. Y como nadie está solo, salvo que quiera estarlo, encontró una mano amiga en la que fue directora de la institución Martha Fernández de López, quien lo reubicó en otra área: encuadernación, y después en procesos técnicos (sellado de libros y publicaciones).

Y allí comienza su nueva historia. Hoy su principal preocupación es estar bien preparado para atender al público. Se desplaza por la sala sin bastón, a veces busca el brazo de una persona para que lo ayude, y mueve sus dedos con gran agilidad cuando lee un texto en braille.

“Cambió mi capacidad de ser responsable, estoy atento a responder todos los requerimientos de las personas, así el libro no se encuentre en la sala, porque, gracias a los voluntarios, lo puedo transcribir. Sigo luchando, no me rindo. La sala para invidentes tiene la biblioteca especializada más completa del país para las personas con discapacidad visual”, asevera.