¿Cuántas veces has escuchado en una reunión de fin de mes que «el equipo anterior dejó la valla muy alta» o que este año «tenemos que subir la valla»? Es una de las frases favoritas en el mundo corporativo para hablar de exigencia y calidad. Pero, curiosamente, cuando usamos este término, estamos invocando sin saberlo una mezcla de ingeniería militar antigua y espíritu olímpico. 🤯
La historia comienza muy lejos de las oficinas modernas, en la antigua Roma. La palabra proviene del latín vallum, que no tenía nada que ver con superar retos. Un vallum era una estacada o empalizada de madera que las legiones construían alrededor de sus campamentos para frenar al enemigo. Su función original era defensiva: era un límite para decir «de aquí no pasas». 🛡️
Del campo de batalla a la pista de atletismo 🏃♂️
El gran giro en el significado ocurrió siglos después, gracias al deporte moderno. En disciplinas como el atletismo, y específicamente en el salto alto, la «valla» dejó de ser un muro impasable para convertirse en un obstáculo medible que debía ser superado.
Aquí nació la metáfora que usamos hoy. En el salto alto, hay una barra transversal que sube centímetro a centímetro. Si un atleta logra un salto espectacular, se dice literalmente que «puso la vara (o la valla) muy alta» para los demás competidores. La altura física del obstáculo se convirtió en sinónimo de la calidad del desempeño. 🆙
Aterrizando en la oficina moderna 💼
A partir de la segunda mitad del siglo XX, el mundo empresarial, siempre amante de las metáforas competitivas, adoptó el término con entusiasmo. La «valla» se instaló en el lenguaje de Recursos Humanos y estrategia como una forma gráfica de definir requisitos.
Hoy el término tiene una doble función. A veces funciona como un filtro estricto: los requisitos mínimos para un puesto (inglés avanzado, una maestría) son una «valla» que, si no saltas, te deja fuera del proceso, similar a cómo funciona una «valla electoral» en política. ✅
Pero su uso más frecuente es el de «estándar de excelencia» o benchmark. Cuando decimos que hay una «valla alta», ya no hablamos de un problema negativo, sino de un antecedente de éxito que estamos retados a igualar o superar. Es la forma más rápida de decir que la mediocridad no será suficiente.
La próxima vez que te pidan «subir la valla» en el trabajo, recuerda la fascinante evolución de esa frase. Ha pasado de ser una barrera militar romana para detener bárbaros a convertirse en el indicador universal para medir nuestro rendimiento y empujarnos a saltar más alto en nuestra carrera profesional. 🚀
