¿Por qué la gente prefiere la corrupción de House of Cards?

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Uno ve el éxito conseguido por la serie norteamericana House of Cards y no puede evitar preguntarse a qué se debe el suceso mediático de una producción que nos muestra altos niveles de corrupción política. ¿Acaso de aquello no tenemos de sobra en el proceso electoral peruano y el de Estados Unidos (por poner sólo dos ejemplos de algo que nos une a la mayoría de países del mundo)?.

Bueno, tendríamos que señalar que por más realista que se muestra la trama de House of Cards, por lo menos el Presidente Frank Underwood (brillantemente interpretado por Kevin Spacey) tapa mejor sus delitos que la mayoría de gobernantes y candidatos de los distintos países del planeta. En Perú, por citar la realidad más cercana, la corrupción es casi pornográfica, pues ni se esfuerzan en disimularla. Lo muestran todo y con desvergüenza.

Seguramente, mucho tiene que ver con el hecho de que Frank Underwood sigue siendo un personaje de ficción y no un Presidente verdadero cuyas decisiones afectan a millones de personas. Claro, House of Cards nos exhibe trampas políticas que son el “pan de cada día” de los procesos electorales actuales, como el mal uso de la información de Internet y las redes sociales (que guían como corderitos a los votantes). Esa es una de las tantas manipulaciones que trata el drama de Netflix, en su recientemente estrenada cuarta temporada.

House of Cards también recurre a un atractivo cada vez más frecuente en las ficciones televisivas y cinematográficas: el protagonismo del villano. No es nuevo. A fines de los setenta la televisión estadounidense basó el éxito de Dallas en las corruptelas de J.R. Ewing (Larry Hagman). La audiencia se enamoró del malvado personaje. Incluso, las telenovelas latinoamericanas han sacado provecho de este recurso como la mexicana Cuna de Lobos o la brasilera Vale Todo. Las actuales adaptaciones de biografías de narcotraficantes van por ese camino.

Ya era tiempo de tener a un Presidente televisivo que no fuera una ilusoria “blanca paloma”. ¿Se acuerdan del gobernante interpretado por Martin Sheen en The West Wing?. Totalmente irreal. Nadie tan puritano llega a asumir el poder, siempre se “ensucian las manos”. Otra realidad que aborda House of Cards es la violencia contra periodistas fiscalizadores, puesta de manifiesto en el personaje de Lucas Goodwin (Sebastian Arcelus).

La cuarta temporada de House of Cards nos toca de cerca a los peruanos, como a los norteamericanos, pues se transpira la contienda electoral. Con ella características que podemos reconocer fácilmente: ¿Qué es mejor? ¿El corrupto gobernante actual o la promesa de un joven ex combatiente que luce inexperto para un cargo de tal envergadura?.

El papel femenino vuelve a estar muy presente, esta vez con una Claire Underwood (esplendida Robin Wrigth) decidida a salirse con la suya aunque le cueste convertirse en el mayor escollo para su marido, que no cejará en su esfuerzo de permanecer en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Este columnista ya ha avanzado con varios episodios del cuarto ciclo de House of Cards y debo señalar que está mejor que nunca. Con el sistema streaming de Netflix nos podemos dejar seducir por ver toda la temporada de una sentada (13 episodios). Prepare el pop corn y un buen sillón.

 

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