Una nueva tragedia sacude los lazos de la familia real británica. Rosie Jeanne Burke Roche, de solo 20 años, fue hallada sin vida el pasado 14 de julio en su casa de Wiltshire, en Reino Unido. La joven, emparentada con los príncipes William y Harry por el lado materno, murió a causa de una “lesión traumática en la cabeza”, según reportes oficiales. Junto a su cuerpo, se encontró un arma de fuego.
Pese a las circunstancias, la policía de Wiltshire ha descartado la participación de terceros y clasificó la muerte como “no sospechosa”. Fue su madre y su hermana quienes la encontraron, justo cuando Rosie se preparaba para un viaje con amigas.
La noticia ha estremecido tanto a la familia como a su entorno académico. Rosie era estudiante de literatura en la Universidad de Durham y, según la directora del University College, Wendy Powers, era una joven brillante, apasionada por la poesía, los libros y los viajes. “Estamos profundamente consternados”, dijo.
La familia la recordó en una esquela publicada el 19 de julio como una “adorada hija, hermana y nieta”. El funeral se llevará a cabo de forma privada, en un entorno íntimo.
Más allá de su vínculo con la realeza, Rosie Roche deja una huella por su humanidad y sensibilidad. En medio del hermetismo que suele rodear a la aristocracia británica, esta pérdida ha desnudado el dolor que no distingue títulos ni linajes. La tristeza es universal, y el silencio que envuelve su partida, también.
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