La economía tiene reglas propias

 

La maestra de una escuelita rural de las alturas desoladas de Huánuco reclamó hace poco ante los medios por el mal estado del local, y demandó del Estado su reconstrucción con material noble, y además, que una carretera los conecte con el centro poblado más cercano. Acá lo de cercano parece una ironía.

Es que Shapray, distrito San Miguel de Cauli, provincia de Lauricocha, queda tan alto y tan lejos de cualquier pueblo que casi podría decirse como Saint-Exupéry, que está ubicado “a mil millas de la tierra habitada más próxima”.

Para subir hasta allí son cuatro horas de camino a pie desde el último poblado. Quien se aventure, debe trepar por una vía afirmada que va zigzagueando en los cerros, hasta alcanzar los parajes donde se divisan, dispersas, las parcelas de quince comuneros, sembradores de papa y pastores de ovejas.

Hablan solo quechua, visten al uso tradicional y envían a sus hijos a la escuelita primaria más cercana –Shapray– que a unos les queda a media hora de camino y a otros a una, dos y hasta tres horas.

Los mismos comuneros levantaron las dos aulas precarias en que unos 20 niños reciben educación bilingüe, a cargo de una sola maestra para todos los grados de pre-escolar y Primaria.

Es un esfuerzo educativo de grandes méritos; de no ser por la esforzada educación rural bilingüe, esos niños no podrían aspirar a estudiar más adelante la Secundaria porque no sabrían hablar el castellano.

Con todo, las condiciones no ayudan: Las paredes del local están humedecidas debido al mal tiempo y la lluvia se cuela pese al techo de calamina.

Subir el material de construcción hasta los casi 4 mil metros para edificar un local más resistente, es una empresa ardua y costosa; sin embargo, se les ha ofrecido instalar aulas prefabricadas especiales para clima de friaje; eso, como solución inmediata, pero ¿qué política de largo plazo puede darse para los pequeños grupos de pobladores quechua hablantes, que viven aislados, tienen escasa o nula escolaridad, y son una expresión de la cultura viva de nuestro país?

Ellos son los sucesores de los campesinos nativos que domesticaron la papa hace centurias, y siguen apegados a su estilo tradicional de producción. Si, son un orgullo nacional, pero la factibilidad económica de edificar escuelas, postas médicas, o cualquier otro servicio público se rige por sus propios parámetros.

La voz autorizada de Beatriz Merino ha dicho hace pocos días que la educación, la salud, y todos los demás temas sociales son absolutamente necesarios pero deben conciliarse con el hecho de que la economía tiene reglas propias.

Es decir, jamás el SNIP autorizaría la construcción de un camino para sacar la producción de 15 familias porque eso sería infringir la lógica del gasto público.

El país tiene un déficit de estructura educativa de 60 mil millones de nuevos soles, y en ese monto está incluido el 64 por ciento de los locales educativos rurales, que necesitan ser sustituidos. Son cifras del Ministerio de Educación, de modo que escuelitas como la de Shapray son muchas, y algunas están en peores condiciones aún.

Hacen falta voluntad e ingenio para encontrar las soluciones. Se ha dicho ya que la brecha en infraestructura educativa necesitará 20 años para cerrarse, y entretanto, urge aplicar tecnologías innovadoras para aligerarles la vida a estos compatriotas comuneros de las alturas, que no por serlo tienen que vivir en la inclemencia de la incomunicación y del frío que no da tregua.

 

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