A la fecha tiene 45 años de edad. El último día del mes de julio, cumplirá 46. Nació en Lima pero por sus venas corre sangre andina. Esto en razón de que su difunto padre era oriundo del Cusco y su progenitora de Canta, con ascendencia cajamarquina. Me estoy refiriendo a Julio Armando Guzmán Cáceres, el candidato a la presidencia de la República y a quien, a estas alturas y con un 10.4 por ciento de aceptación en el electorado según las encuestas más recientes, se le considera el «outsider» del actual proceso electoral. Una suerte de «lauchero» que en términos deportivos, podría anotar si es que los rivales se descuidan, convirtiendo en victoria lo que parecía inimaginable.
Por ahora se ubica en el segundo lugar de las preferencias ciudadanas. Es cierto que a escasas décimas de César Acuña, quien tiene 10 por ciento de aceptación y de Pedro Pablo Kuczynski, que cuenta con 9.5 por ciento, pero a diferencia de ellos, con posibilidades de seguir creciendo. Bien se sabe que el cutervino afronta en estos momentos, una situación difícil. El cartel con el lema «Salvemos al Perú» que luce en la fachada de su local político en Jesús María, luego de la revelación del plagio perpetrado en su tesis doctoral, bien podría ser bajado y cambiado por uno que diga con mayor acierto «Salvemos a Acuña». Con PPK el problema es distinto. Por un lado da la impresión que ya no impacta en la juventud ciudadana, tal como sucedió en los comicios pasados, y por otro, se advierte que carece de la fortaleza física necesaria para buscar el apoyo de los electores en esta maratón que significa recorrer el territorio nacional con una velocidad extrema.
Sin embargo, las palabras finales no están dichas del todo. Este mes de febrero y en especial marzo, la carrera electoral será más intensa. Enero ha tenido la virtud de haber sido una especie de calentamiento. Los candidatos han mostrado sus fortalezas y sus debilidades. Por lo tanto, es más que seguro que harán cambios en sus estrategias y en sus tácticas. En los espacios públicos, allí donde la gente se congrega para hablar de los sucesos del día, se pregunta, por ejemplo, qué pasa con el candidato Alan García Pérez, dos veces presidente de la República, considerado por muchos como un excelente orador y un político que se las sabe todas. Su aceptación electoral pisa con las justas el 6.5 por ciento. De no superar la valla del 7 por ciento, su partido, el Apra, corre el peligro de perder la inscripción que tiene aun en el Registro del Jurado Nacional de Elecciones y que le permite, hoy, participar de la contienda electoral. Eso también reza para sus aliados, el PPC y el chalado «Vamos Perú». García Pérez, ducho en estos menesteres ha dicho, ante la impaciencia de sus fieles,»paciencia, serenidad y confianza». ¿Será suficiente esto? Creo que no. Así se denota en el rostro desencajado de sus principales colaboradores, pese a que el candidato, otrora juvenil y gallardo, carente de los bríos de entonces, les dice que «aquí pierde el que se agita mucho, el que se desespera».
Pero hablábamos de Julio Armando el supuesto «outsider». ¿Realmente es nuevo en la vida política? No tanto. Basta con tener presente que durante el actual gobierno ha ejercido la función de viceministro en la cartera de Mediana y Pequeña Empresa e Industria, así como la Secretaría General de la presidencia del Consejo de Ministros, durante la gestión de Jiménez Mayor, en el 2012. En las redes sociales, claro con el afán de descalificarlo, se muestran unas fotografías con la camiseta roja, que era las que se enfundaban los ollantistas en jornadas de adoctrinamiento. ¿Algo más? Tampoco se puede decir que no ha vivido la experiencia de afrontar momentos difíciles en el fuero personal. Hay quienes recuerdan que eso de que su mujer para la olla, mientras él se dedica a la campaña electoral, es una verdad a medias. En su expediente figura un primer matrimonio, durante el cual tuvo dos hijas. ¿Por qué se separo? Es un misterio íntimo. Luego vino un segundo matrimonio, donde cuenta con una hija. El hombre, en consecuencia, además de reincidente, es «chancletero». Sin embargo, esto no significa que tenga un arrastre electoral masivo entre las ciudadanas. Los escrutinios que se han encargado de conocer la opinión de los ciudadanos, nos dicen que tiene un 36.7 por ciento entre los jefes de hogar y apenas un 19.1 por ciento entre las amas de casa.
Ese dato habría que complementarlo con el referente a la actitud de los jóvenes. Julio Armando, hay que llamarlo así en un exceso de confianza, es el candidato con más llegada en ese segmento de la ciudadanía. Tiene 44.2 por ciento. Deja lejos a Keiko Fujimori, que posee 23.1 por ciento, César Acuña, 29.5 por ciento, Pedro Pablo Kuczynski, 33.8 por ciento y Alan García, 28.5 por ciento. Se afirma que el buen uso de las redes sociales es la clave de su éxito. Los jóvenes muestran la mayor predilección por las mismas, mucho más que los adultos mayores. Además, luego del magro 0,2 por ciento que tenía a fines del año pasado, para pasar sorpresivamente al 5.0 por ciento y ahora al 10.4 por ciento, los electores tienen mayor y mejor información sobre su trayectoria profesional. No es un aventurero. Es alguien que de joven tuvo que trabajar como profesor de matemáticas para costear sus estudios de economista en la Universidad Católica de Lima. Perseverando hizo después estudios de maestría y doctorado en universidades del más alto nivel académico, como la Georgetown, la Oxford y la Maryland (Washington). Posteriormente trabajó en el Banco Interamericano de Desarrollo.
No todo es luces en la trayectoria de este ciudadano, que no sabe decir si es de derecha o de izquierda. También hay sombras. Se contenta con proclamarse como un reformista, ni muy liberal, ni muy conservador. Con frecuencia cae en contradicciones. ¿Cuál es su credo? No lo revela. ¿Qué piensa de la ley de consulta, respecto a la licencia social, donde habitan peruanos excluidos? Un día dijo que no la implementaría, luego manifestó que sí. Esas son algunas perlas en su andar, que adorna con frases como «mi vida no es una contradicción… las palabras se las lleva el viento, las acciones jamás».
¿Qué acontecerá en estos dos meses calientes? La novela se cuenta por partes. De eso se encargan los actores, que son los que tienen que decir, con la esperanza de que el pueblo soberano les crea.