El español y los hispanos en Estados Unidos

 

-Vengo de pagar los taxes y tengo hambre, joney.
-Don gorry. Ya estoy cuqueando.

Estas frases pueden traducirse como «Vengo de pagar los impuestos y tengo hambre, querida.” “No te preocupes. Ya estoy cocinando».

Fueron intercambiadas entre el señor y la señora Gómez, ambos peruanos residentes en Miami, quienes de esa manera se entendieron, y así el pobre Mister Gómez pudo saciar sus necesidades después de un terrible día de pagar impuestos.

El problema es que sus vecinos mexicanos, los Negrete, no los entienden bien, y cuando los Gómez van al Perú los antiguos amigos y parientes les ruegan que repitan, o que les de una traducción de lo que han dicho.

En los Estados Unidos, viven más de 40 millones de hispanoparlantes. Además, según las proyecciones del censo, en el año 2050, los Gómez, los Negrete y los Serrano serán la mayoría de la población.

Cualquier entusiasta podría suponer que en ese momento la mayor potencia del planeta hablará español y posiblemente actuará muy influida por la ética de Don Quijote. Sin embargo, la verdad es que no sabemos si esos hispanos podrán entenderse.

Con motivo de mi incorporación como miembro numerario de la Academia Norteamericana de la Lengua, una periodista de España me preguntaba sobre estos asuntos y quería saber qué le falta al español para equipararse al inglés en protagonismo.

Nada le falta. El español goza de muy buena salud aquí… y también de mucha capacidad de reproducción. Para las universidades e institutos, es un atractivo insuperable en el reclutamiento de estudiantes. Todos ellos están conscientes de que ser bilingüe supone una mejor oportunidad para conseguir un trabajo o para ganar un salario mejor.

Sin embargo, el académico que trabaje en la lengua debe preocuparse también por los factores extralingüísticos –la pobreza, la discriminación y los problemas de legalidad– que afectan a nuestros inmigrantes.

En ese sentido, causa más que preocupación, dolor, pensar que por este país transita, trabaja doble y se esconde una nación de fantasmas. Se estima en más de 10 millones a las personas de origen hispano que son consideradas ilegales aquí. Aunque trabajan, pagan sus impuestos y contribuyen a la marcha de los Estados Unidos, no tienen constancias de identidad, permisos de trabajo ni licencias de conducir y, cada noche, se duermen pensando en que al día siguiente serán descubiertos y enviados de vuelta.

Tanto los hispanos como todas las personas que piensan con racionalidad en este país hemos empeñado nuestros esfuerzos en que esa solución se dé pronto. No es un asunto de compasión sino de justicia, y el problema no atañe solamente a la condición de los inmigrantes sino a la vida económica de ese país.

No tan sólo los demócratas nos apoyan en ese esfuerzo sino la mayoría de los empresarios y los economistas para quienes la participación hispana en el mercado es garantía de la prosperidad en los Estados Unidos. La oposición en este caso tan sólo corresponde a los inconscientes, los ignorantes y los racistas.

La solución tiene que venir. Sin embargo, mientras llega, el llamado spanglish no es el mejor vehículo de comunicación entre nosotros mismos. Y no lo es porque no hay un solo “espanglish” sino centenares, tantos como los diferentes orígenes regionales y nacionales de quienes los hablan. De otro lado, es una modalidad del habla que margina social y económicamente al hablante. Usarlo es condenarse a no hablar correctamente ni uno ni otro idioma.

Es gracioso escucharlo, pero resulta triste entender que quienes lo usan se condenan a la soledad, al ghetto y a la marginación. Por ende, es necesario estudiar español al mismo tiempo que inglés. No hacerlo es condenarse a tener una “disability”, lo que en lengua de cristianos significa tener una incapacidad legal.

El candidato Marcos Rubio (anti inmigrante como todo buen republicano) suele usar el espanglish, pero lo hace porque no domina el español y porque sus asesores lo han mandado a tomar un curso de como llegar a ser carismático en 15 días. Además, cuando llaman al teléfono, sus propagandistas reciben con frecuencia la respuesta:
-Don gorri, friend. Te llamaré para atrás cuando tenga tiempo.

 

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