Mujer participa en carrera con corazón trasplantado de un medallista olímpico

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La brasileña Ivonette Balthazar participó en la víspera en una carrera de 3 kilómetros en Río de Janeiro animada por la resistencia de su corazón trasplantado de un medallista olímpico alemán que falleció hace un año.

En medio de una larga recuperación por el trasplante que recibió el 2016, la carrera de tres kilómetros a orillas de la playa de Copacabana en Río parecía un maratón para esta mujer de 67 años.

Su corazón, sin embargo, no la dejaría echarse para atrás. Balthazar participó junto a cientos de otros competidores en la carrera a lo largo de Copacabana.

“El corazón de un atleta late dentro de mí, el corazón de una persona joven”, dijo en la línea de salida. “Este corazón demanda más a mi cuerpo de lo que yo estaba acostumbrada”, añadió.

Entonces, vestida con mallas y zapatos de correr morados, con el número 2 799 y un gran papel rojo en forma de corazón pegados en su camisa, Balthazar participó junto a cientos de otros competidores en la carrera a lo largo del famoso paseo marítimo.

Hace tan solo 13 meses, mientras su ciudad natal era sede de los Juegos Olímpicos, ella se enfrentaba a una muerte inminente. Su corazón -golpeado por el cigarrillo, años de estresante trabajo en su agencia de recursos humanos y un infarto en 2012- registraba apenas 40 latidos por minuto.

El 15 de agosto de 2016, recibió una llamada del Instituto Nacional de Cardiología en Río. Stefan Henze, un entrenador del equipo olímpico alemán de piragüismo y ganador de una medalla de plata en Atenas en 2004, había muerto en un accidente de auto y el corazón de este atleta de 35 años había sido asignado a Balthazar.

Desde entonces, siente que ella y Henze se han convertido en una especie de equipo. Una alianza que puso a prueba este domingo. “Si no tuviera este corazón, no estaría corriendo”, dijo. “Esta carrera de hoy es un reto para mí… y para él”, aseguró. .

La carrera fue la primera actividad importante no monitoreada para ella desde la operación. Nerviosa sobre su capacidad para aguantar, decidió caminar y no correr. Pero en el camino ganó confianza y fue aumentando poco a poco la velocidad.

 Lágrimas de alegría le asaltaban cuando llegaba a la señal que marcaba la mitad del recorrido… y luego fluyeron una vez más cuando cruzó la meta. Incluso en sus días más felices, Balthazar dice tener presente una tristeza que no la abandona, al pensar con frecuencia en la familia de Henze. Le encantaría conocer a su madre, “para abrazarla y agradecerle”, dijo, pero se imagina que esto puede ser muy perturbador para los familiares del atleta fallecido.