Sucedió en Lima, en el verano de 1939. Frente a más de 20 mil personas, la selección peruana obtuvo su primera Copa América. El partido último y decisivo se ganó a los uruguayos, a los maestros del fútbol de esa época previa a la Segunda Guerra Mundial.
Ante el arco uruguayo saltaron Jorge Alcalde y Víctor Bielich, los entre alas de esa gran delantera peruana, y pocos segundos después en un instante que causó emoción y júbilo se abrazaron los jugadores peruanos en cada lugar de la cancha, se levantaron con el corazón en la boca los 20 mil espectadores del antiguo Estadio Nacional y de todos los labios brotó esa palabra entonces la mágica e increíble palabra: ¡Gol!
El segundo gol peruano, el tanto de la victoria, el de la conquista máxima, que dio a los locales de entonces el halago negado en Berlín 36: la gloria, la fama y el triunfo absoluto. ¡Perú, Campeón Sudamericano! la mayoría lo atribuyó a Jorge Alcalde.
Versiones posteriores se lo concedieron a Víctor Bielich. Era una época con tecnología muy rudimentaria y las dudas eran difíciles de esclarecer. Lo cierto y valioso es que ese gol le dio a Perú su primer título suramericano.
La selección peruana venía de ganar todos sus partidos en ese Sudamericano, de obtener ventajas indiscutibles contra Chile y Paraguay, Pero lo principal, lo que elevó a un plano extraordinario la consagración peruana fue la victoria ante los poderosos uruguayos por 2 a l el 12 de febrero de 1939.
Por algo hubo una vuelta olímpica al fin del partido. Por encima de todas las voces, de todas las alegrías y de todos los abrazos, estaba la exclamación única: se le había ganado a los maestros, a los campeones olímpicos de Colombes y Ámsterdam, a los campeones mundiales de Uruguay 30, a los defensores de una escuela de fútbol singular que enseñó a Europa la capacidad del fútbol suramericano. No estuvieron ese 1939 los mismos hombres; ni Scarone, ni Nazzasi, ni Mazzali. Pero la camiseta celeste y el prestigio eran los mismos.
Foto: colección histórica revista Equipo
