En el vasto universo de la retórica y la búsqueda del conocimiento, dos conceptos emergen con fuerza: el sofisma y la mayéutica. Ambos, nacidos en la cuna de la filosofía griega, representan enfoques radicalmente distintos en la interacción dialéctica y la forma de llegar a la «verdad», o a lo que se pretende como tal.
Comprender sus fundamentos y distinciones es crucial para discernir entre la manipulación y el genuino camino hacia el entendimiento.
Los sofistas, figuras prominentes en la Atenas del siglo V a.C., eran maestros de la elocuencia que ofrecían sus servicios de enseñanza a cambio de honorarios. Su principal objetivo era persuadir a través del discurso, a menudo sin una preocupación intrínseca por la verdad objetiva. Dominaban el arte de la argumentación, utilizando razonamientos aparentemente lógicos pero que, en realidad, contenían falacias o buscaban confundir al interlocutor para ganar un debate o convencer de una idea preconcebida. Para ellos, la verdad era relativa y moldeable a las circunstancias.
Por otro lado, la mayéutica, desarrollada por Sócrates, representa una filosofía opuesta. El «método socrático» no buscaba imponer una verdad, sino ayudar al interlocutor a descubrirla por sí mismo. A través de una serie de preguntas habilidosas, Sócrates guiaba a su interlocutor para que examinara sus propias creencias, detectara contradicciones y, finalmente, llegara a conclusiones por su propia razón.
Este proceso se asemeja al «arte de la partera» (de ahí su nombre, del griego maieutiké), donde el conocimiento no es inculcado, sino «dado a luz» desde el interior del individuo.
La diferencia fundamental entre sofisma y mayéutica radica en su propósito y su ética. Mientras el sofisma persigue la victoria en el argumento o la persuasión del público, incluso a expensas de la verdad o la lógica, la mayéutica se enfoca en la búsqueda genuina del conocimiento y el desarrollo del pensamiento crítico. Los sofistas manipulaban la palabra; Sócrates la utilizaba como herramienta para la autoreflexión y el descubrimiento personal.
La filosofía de la soledad: una exploración profunda al autoconocimiento humano
Otra distinción clave reside en el rol del «maestro». El sofista se presenta como un poseedor del conocimiento, un experto en elocuencia que transmite técnicas de persuasión. En contraste, Sócrates, con su famosa frase «solo sé que no sé nada», adoptaba una postura de ignorancia, actuando no como un portador de respuestas, sino como un facilitador que ayuda a otros a formular sus propias preguntas y encontrar sus propias verdades.
En la actualidad, las resonancias de ambos enfoques son patentes. Es vital reconocer los sofismas en el discurso político, la publicidad o los debates cotidianos, donde a menudo se prioriza el efecto sobre la substancia. Del mismo modo, la mayéutica sigue siendo una herramienta pedagógica invaluable, fomentando el pensamiento crítico, la autonomía intelectual y la capacidad de cuestionar y explorar ideas de manera profunda y significativa.
El sofisma es una técnica de engaño o persuasión superficial, que prioriza la apariencia de la verdad sobre la verdad misma. La mayéutica, en cambio, es un método de indagación profunda, que busca desvelar el conocimiento inherente en cada individuo. Entender esta dicotomía es fundamental para navegar el complejo panorama de la información y la argumentación en nuestra sociedad.