Una joya: La última entrevista al coronel Francisco Bolognesi

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Dos semanas antes de su inmolación, el 7 de junio de 1880 en la Batalla de Arica, el coronel Francisco Bolognesi fue entrevistado por un corresponsal del diario “Rejistro Oficial” de Ayacucho. Otro tesoro de los miles que se pueden encontrar en las bibliotecas. 140 años después, el coronel sí tiene quién lo lea.

El heroísmo del deber

Era el 23 de mayo de 1880. El Ejército Perú-Boliviano, reunido en Tacna, había tomado sus posiciones en el “Campo de la Alianza” y esperaba resuelto el ataque del invasor, a quien se podría divisar con la ayuda de un anteojo a pocas millas de distancia.

El que estas líneas escribe, fue enviado ese día a Arica, en una comisión importante, a bordo del Monitor Manco-Cápac.

El tren extraordinario salió para el vecino puerto a las 5 pm a fin de llegar en la noche a su destino y evitar así el cañoneo de la escuadra enemiga, que colocada frente a la desembocadura de los valles de Lluta y Chacalluta y fuera del alcance de las baterías de tierra, impedía la marcha del convoy.

Los pocos pasajeros que iban en el expreso, buscaron, como es natural, el mejor alojamiento y yo me encaminé a casa de DJ de M., vecino notable del lugar, persona muy digna y respetable, cuya obsequiosa hospitalidad jamás podré olvidar.

El Jefe de la Plaza había establecido su domicilio en la citada casa y tuvo la mayor satisfacción al saber que yo venía de los altos de Tacna y que podía darle noticias fidedignas de lo que ocurría en el campamento, pues es de notarse que no obstante la corta distancia que la separa de esa ciudad, y á pesar del telégrafo y ferrocarril que los unen, en aquella no se sabía lo menor respecto a los movimientos del enemigo, al número de tropas con que contaba y a las mayores o menores probabilidades de victoria de nuestras parte.

FranciscoBolognesi

El coronel Bolognesi, a quien fui presentado, después de hacer los más gratos recuerdos de mi padre, de quien fue compañero y amigo, entabló conmigo el siguiente diálogo:

-Vamos, Ud. que viene de Tacna podrá darme noticias ciertas de nuestras tropas, pues las que aquí recibimos, o son muy tardías o no satisfacen de ningún modo.

-Señor, nuestro Ejército ocupa las mismas posiciones que tomó el general Campero: su estado de ánimo es satisfactorio aun para el patriotismo más exigente y ha recibido mayor estímulo, si cabe, con la incorporación de la “División de Tacna”, mandada por el prefecto Dr. Solar y que está compuesta de las Gendarmerías de los Departamentos de Tacna y Tarapacá, de las fuerzas de Policía y de la Guardia Nacional, en la que figuran personas de toda condición social, que no ha trepidado en ofrecer su contingente de sangre, en defensa de nuestra causa: todo, pues, asegura un próximo triunfo y se cree que los chilenos, vista la actitud resuelta del Ejército aliado, no se atrevan a avanzar y muden su plan de ataque.

-¡Qué disparate! ¿Se sabe acaso el número de fuerzas del enemigo?

-Ignoro, señor, si nuestros jefes están al cabo de esto, pero creo que nada se sabe de cierto y que los cálculos que se hacen sobre el particular son aventurados.

-Entonces, ¿cómo quiere Ud. que triunfemos? ¿Es posible, es racional confiar en la victoria sobre un enemigo, cuya fuerza numérica no se conoce? ¿Por qué no se ha organizado un servicio de espionaje cerca de él, que nos comunique cuantos datos nos interesen? ¿Por qué no imitamos a nuestros enemigos, que están al cabo de lo menos que ocurre en nuestro campamento y que no ignoran ni el número de soldados que tenemos en los hospitales?

-Me parece, señor, que si nuestros jefes carecen de ese dato tan importante, en cambio han tomado sus medidas para contrarrestar cualquier ventaja que nos lleven los chilenos, y por lo mismo, nadie duda por un momento de la victoria.

-¡Ay amigo! Ud. como la generalidad de nuestros compatriotas, lo ve todo color de rosa; pero es necesario convencernos de que nuestra condición no puede ser más triste: una serie de errores en todo sentido ha marcado desde un principio esta guerra, y por lo tanto, el desenlace no lo veo favorable a nuestra causa. Cuando el Ejército enemigo se ha decidido a atacarnos en nuestras propias posiciones, es porque ha medido todos los inconvenientes que podían presentarse a su paso y ha encontrado los medios de vencerlos; es porque tiene la plena seguridad de conseguir el triunfo, pues este se lo garantiza con su mayor número de tropas, con el poder relativamente superior de sus tres armas y con el arrojo que es consiguiente a las ventajas que se han adquirido sobre el contrario. ¿Por qué antes de que adelantase a Sama, no se ha destacado una fuerza respetable sobre el litoral de Tarapacá? Con esta medida es más que probable que se le hubiese llamado la atención por ese lado, y que su plan cambiase por completo.

-Aparte de los graves riesgos que se hubieran presentado para tal expedición, creo que no habían elementos de bastante movilidad para llevarla a cabo.

-No pues, está Ud. en un error. En el tiempo que me hallo al frente de Arica he proporcionado al Ejército aliado más de 900 mulas, sacadas de los valles de Azapa y Lluta y Chacalluta. Al habérseme dado el mando de la fuerza expedicionaria, yo le hubiera buscado la movilidad necesaria y habría respondido también del éxito. La condición actual de esta Plaza no puede ser más lamentable; todos la creen inexpugnable y sin embargo no podrá resistir al enemigo, en un ataque combinado de mar y tierra: es tan corto el número de sus defensores, que fácilmente pueden ser arrollados en un momento.

-¿Es posible, señor, que tal sea su condición?, cuando todos la consideramos como un baluarte ante el cual se estrellarán los esfuerzos del enemigo, en el caso de un desastre, tanto más que es el punto de retirada que la sola razón aconseja.

-Lo que le digo a Ud. amigo. Si la próxima batalla nos es desfavorable, como mucho me lo temo, Arica está perdido y sin remedio, porque quedaremos aislados, por ue el enemigo traerá aquí todas sus tropas victoriosas, para atacarnos en combinación con su escuadra, porque tendremos que resignarnos a nuestra suerte. De mí sé decir a Ud. que, como ciudadano y como Jefe de esta Plaza; preferiré morir antes que rendirla, siquiera para que nuestros compatriotas se estimulen con nuestra conducta, siquiera para que la Historia diga en sus páginas, al hablar de esta guerra:

“Los defensores de Arica, no obstante lo desesperado de su condición, cumplieron con su deber, prefiriendo morir en su puesto, antes que implorar la misericordia del vencedor”.

Pronunciando tan sublimes palabras, que ponían de manifiesto su acrisolado patriotismo y la grandeza de su alma, fuimos interrumpidos por la llegada de dos oficiales que venían a dar cuenta de una comisión.

Me despedí del Coronel Bolognesi para no volverle a ver más.

Juan Carlos Flórez Granda, director de SEHCAP (Sociedad de Estudios Históricos Coronel Arnaldo Panizo), encontró esta joya mientras realizaba una investigación para preparar una semblanza histórica del coronel Francisco Bolognesi. El artículo no lleva firma y fue publicado el 7 de enero 1882 en el diario “Rejistro Oficial” de Ayacucho.

Investigación: Walter Sosa Vivanco