El caso de los “N” cuerpos

 

La ciencia no tiene que ser mortalmente aburrida, y hasta puede resultar divertida como los extravagantes amigos de “The Big Bang Theory”, que lo saben todo sobre las partículas subatómicas aunque en la vida social son un fracaso colosal.

De verdad, la ciencia no tiene por qué ser vista como un agujero negro, aunque lo parezca cuando uno tiene que llevar el curso de trigonometría a los 16 años y en vez de eso, lo que quiere en la vida es ser abogado, periodista o rockero.

Para ayudar en este trance, el matemático francés Denis Guedjtuvo la idea de escribir la novela “El Teorema del Loro”, que entretiene y además, desmitifica algunos aspectos considerados coto cerrado de los especialistas. Suerte que encontrara editores dispuestos a publicarla. Y afortunadamente, tiene demanda.

Hay otra novela basada en tema científico que cumple con creces la intención manifiesta de su autora, de acercar a los lectores hacia “la gran belleza de las matemáticas”.

Envueltos en una buena trama de misterio, la escritora nos ofrece no uno sino tres asesinatos. Seguro ella es admiradora de Alfred Hitchckoc y tomó en serio su frase: “¡A quién no le gusta un buen crimen siempre que no sea uno la víctima!”.

En esta novela, titulada “La Incógnita Newton”, la autora sigue otro de los principios del gran cineasta del suspenso, y sitúa la acción en un ambiente que se presume templo del saber y de elevados principios éticos: La antigua y reputada Universidad de Cambridge, Gran Bretaña.

Como autora aparece Catherine Shaw que es seudónimo de una científica en la vida real, y el tema de fondo que utiliza es conocido como “problema de los tres cuerpos” (o de los “n” cuerpos), que fuera planteado por Isaac Newton, y en cuya solución final intervino el mismísimo Henri Poincaré, uno de los más grandes matemáticos de su época.

Tal vez muchos recuerden haber leído que Poincaré le discutió a Einstein la paternidad de su teoría general de la relatividad, porque –aseguraba– él había llegado primero a las mismas conclusiones aunque por la vía matemática, no por la vía de la física como Einstein.

La Incógnita Newton está ambientada en 1888. Tres catedráticos cuyos apellidos empiezan por A, B y C, mueren en fechas sucesivas por “mano ajena” (un eufemismo del mundo forense) y coincidentemente, los tres trabajaban en hallar una solución conjunta al problema de los “n” cuerpos que era el tema del concurso internacional convocado por el rey Oscar II de Suecia.

Estímulos para participar había dos, un premio pecuniario importante, y, sobre todo, la gloria que prometía un triunfo académico de esa magnitud.

Para encontrar una solución y tentar el premio, los tres científicos acordaron unir esfuerzos y presentarse en forma conjunta. Trabajarían en secreto, ya que concursar y no ganar era algo que sus hinchados egos no estaban dispuestos a afrontar, pero alguien rompe el pacto y allí comienza la acción. Muere la letra A. un mes después la B y como puede uno imaginarse, también muere C.

Las sospechas recaen en otro colega más joven, el cual fue acusado, detenido, juzgado y casi condenado a muerte, de lo cual lo salvó, con las justas, la intrepidez y la astucia de una inteligente maestra de escuela.

Después de peripecias incontables que la llevaron hasta Estocolmo, ella logró aclarar que el acusado era inocente y que, en cambio, al profesor C lo asesinó su colega A (¿pero, cómo, si A murió un mes antes?) ¿y a B ? Y además, ¿quién urdió el plan para cargarle las muertes al cuarto colega? La respuesta es… mejor dejarlo allí para mantener el interés que podría despertar la lectura de la novela.

La autora Catherine Shaw es realmente la profesora Leila Schneps, poseedora de varios doctorados en matemática pura y también especializada en estadística. Trabaja en el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, y también escribe novelas de “suspenso científico”, género que acaba de ser acuñado en esta columna, ojalá con la aprobación de quienes la lean.

 

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